“Toco y me voy.”
Luis Pentrelli
El Trinche Carlovich lleva
la alegría
debajo de su pie,
su estratagema consiste
en no dejarse ver como
ahora
cuando anuncian que se fue
en un “toco y me voy”
refulgente
porque hay que mirarlo
sobre las arboledas
de Tablada, por entre los
potreros tristes
que apagan los miserables
de los edificios usurarios.
Carlovich le hace entonces
su penúltima gambeta y
dice: me voy
como cuando lo llamaron a
la selección
y su doble caño dejaba sin
voz a los grandes
cuando lo sacaron porque
humillaba.
Jugó en Central y tantos
otros, sin ruido,
callado como un giro de
pelota que va al caño,
lo volvieron a llamar a la
selección
y fue de pesca con
amigos.
Jugó por todas partes y
desde abajo,
sin ser visto como al
trazar un caño
y milongueó de lo lindo en
el desierto,
los diarios no contaban su
hazaña
por lo que el pueblo tuvo
que armar su leyenda;
.
Su vida era alegría y el
fútbol grande no comprendía.
Los dictadores no eran de
su gusto,
gambeteaba, los sinsabores
no eran lo suyo,
gambeteaba, la vida le era
un peso inútil, gambetea.
La gambeta para el
Trinche, es un modo de filosofar
para que otros crean que
te vas cuando apenas permaneces.
Siempre a sus espaldas
abandonaba silencios
en donde otros escribían
el mito,
el doble caño que no quiso
registrar,
la pelota bajo su pie
durante diez minutos,
la garganta ahogada de
cientos
perdidos en el asombro de
su alegría.
Eras el más grande, dijo
Diego, y te amuchabas
para compartir el dolor de
los del último suelo.
Era demasiado, Trinche,
para resistir
a una mirada atónita en el
tablón de historia.
“¿Qué es llegar?”,
preguntabas si hablaban de fama:
Sabías partir a estar en
un mismo lugar.
“No quise alejarme de mi
barrio, la casa de mis viejos,
de estar con el Vasco
Artola.
Soy una persona
solitaria.
Me gusta estar
tranquilo, no por mala voluntad”, gambeteabas.
Ahora queda lo que
escriben en los ranchos,
en la ciudad, en la isla,
en las villas y en el río,
decir que el Trinche se
fue es repetir la escena,
una gambeta, doble caño,
levantar la cabeza,
hacer la pausa de Menotti
y beber silencio
en tanto el próximo
jugador baila sin proponérselo
y la tribuna boquiabierta
echa una mirada
al cielo y de soslayo,
otea la cancha
para describir en el fluir
de su impaciencia
tu próxima página en una
lágrima.
Ya lo sé, vos la harás una
pelota; la echarás a rodar
para engrosar la página
que escribe
un ebrio sentimiento
desolado
de aliento anónimo y color
popular.
Creeme Tomás Felipe: de
ahora en más
todo lo que se cuente de
vos en más será verdad
como esa gambeta que no se
deja ver
y se contará en Rosario
con un trago de vino
en la mesa feliz de los
desahuciados,
mediocentro y zurda
dribleando el corazón como si nada.
Barracas, 9 de mayo de
2020
*
La leyenda de Tomás “Trinche” Carlovich, es tan notoria, tan mágica, tan indeleble,
especialmente en Rosario, que solo acercarse a ella, emociona tanto como si
todos fuéramos futboleros.
En
1974, el Trinche Carlovich jugaba en Central Córdoba, de Rosario. Su magia era
increíble, como si toda la ciudad supiera que era un genio, pero había que
esperar a que se produjera el hecho rutilante, la fama, el éxito, el pase al
exterior. Zurdo, pelilargo. Había surgido en las inferiores de Rosario Central,
en donde jugó un solo partido en primera. Luego su prodigio, se mostró en
Flandria, Independiente Rivadavia, Deportivo Maipú, NOB, de Cañada de Gómez, y
Central Córdoba, de Rosario, en donde jugó durante cuatro temporadas.
Pero
el hecho rutilante, el día de fama de Trinche, llegó el 17 de Abril de 1974. La
selección nacional de fútbol, dirigida por Vladislao Cap, se preparaba para el
Mundial de 1974, en Alemania. Y fue a jugar un partido preparatorio en Rosario.
Allí enfrentó a un combinado de Rosario Central y NOB, más algún otro jugador
como Trinche Carlovich, que pertenecía a Central Córdoba. Los dirigían Carlos
Griguol y Juan Carlos Montes, técnicos de Rosario Central y NOB,
respectivamente.
Para
la Selección, jugaban Miguel Santoro, arquero; Enrique “Quique” Wollf (hoy
periodista en España); Francisco Sá, formoseño; Alberto Tarantini, René
Houseman, y Daniel Bertoni, que serían campeones mundiales en 1978. También los
célebres Miguel Brindisi, Roberto Telch y Aldo Pedro Poy, entre otros.
Ese
día, el Trinche la rompió. Ante 35
mil espectadores, absolutamente descolló, en un partido memorable para todo
Rosario, y fue la figura, incluso por encima de sus compañeros de equipo, que
eran entre otros Mario Kempes, Mario Zanabria, y Armando Capurro. A poco de
comenzar el segundo tiempo, el Trinche fue reemplazado. Su equipo ganaba 3 a 0.
Y varios jugadores del equipo nacional, preguntaban quién era ese cinco, tan
bueno y desconocido.
Luego
de la derrota en Alemania, asumió la DT nacional César L. Menotti. Afirmó una
vez sobre Carlovich: “la pelota lo
llevaba a él”. Y en 1976, lo convocó al Trinche para la selección. Y no
fue. Es parte de la leyenda: ¿rebeldía? Marcelo Bielsa, contó que iba los
sábados a la cancha, sólo por verlo al Trinche.
En
Febrero de este año 2020, cuando Gimnasia y Esgrima estuvo en Rosario, con
Diego Maradona, se produjo el encuentro (¿cumbre?), con Carlovich, quien
recibió una camiseta de Central Córdoba, firmada por Diego, que decía: “Al Trinche, que fue mejor que yo”. Genios.
Jugadores de élite, aunque el Trinche haya jugado sólo en segunda división, y
apenas un puñado de partidos en primera. Se retiró en 1985, con 39 años de
edad.
La
pelota con el Trinche, seducían. Todo fue historia de una magia. Hasta la semana
pasada, cuando andaba en su bicicleta por el barrio Azcuénaga, de Rosario, y lo
paró uno de los peores, esos que pretenden hacerse de oro y diamantes. Quiso
robarle, y paliza mediante, lo golpeó mucho en su cabeza. Después de dos días
graves, el Trinche, falleció a los 74 años de edad. Y dejó una historia de oro
y diamantes, que nunca llevarán. Ha quedado mucho. Además, se escribió un libro
sobre su vida, una obra de teatro, y ahora el escritor y periodista Alejandro C
Tarruella, escribe para CULTURA Y REGIÓN, esta fabulosa poesía, tan justa y
oportuna.
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