Caminé tantas horas dentro de mi casa que no pude evitar encontrarme. Abrí los ventanales que dan al patio, también los que dan con el frente. Subí y bajé las escaleras cientos de veces, para no pensarme, para no verme en el espejo de mi alma. Entonces corrí, presuroso por el patio, para que mi alma ingrata perdiera la carrera contra mi cuerpo, y exhausto con el trajín de la huida, me encontré de nuevo, con el hombre que pude haber sido...Y ahí, en el silencio de la tarde, decidí, sin culpas, Perdonarme.