Somos
Artigas haciendo la reforma agraria y afirmando que nadie es más que nadie y
somos Artigas derrotado exiliándose en el Paraguay. Son los hacendados y
comerciantes de Brasil, Montevideo y Buenos Aires, armando un ejército que
arrasa el Paraguay de los López y somos los paraguayos heroicos muriendo en
Curupaytí y Cerro Corá. Somos Rosas defendiendo la soberanía contra la invasión
anglo francesa. Somos los derrotados en la guerra civiles argentinas y son las
huestes de Mitre y sus coroneles asesinando al Chacho Peñaloza. Es su esposa,
Victoria Romero, obligada por Sarmiento a barrer la plaza mayor de la ciudad de
San Juan, atada con cadenas.
Somos
Felipe Varela y su bandera de “La Unión Americana” y son Manuel García y Carlos
María de Alvear arrodillados ante Inglaterra en el siglo XIX, como lo haría el
vicepresidente Julio Argentino Roca (h) en el siglo XX, considerando a la
Argentina integrante virtual del imperio británico.
Somos
Yrigoyen ascendiendo a las capas medias y son los medios y las petroleras propiciando
y consumando su derrocamiento. Somos los estudiantes de la Reforma
Universitaria y su Manifiesto Liminar: “Córdoba
se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad
más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan…estamos
pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana”, y son los que
se oponen desde el clericalismo medieval. Somos los obreros de los talleres
Vasena y son los dueños de la fábrica, la policía y los integrantes de la Liga
Patriótica Argentina, reprimiendo y carnereando. Somos los obreros fusilados de
la Patagonia Trágica y sepultados en tumbas NN, somos las putas de San Julián
que cerramos las piernas para no satisfacer a los oficiales asesinos y son la
Sociedad Rural y los dueños de la tierra instigando a los fusiladores.
Son la
primera década infame y el fraude patriótico. Somos los descendientes de los
derrotados de la guerra civiles que un luminoso día de octubre, cruzamos el
riachuelo, caminamos desde Berisso y Ensenada, ocupamos la Plaza de Mayo, nos
lavamos las patas en la fuente, y cambiamos la historia. Son los dueños de todo
los que desde su poder nos estigmatizaron como cabecitas negras, descamisados,
aluvión zoológico, o más recientemente somos apenas un relato de Apold.
Somos los
beneficiarios de los días felices en tecnicolor y son los que escriben en una
pared: “Viva el cáncer”. Somos Evita reclamando que donde hay una necesidad hay
un derecho y son los aviones de la Marina con su leyenda “Cristo Vence”
bombardeando la Plaza de Mayo. Somos los que padecimos las bombas y los que las
lanzaban escribían proclamas donde decían: “Afrontamos
esta decisión suprema ante la comprobación de que se estaba en camino de
destruir espiritualmente el país, por obra de una corrupción desenfrenada, y lo
hacemos con urgencia temeraria por el convencimiento de que el pueblo ha
perdido la posibilidad jurídica de formar, expresar y defender su voluntad
espontánea”.
Somos
Perón proponiendo el ABC, concretando los derechos del trabajador y son
Aramburu y Rojas arrasando con todo, interviniendo la CGT.
Son “el
presidente duerme” como respuesta a los pedidos de clemencia de la esposa y la
hija del General Valle finalmente fusilado y somos los cuerpos ametrallados en
los basurales de José León Suárez. Ellos, los democráticos, los republicanos,
los propagandistas del diálogo, afirmaban: “Se acabó la leche de la clemencia”
Son la
prohibición de la soberanía popular, de las proscripciones y somos la heroica
resistencia peronista. Somos Villa Manuelita en Rosario diciendo: “Los yanquis,
los rusos, las grandes potencias reconocen a la Libertadora, Villa Manuelita
no”.
Somos los
que resistieron la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre, los que
nos opusimos al plan Larkin, los que pintamos paredes con el “Perón Vuelve”.
Son la autodenominada Revolución Argentina y somos la pesadilla de los sueños
de Onganía con el Rosariazo, el Cordobazo, el Mendozazo y un país levantado.
Somos
Perón en su pulseada con Lanusse. Son los que ordenaron los fusilamientos de
Trelew. Somos los 16 muertos en la Base Almirante Zar.
Son los
que movilizaron 30.000 soldados para impedir el contacto de Perón con su pueblo
un lluvioso 17 de noviembre de 1972. Somos los que cruzamos el Rio Matanza para
un reencuentro postergado por 17 años. Son los que instrumentaron el balotaje
para evitar el triunfo de Cámpora, candidato por la proscripción de Perón.
Es la
esperanza hecha realidad un 25 de mayo de 1973 y son los días oscuros y
terribles que siguen a la muerte de Perón. Es el poder económico derrocando a
Isabel y cubriendo de horrores el territorio nacional, mientras destruían con
saña el modelo de sustitución de importaciones, que ya se había intentado con
éxitos disimiles en 1955 y 1966.
Somos las
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y del otro lado están el poder económico
dándole la picana a Astiz y al tigre Acosta y arrojando seres vivos al mar o al
Rio de la Plata.
Es la
democracia recuperada después de la derrota en Malvinas y el peso insoportable
de una herencia atroz. Somos Alfonsín y el histórico juicio a las juntas.
Es la
hiperinflación y la llegada anticipada de Menem. Es la entrega en democracia
con apoyo popular. Es la reelección de Menem cuando todo estaba claro y nadie
debía engañarse, lo que implica que más allá de las tajantes divisiones, nadie
está a salvo de equivocarse.
Es la
prolongación de Menem en la política económica de la Alianza, demostrando que
lo fundamental no era la corrupción, sino el plan desarrollado.
Es la
peor crisis de la historia y somos los que integramos “Piquetes y Cacerolas, la
lucha es una sola”
Son cinco
presidentes en una semana, el que se vayan todos y Duhalde, Lavagna y la virgen
que encuentran una pequeña luz en la noche más oscura.
Luego
llegó Néstor Kirchner y Cristina Fernández y juntos a otros presidentes
latinoamericanos que levantaron la bandera revolucionaria de la Unión
Latinoamericana, y floreció entonces la primavera después del largo invierno.
Más tarde
muchos de ellos y muchos de los nuestros confluyeron para llevar a Macri a la
presidencia.
En
política las estaciones no son como en la naturaleza. Después de una primavera
de 12 años con notables avances, con limitaciones, errores y horrores, no llegó
el verano, sino que volvió el invierno.
El
lenguaje cambió, los hechos cambiaron. En lugar de soberanía, derechos,
paritarias, recuperación de empresas, ocupación, nacionalizaciones, derechos
humanos, matrimonio igualitario, jubilaciones para todos, juicios a los
genocidas, unidad latinoamericana pasamos a equipo, dialogo, unión de los
argentinos, pobreza cero, lucha contra el narcotráfico, que traducidas
significan genuflexión exterior, desocupación, ajustes, despidos, gobierno de y
para los poderosos, desarticulación de planes, caer en la escuela pública,
suspensión de entregas de notebook en una larga lista interminable.
Después
se discute de la grieta. Se debaten y se asombran de su existencia. Hay dos
países en pugna. Que no significa terminar con el otro sino en ganar e imponer
la hegemonía.
Por eso
hoy somos los docentes en lucha, las mujeres que buscan su lugar en la mitad
del cielo, los trabajadores defendiendo sus derechos contra los
avasallamientos, las organizaciones sociales con sus comedores, los científicos
ganando las calles por el futuro, y los que nos movilizamos cada 24 de marzo
porque tenemos memoria, porque queremos justicia y necesitamos de la verdad.
Un cartel
llevado por una mujer en la conmemoración del 24 de marzo decía: “Las putas no
parimos la mierda genocida”. En la marcha del día internacional de la mujer
otra pancarta decía: “Putas como Eva/ Locas como las Madres/Yeguas como
Cristina/Negras como Milagro/…”
Eso es lo
que somos, la barbarie en términos sarmientinos. Los que pergeñaron y nos
estigmatizaron con esos calificativos, los que han aplicado en cada oportunidad
aquello de que “no hay que ahorrar sangre de gauchos, que es lo único humano
que tienen”, están del otro lado de la grieta.
*Estudiante
de Profesorado en Historia. Militante político.
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