La transformación como respuesta
Felipe Solá y
Venezuela parecen ser un límite. La deslealtad no es un valor propio del
peronismo, si de una cortesanía de funcionarios que demandan una reforma
profunda. Cuando llegó Perón al gobierno en 1973, abrió la venta de automotores
a Cuba y ni las terminales norteamericanas se negaron. En este caso, Solá rompe
con una regla que se creó cuando el presidente Chávez, sin datos previos,
asistió económicamente al gobierno de Néstor Kirchner en los primeros años de
su gobierno. Lo de Solá no es una respuesta, es un puñetazo en la boca a quien
nos ayudó y a un concepto de la solidaridad. Después vienen los otros temas,
que cada cual los elija,
Solá cambió el
eje de los grandes debates de la Argentina de hoy. La reconstrucción en
pandemia, la asistencia a los más necesitados en salud, educación, vivienda,
empleo y quién sabe cuántas cosas más. El rol preponderante de monopolios fuera
de la ley, formadores de precios ávidos de despojo, la asistencia en salud en
medio de la pandemia, la atención a las provincias que no cuentan con las
mismas condiciones que la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Rodríguez
Larreta, preocupado por expandir sus negocios de venta de cemento hacia el río.
La ley, no sé, gracias. Si, cemento. El arquitecto Livingstone suele decir: los
porteños ven cemento y se cree que eso es progreso. Y muchos dicen ahora:
estamos mejor con la pandemia cuando el virus invade las provincias. Las
provincias no están en la mira ni en el sentimiento de los que se creen poco
menos que habitantes de una republiqueta.
Ahí está el problema. Definir el país, federalizar los
usos de la ley y las oportunidades y comprender que hoy, con la pandemia,
estamos jodidos porque las provincias, en general, están siendo desbordadas por
las exigencias de la extensión de la enfermedad. Alberto Fernández planteó
desde su campaña, que un eje de su gestión sería el federalismo, abrir el país
a una idea de la proyección productiva, educativa, etc. a las provincias. Y eso
tiene rechazos, la llamada Caba que no acaba, es una de esas resistencias.
Concebida como espacio de privilegio, mantiene el espíritu unitario, portuario
y especulativo, de los tiempos en que el puerto de Buenos Aires concentraba el
60 por ciento de sus actividades en la compra y reventa de esclavos africanos.
Gildo y la
verdad desde adentro
Formosa es una
provincia cuyos funcionarios deberían estar dando charlas en Buenos Aires.
Gobernada en crecimiento aún en años de macrismo y superando el desafío de la
pandemia, es un ejemplo de lucha contra la visión unitaria central, de
preocupación social. Tanto que ha logrado mantener a la provincia fuera de los
rigores de la pandemia.
El gobernador Gildo Insfrán, avisaba en septiembre de
2019, que “está en peligro el federalismo” cuando el gobierno bonaerense de María
Eugenia Vidal, exigía una “restitución para su distrito de recursos del Fondo
del Conurbano. Vidal iba por los privilegios del centralismo frente a las
provincias, los “13 ranchos” como los llamaba Sarmiento. Fue en Misión Laishí, donde
el formoseño Gildo se dijo “preocupado" porque "está en peligro el
federalismo” cuando la exponente macrista, fue a la Corte Suprema de Justicia
por los privilegios. Y el gobernador fue entonces, más que claro: “Están con la
intención, vía la Corte Suprema Justicia de la Nación, de sacarnos recursos a
todas las provincias de la Argentina para entregárselos al distrito más
grande”. Y luego señaló que “necesitamos funcionarios militantes y
comprometidos, no burócratas” para un cambio. Cosa que llegó con Alberto
Fernández. Los primeros pasos, en la adversidad, están pero ahora es necesario
producir la transformación solidaria que el país, como conjunto no como una
variedad de provincias satelitales que danzan alrededor de un centro.
Alberto lo
planteó y adoptó algunas medidas pero ahora hace falta observar que el mundo
ingresa a una multipolaridad sin potencias privilegiadas, donde los países
rectores irán a una misma mesa a tratar los asuntos comunes a la humanidad, y
avanzar sobre los privilegios para convertirlos en una oportunidad donde el
centro esté en el conjunto. El Papa Francisco ha vuelto a remarcar en su
reciente encíclica que se trata de mirar hacia abajo y hacia adentro. Acabar
con el festín de la injusticia, la usura y la negación de la persona humana.
Elementos contenidos en las tretas de las corporaciones para que el país siga
siendo, un exportador de divisas en una permanente destrucción de su capacidad
creativa.
José Luis
Gioja había dicho que el macrismo “se llevó el federalismo a marzo” cuando la
transferencia de recursos a la Vidal. Si Perón enseñó que “la conducción es un
arte”, debemos llevar esos conceptos a la reforma que debe ser un arte para la
transformación. Con responsabilidad comunitaria, concepto de Nación en su
conjunto, con el espíritu de los enfermeros, médicos, asistentes, que en
condiciones de adversidad dan clases de solidaridad en hospitales y centros
asistenciales de todas las provincias.
Para esas tareas,
hay que reconstruir el partido Justicialista, ganar en organización y aprender
del pueblo como se hacen las pequeñas tareas que son las grandes. Hay que
acabar con el financiamiento permanente de las grandes fortunas, Vicentín con
deudas a bancos extranjeros de 500 millones de dólares, casi 250 al estado
holandés, unos 20 mil millones de pesos al Banco Nación. Eso se paga con el
hambre, con el despojo, con la negación de la educación y la proyección
productiva. No es posible subsidiar a la usura y la riqueza sin límite para
dejar al pueblo sin salud, vivienda y sin escuela. Hay que impedir que los
poderosos sigan incendiando los campos sin que les llegue la ley, y que la
Corte sea el anclaje de un aspirante a Dios con un diario y un sistema
mediático no contemplado en la ley. La ley y una organización de la
transformación es lo que se impone y esa es la necesidad urgente para dar
continuidad a lo que el gobierno comenzó a encarar el 10 de diciembre de 2019.
En síntesis, un arte que consagre el país a la felicidad de las grandes
mayorías. Quizá se trate ahora de imaginar el país con su capital en un
verdadero centro, tal vez en la Patagonia y sí, en la justicia social y la
soberanía.
*Periodista,
escritor, historiador
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