En la Razón
de mi vida, dije con mis pobres palabras, cómo un día maravilloso de mi
existencia me encontré con Perón.
Él ya estaba
en la lucha.
Lo recuerdo
como si lo viese, con la mirada llena de brillo, con la frente levantada, con
su limpia sonrisa, con su palabra encendida por el fuego de su corazón.
Yo ví desde
el primer momento, la sombra de sus enemigos, acechando como buitres desde la
altura o como víboras pegajosas, desde la tierra vencida.
Y lo vi a
Perón demasiado solo, excesivamente confiado en el poder vencedcor de sus
ideales, creyendo en la primea palabra de todos los hombres como si fuese su
propia palabra limpia y generosa, sincera y honrada.
No me atrajeron
ni su figura ni los honores de su cargo y menos sus galones de militar.
Desde el
primer momento yo vi su corazón.. y sobre el pedestal de su corazón el mástil
de sus ideales sosteniendo cerca del cielo la bandera de su Patria y de su Pueblo.
Yo ví su inmensa
soledad, una soledad como la de los cóndores, como la de las altas cumbres,
como la soledad de las estrellas en la inmensidad del infinito.
Y a pesar de
mi pequeñez, decidí acompañarlo.
Por seguirlo,
por estar con él hubiese sido y hubiese hecho cualquier cosa ¡menos torcer la
ruta de su destino!
Fue cuando le
dije un día:
-
Estoy
dispuesta a seguirlo, donde quiera que vaya.
Poco a poco yo entré también en sus
batallas.
A veces porque me provocaron sus
enemigos.
Otras, porque me indignaron sus
traiciones y sus mentiras.
Había decidido seguirlo a Perón pero
no me resignaba a seguirlo de lejos, sabiéndolo rodeado de enemigos y
ambiciosos que se disfrazaban con palabras amistosas… y de amigos que no
sentían ni el calor de la sombra de sus ideales.
Yo quería estar con él los días y las
noches de su vida, en la paz de sus descansos y en las batallas de su lucha.
Yo ya sabía que él como los cóndores
volaba alto y sólo…!y sin embargo yo tenía que volar con él!
Confieso que no medí desde el
principio toda la magnitud de mi decisión… yo creí que podía ayudarlo a Perón con
mi cariño de mujer, con la compañía de mi corazón enamorado de su persona y de
su causa…!pero nada más! Pensé que mi tarea, junto a su soledad, era llenarla
con la alegría y con los entusiasmos de mi juventud.
De Eva Perón, “Mi mensaje”.
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