El
7 de mayo de 1922, en un Junín, provincia de Buenos Aires, nace María Eva
Duarte, Evita. Una de las mujeres más influyentes, como pocas, en la política
argentina del siglo veinte.
Pasaron los años, y su legado quedó en la memoria de todo el movimiento nacional y popular. Su lucha se hizo piel en todos los pueblos del mundo, en los invisibilizados, en los bastardos como a ella la trataban. En todo el mundo, su figura y sus frases están en muros, remeras, banderas, hasta películas de cómo fue su vida y sus luchas. El voto femenino, la Fundación Evita, la ciudad Evita, fueron algunas de sus ideas para paliar la infelicidad de sus descamisados.
Pasaron los años, y su legado quedó en la memoria de todo el movimiento nacional y popular. Su lucha se hizo piel en todos los pueblos del mundo, en los invisibilizados, en los bastardos como a ella la trataban. En todo el mundo, su figura y sus frases están en muros, remeras, banderas, hasta películas de cómo fue su vida y sus luchas. El voto femenino, la Fundación Evita, la ciudad Evita, fueron algunas de sus ideas para paliar la infelicidad de sus descamisados.
La
amaban tanto los desposeídos, que eso, se convirtió en el odio de las clases
altas de nuestra sociedad. Tenía esa ventaja. Era más querida que odiada,
porque la clase oligárquica es mucho menor, que el pueblo que está atascado en
la miseria y en la injusticia. Siempre, en todos los ámbitos, colocándose del
lado de los débiles. Hay tantas cosas que podemos decir de su figura que nos
quedamos cortos.
Nos
dejó dos obras fundamentales para analizar su pensamiento: “La razón de mi
vida” y “Mi mensaje”.
En
su corta vida, llegó y se deslizó sobre las cumbres del alto poder, observando
detalladamente las verdades, de cómo pensaban en esos círculos. Demostrando su
personalidad y sus intenciones sin ningún tapujo y con un carácter que metía
miedo. En su última obra “Mi mensaje”, expone de manera verborrágica, todo lo que
sentía, agonizando en la cama, decía: “Los
tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a medias, me
dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor”. Hablaba en ese
entonces, de todos los que se acercaban por conveniencia al movimiento, pero
que eran solamente obsecuentes o alcahuetes, que se querían beneficiar a costa
de la confianza que Perón tenia para con sus coetáneos. Observaba las caretas,
con las que los dirigentes que se vendían con la oligarquía, actuaban frente al
Coronel, como a ella le gustaba tenerlo. Y agregaba, que “No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el
canto de los ruiseñores. Pero hay que apartarlos del camino. No pueden estar
cerca del pueblo ni de los hombres que el pueblo elige para conducirlos. Y
menos, pueden ser dirigentes del pueblo. Los dirigentes del pueblo tienen que
ser fanáticos del pueblo. Si no, se marean en la altura y no regresan. Yo los
he visto también con el mareo de las cumbres”. Tenía una mirada crítica a
todos los que se acercaban al poder, y eso los hacía vulnerables. Exponiendo
que ella misma también, llegó de la nada a ser la primera dama, pero no se
obnubiló con todo lo que eso significa. Si no que, lo degustó en primera
instancia, pero para poder entender qué pensaban y sentían la gente de poder. Y
al final, se dio cuenta de toda la miseria que tenían en su espíritu, y el odio
que emanaban.
Recordarla
hoy, y escribir estas pocas líneas en su natalicio, nos llena de orgullo y nos
hace pensar. ¿Qué diría hoy en este contexto de desigualdad? ¿Cuáles serian sus
ideas para combatir el imperialismo avaro de estos días? ¿Cómo trataría a la
oligarquía que siempre la denostó hasta su muerte? En tus 101 años, te pensamos
una más de nosotras, en las marchas, en los sindicatos de mujeres, y de todos
los trabajadores, en nuestros niños y niñas del futuro siempre estará la Evita
del Pueblo.
*Estudiante
del Profesora en Geografía. Universidad Nacional de Formosa.
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