El inmenso Ernesto
Cardenal, acaba de fallecer, a los 95 años de edad. El poeta y dramaturgo nicaragüense
Pablo Antonio Cuadra, escribió en 1971, sobre E. Cardenal, que
“A este pueblo (nicaragüense) se le conoce
universalmente por dos figuras: Rubén Darío y César Augusto Sandino. (…) En el
caso de Ernesto Cardenal, cobra nueva fortuna. Se trata de un monje. Un monje
absolutamente sorpresivo y peculiar: revolucionario y poeta.” Claro que
además, fue teólogo, escritor, traductor, político, escultor. Una experiencia
de vida notable, riquísima, popular, horizontal, empática, fue la que sucedió
en la Isla Solentiname. Recuerda Pablo Cuadra: “En 1965 un grupo de amigos nos embarcamos en Granada, puerto del Gran
Lago de Nicaragua, con Ernesto Cardenal, que días antes había sido ungido
sacerdote. Íbamos hacia el archipiélago de Solentiname, un bello y abandonado
grupo de islas situado al otro extremo de nuestro Mar Dulce. Ernesto dio misa
en el barco –su nave de iglesia-, entre vuelos de cormoranes y de garzas. La
isla de su fundación (Mancarrón), tenía una vieja ermita casi en ruinas y
estaba llena de monte y breñales, salvaje, pero situada en uno de los paisajes
más bellos del mundo. Comenzaron a llegar nativos en canoas y botes. (…) Cuatro
años después la isla no ha perdido su pobreza campesina. Los isleños han
formado una cooperativa y tienen en comunidad un pequeño basrco a motor para
llevar los productos. (…) Poetas, artistas, peregrinos, hombres que quieren
paz, hombres que buscan algo, cruzan el lago en incómodas lanchas y llegan a
Solentiname, a sus silencios y a sus diálogos. Allí vive, descalzo y barbado,
vestido con el traje del campesino, trabajando artesanías, haciendo esculturas,
escribiendo sus poemas, leyendo, contestando correspondencia del mundo entero,
predicando, llevando los sacramentos, ayudando al pueblo o escribiendo para los
diarios de la capital cartas iracundas contra los abusos del poder o contra las
claudicaciones de su propia iglesia, un poeta cuya poesía es hoy (1971), la más
leída de América.”
Así vivió
Ernesto Cardenal. Su compromiso con el pueblo nicaragüense, con sus
necesidades, lo llevó a aceptar el cargo de Ministro de Cultura, cuando el
sandinismo, encabezado por Daniel Ortega, llegó al gobierno en 1979. Fue
Ministro hasta 1987, cuando dicho Ministerio se cerró por falta de presupuesto.
En el año 1994, dejó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), por no
estar de acuerdo con la gestión de Daniel Ortega. Inmediatamente, adhirió al
recién formado Movimiento Renovador Sandinista (MRS), cuyo co-fundador es el
escritor Sergio Ramírez. La escritora Gioconda Belli, también apoyó al MRS.
Pero la
propia iglesia, no fue condescendiente con la prédica de Ernesto Cardenal, su
cosmovisión, e incluso con su forma de vivir. En Febrero de 1984, el Papa Juan
Pablo II, suspendió sus derechos a ejercer el sacerdocio, por adherir a la
Teología de la Liberación. Sólo treinta años después, se le levantó dicha
suspensión, merced a la voluntad del actual Papa Francisco. Quizás una muestra
reducida, de lo que le sucedió a Galileo Galilei.
Su obra
poética es inmensa. Epigramas (1961); Salmos (1964); El estrecho dudoso (1966);
El evangelio en Solentiname; Canto Nacional (1972); Oráculo sobre Managua
(1973); Cántico cósmico (1989); Vida en el amor (1997), entre otros. En el año
2005, Cardenal fue nominado para el premio Nobel de Literatura, pero finalmente
lo ganó el dramaturgo y poeta inglés Harold Pinter. Las miradas que pueden
alzarse acerca de la obra, especialmente poética, son diversas, como los
orígenes de dichas obras. El amor, el compromiso popular, la mirada crítica del
mundo contemporáneo, la prédica heterodoxa del compromiso con Dios, y también
la historia, tanto de Nicaragua como de América Latina. He aquí, una de sus
poesías. Sencilla, profunda.
HAY UN RUMOR DE TRACTORES EN LOS
PRADOS
Hay
un rumor de tractores en los prados.
Los
ciruelos rosados están en flor.
Mira:
están en flor los manzanos.
Amado,
ésta es la estación del amor.
Los
estorninos cantan en el sicomoro.
Las
carreteras huelen a asfalto recién regado
y
los carros pasan con risas de muchachas.
Mira:
la estación del amor ha llegado.
Todo
pájaro vuela perseguido por otro.