“Estamos construyendo una catástrofe”, expresó alguna vez, en
medio de la segunda guerra mundial, el pensador Walter Benjamín. No fue Horacio
Rodríguez Larreta aunque, en la práctica, intenta un camino semejante en la
construcción del caos político en la Argentina.
Y no está solo porque, en
realidad, no es el jefe, lugar que tiene a Macri en el centro. Pero “el guasón”
ha mostrado en estos días las uñas y para ir en el camino de la confusión
general, se puso el uniforme y salió a plantarse como el tiranuelo de una republiqueta
desde la cual se cree con las mismas atribuciones que el Presidente de la
República. Si el país está en problemas, Rodríguez Larreta quiso llevarlos al
paroxismo para acabar con el gobierno.
Intenta hacer creer que, por tener un municipio privilegiado,
tiene que manejar las variables de la pandemia en el país. Debilitar al
gobierno de Alberto Fernández como sea, es su estrategia para lanzarse a la
candidatura a presidente, asunto que corresponde a los meses finales de 2023.
En tanto, agita la presencialidad en la educación mientras niega vacantes en
escuelas públicas muchas de las que se caen por falta de reparaciones,
instrumentos a los hospitales que no atiende, y somete a la educación al peor
presupuesto de su historia, reduciéndolo en casi un 10 por ciento este año. Su
respuesta es, entonces, el caos.
La ciudad autónoma en la que se posiciona no es un país a lo
Mitre cuando ensayó la república del Río de la Plata para hacer un negocio de
aduanas, usuras y contrabando perpetuo hacia 1853 en adelante. El brexit acaba
de modo paulatino, con el coloniaje sobre el que se sustentan, como producto
del Pacto de Madrid de 1991, la ciudad autónoma (un municipio con ventajas de
ser capital del país) y su estatuto, que los pícaros legisladores del acuerdo,
titularon constitución. No hay mención de ello en la Constitución nacional. Es
una piolada del porteñaje, que es diferente de ser porteño. Esa estructura
caerá cuando se debata en los próximos años, una constitución que acabará con
la herencia del mitrismo. Hoy se está terminando un tiempo histórico político y
Rodríguez Larreta rema contra el viento.
El caos permite al menos
dos cosas, mezclar todo para que se dé aquello de “a río revuelto ganancia de
pescador” y lo otro, es la confusión que permite instalar escenarios
favorables, en este caso, al festín corporativo de los miserables y los avaros.
Y “el guasón” no está solo en esa revuelta. En los últimos meses se le ha unido
en silencio, Guillermo Moreno, que ya ofrece por Lugano, Mataderos y otros
barrios, lugares en una lista de legisladores porteños para quebrar al
peronismo.
Moreno pretende cruzar listas en Capital, Buenos Aires y
otros distritos, para debilitar a la unidad en el Frente de Todos. Se unirá así
a Barrionuevo y Graciela Camaño, que decidió arrojar su honra, a Randazzo el de
la duda permanente, y otros operadores conocidos. Uno de ellos es Bárbaro,
Julio, que de forma definitiva se abrazó a Juntos por el Cambio y trabaja para
Rogelio Frigerio en Entre Ríos. Exhuberante en su apática tristeza, difunde que
el gobierno cae en octubre. Hoy no tiene el argumento de ofrecer el gobierno a
Bunge y Born o a otra corporación, y en el ocaso exhibe la farsa de su acción
en ciertos medios amigos.
Si la política es política
internacional, como decía Perón, lo que va a definir el camino de la Argentina,
es el rumbo del mundo hacia la multilateralidad que es donde están las
posibilidades de una transformación. Y la unidad es una vez más la respuesta.
La quiebra, los cortes entre organizaciones de todo tipo y las pujas
personales, en las que hay ejemplos varios entre la dirigencia, favorecen a la
estrategia de Rodríguez Larreta. Abrir diferentes frentes, lo único que hace es
abrir un damero de debilidades y frentes imposibles de conducir. Cuando
Cristina llamó a la unidad y dio a conocer la fórmula presidencial, el pueblo
ni chistó, aprobó con entusiasmo y sabiduría el camino y los nombres escogidos.
Hoy no hay mucho por agregar sino repetir esa idea y unir para este octubre o
noviembre en camino a 2023.
La transformación es la unidad, precisa de la unidad y de un
trabajo que hoy, por la pandemia, no es posible realizar, para profundizarla y
hacer de ella una ley sin vuelta atrás. El caos en el que procuran hundir a la
sociedad, es un riesgo aplicado en días duros de pandemia, de dolor, de
contagios, de escuchar y saber que amigos, familiares, compañeros, son heridos
como consecuencia del virus. Hay que estar en estado de preocupación por dar
una palabra, un llamado, una ayuda a quien la necesita sin preguntar demasiado,
por la sola acción que nos hace mejores y es curativa para los que más sufren.
El pueblo sufre necesidades, padece carencias y está ahí, en la espera de
repetir aquel llamado de Cristina para la “juntada” y sin titubear, pasar a
cumplir los pasos necesarios para consolidar el rumbo. Hay que tomar el ejemplo
de los médicos, enfermeros, auxiliares y los que trabajan solidarios en el
combate a diario.
Rodríguez Larreta, el mamerto, los Moreno entregados a los
entreveros de la confusión, y sus “amigos” de caos, van al rejuntado del
“guasón” porque a la hora de hacer política, prefieren el facilismo del odio,
argumento de los neoliberales y los neotraidores. Hay que observar el
comportamiento de gobernadores y pueblos de las provincias, a veces en
silencio, a veces expresándose, pero siempre firmes en ciudades lejanas, en
pueblos, en la llanura, la sierra, la cordillera, la puna, la quebrada, la
Patagonia o el delta, cumpliendo normas en medio de carencias pero con la
esperanza en la mano. Es el silencio de los que sienten profundo y hacen, en
forma callada y activa. Esa unidad es la misma que practican las organizaciones
gremiales cuando luchan por los derechos de los trabajadores, y acompañan a las
tareas sanitarias.
La tarea de acabar con el saqueo del país, precisa de una
lucha contra los personeros del caos que fugaron 80 mil millones de dólares en
cuatro años de macrismo. Rodríguez Larreta es su abanderado, el mismo que le
dio la espalda a René Favaloro y hoy al pueblo. Justamente, Favaloro sostenía
que “Todos debemos comprometernos a luchar sin descanso por la rehabilitación
del aire, el agua y la tierra”. La tarea es común, nuestra identidad, la unidad
para la transformación.
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