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PESTE Y PODER. FOUCAULT MIRA, por JORGE DANIEL CHACOMA*



 La obra de Michel Foucault (1926-1984), filósofo francés, resulta inspiradora y puntualiza la travesía que ha elaborado, a través de la historia de desafíos que enfrenta el ser humano: la historia, la verdad, la ley, el castigo, el poder, la sexualidad, la disciplina, entre tantos otros.

Nos referiremos en las páginas que siguen al poder, elemento que entrelaza, e imbrica con otros de los desafíos, y que Foucault trabajó entre 1970 y 1976, en su etapa genealógica, durante la cual señaló los planteos teóricos más significativos sobre el poder, los cuales constituyen una ruptura evidente en relación a los conceptos utilizados hasta entonces. La etapa anterior de Foucault (años 60´), se refirió a lo metodológico, arqueológico, abordando conceptos como el sujeto, la verdad, el saber, la ciencia.

El poder, como teoría y praxis, tiene lugar en una diversidad de espacio y tiempo, y como veremos, en épocas críticas de las sociedades, hace su aparición de manera permanente y omnipresente, como señala Foucault. El caso de la pandemia de este siglo XXI, constituye un verdadero ejemplo de dicha afirmación. Foucault ilumina en este sentido, por ello, abordaremos de manera actualizada tal expresión socio-politica.

 El poder clásico

 Guillermo O´Donnell (1936-2011), politólogo argentino, definía al poder como “la capacidad, actual y potencial, de imponer regularmente la voluntad sobre otros, incluso pero no necesariamente, contra su resistencia”. (1984:34). Se trata de un concepto clásico, que nos expresa la idea de represión, sometimiento, y en algunos casos de humillación. El poder como sinónimo de imposición, compromete a todos los otros, en tanto los individuos, pueden asumir actitudes de resistencia, de pasividad, incluso de indiferencia, pero los efectos del poder, les afectará.

Max Weber (1858-1920), sociólogo alemán, desarrolló la idea de un poder diferenciado de la dominación. El poder propiamente dicho, afirmó que es “... la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad”. (1992: 64) Podemos señalar la familiaridad al concepto de O´Donnell, es decir, el poder, constituye la capacidad de generar nuevas consecuencias, generalmente no deseadas, sobre otros sujetos. Para ello, existe cierta relación desigual entre las partes, dado que entre los actores sociales, se establece una relación entre sujetos (poder) y objetos (sumisión), los cuales ponen en funcionamiento determinados y diferentes medios ó recursos, con los cuales se ejerce dicho poder.

            Ahora bien, el concepto de dominación, según Weber, a diferencia del poder que supone obligar a alguien a realizar acciones aún cuando no lo desee, incluye “un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés en obedecer (externo ó interno), esencial en toda relación auténtica de autoridad”. (1992:170). Es decir, existe dominio cuando los propios gobernados ratifican esa situación, que es “la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (ó para toda clase de mandatos). Esta dominación (...) puede descansar en los más diversos motivos de sumisión: desde la habituación inconsciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines”. (1992:170). Así, la dominación, encuentra por un lado, voluntad de obediencia por parte de los subordinados; y por otro, los motivos de dicha voluntad mínima de obedecer, se pueden originar en una amplia gama de posibilidades. Weber menciona desde el más inconsciente de los actos cotidianos, que pueden vincularse a la tradición, al carisma de liderazgo, y/o a la racionalidad legal (normativas).

 La ruptura de Foucault

             Señala Foucault, que el poder represor ó el que prohíbe y somete a los subordinados-sumisos, es insuficiente para detentarlo como tal. El propio rechazo al mismo, torna débil el sostenimiento del mismo. Para este autor, el poder no significa instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos en un estado determinado. (1983b).

Foucault va más allá del poder prohibitivo y represor, y se instala en una versión disruptiva. Se refiere al método del poder: “no debe ser buscado en la existencia primera de un punto central, es un foco único de soberanía del cual irradiarían formas y descendientes. (…) se está produciendo a cada instante, en todos los puntos, o más bien en toda relación de un punto con otro. El poder está en todas partes”. (1983b:175).

            El poder tiene necesidad de controlar a las personas. La existencia del panóptico (ver más abajo), constituye una metáfora omnipresente, que Foucault hallará en todas aquellas instituciones, que desde la modernidad en adelante, se ocuparán de vigilar y corregir a los individuos, en algunos casos a través de toda su vida. Tanto la escuela, como el hospital, el trabajo (especialmente la fábrica), la prisión, deberán corregir las acciones tóxicas de las personas, apartando a los “anormales” (aquellos que violan el derecho positivo).

Entonces, se controla, se corrige, es el disciplinamiento que deviene en una sociedad disciplinaria a diferencia de aquella sociedad de los suplicios, del descuartizamiento de Damiens, o de Tupac Amaru, sólo por citar dos casos del siglo XVIII, entre miles.

El “nuevo” poder ya no desmenbrará los cuerpos, se aleja de los suplicios; pero vigilará, producirá información-verdad, dispondrá de la decisión de excluir a los anormales. Así, Foucault halla en la metáfora del Panóptico, la forma disciplinaria primordial.

 Panóptico, para ver mejor

                El poder necesita controlar a los individuos. Lo hace en diferentes niveles. Foucault –arqueología, archivos, mediante-, recorre las verdades históricas, y descubre que en la sociedad del siglo XVII, el castigo estaba dado por la eliminación y exterminio, previo suplicio del condenado. En Vigilar y castigar, describe el suplicio de Damiens, de quien fue desmenbrado su cuerpo y quemado, en 1757, por atentar contra el Rey. Los mismos suplicios adoptarían los españoles con los indígenas de Sudamérica, como el cacique Inca Tupac Amaru, que en 1781, fue decapitado, previo fallido descuartizamiento.  

               Luego de los suplicios de 1757, Foucault compara esta forma de castigo-exterminio, con un Reglamento escrito en 1838, para un correccional de menores, en Paris. En el mismo, se establecen reglas estrictas de comportamiento para los internados, como la higiene, deportación y trabajo forzado, entre otros. La tendencia del reglamento, es la de corregir, no exterminar. Foucault, da cuenta de una época en la que aparecen proyectos y/o reformas de la ley de procedimiento penal. Nuevas teorías del delito, de la moral, del derecho a castigar. Desaparecen los suplicios, y sólo ha transcurrido menos de un siglo. Inferimos que Tupac Amaru, podría haber sido castigado con trabajo forzado (colonialista).

               De este modo, durante el siglo XIX, así como se transforma el castigo penal, se consolidan también instituciones de vigilancia y control, por las cuales, los individuos pasarán en algún momento de su vida. Se trata –como señalamos más arriba-, de ámbitos como la escuela, el hospital, la fábrica, el asilo. Foucault lee a Jeremy Bentham, quien en 1791 publicó Panóptico, texto-folleto, ordenado por la Asamblea Nacional de Francia. ¿En qué consiste el Panóptico? Bentham describe la forma arquitectónica de una prisión:

 

“Una penitenciaría debería ser un edificio circular. (…) Las habitaciones de los presos ocuparían el edificio de la circunferencia exterior, con una altura de seis pisos. (…) celdas abiertas hacia el lado interior, porque un enrejado de hierro poco macizo las expone por entero a la vista. La vivienda de los inspectores se ubica en la torre central, pero la torre consta sólo de tres pisos porque están dispuestos de modo que cada uno domine en pleno dos pisos de celdas. La torre de inspección está circundada por una galería cubierta con una celosía transparente, la que permite que la mirada del inspector penetre en el interior de las celdas a la vez que le impide ser visto, de manera que con una ojeada ve la tercera parte de sus presos, y al moverse en un reducido espacio puede observar la totalidad en un minuto. Pero aunque estuviese ausente, la idea de su presencia es tan eficaz como la presencia misma. El conjunto de esta edificación es como una colmena, donde cada una de sus celdas es visible desde un punto central. La denominación para esta prisión será Panóptico, para expresar en una sola palabra su ventaja esencial: la facultad de ver con sólo una ojeada, todo lo que allí ocurre.” (Bentham, 2005:17-18)

 El panóptico, para Foucault, es la metáfora de las sociedades modernas, en donde el individuo es permanentemente vigilado, visible para el poder. No importa quien detenta el poder, el individuo sabe que está vigilado. Se han afianzado las instituciones de disciplina, las cuales no siempre son estatales. No existe únicamente un poder central, estatal, autoritario, son las personas las que hacen circular el poder, la información, el saber, la verdad. El poder se encuentra produciendo verdades, a partir de la visibilidad de cada persona.

Se trata de la disrupción de Foucault, quien sostiene que el poder es múltiple, no es central ni unívoco. No reprime, no centraliza, sino que distribuye, sugiere caminos (que somos cada uno de los ciudadanos), para llegar a la relación de fuerzas, que permitirá el saber y la producción de verdad. El amo no desea conocer al esclavo, lo asfixia, lo explota, lo mata. Los dispositivos del poder disciplinador, a diferencia del amo, van en búsqueda del saber, de los datos de las personas. Esas personas, producen las verdades que el poder necesita. Hoy, se encuentran en los datos de las redes sociales, en las aplicaciones.

Foucault señala que la sociedad moderna, la sociedad disciplinaria, se apoya sustancialmente en las normas, en las leyes. Son dispositivos para delimitar conductas de las personas. Es la fisura ó grieta de la sociedad: si se cumple con las leyes, se es sano, normal, disciplinado, domesticado. Si se sale de la normalidad, por ejemplo con una enfermedad (una peste, una epidemia, pandemia), el poder institucional lo registrará, hará el seguimiento, observará en forma permanente su historia clínica, será diagnosticado, y eventualmente su cuerpo, modificado (cirugía, medicación y otros).

En el caso de las violaciones a las leyes, el infractor, será sancionado, controlado, encerrado. Y pasará a engrosar el bando de lo que Foucault denomina los anormales.

 El individuo disciplinado

 Las instituciones disciplinarias, entonces, van produciendo saber, verdad, e instando a que los propios individuos produzcan su propia información, lo cual facilitará el control disciplinario. Una persona puede consultar: ¿cuándo puedo reinscribirme para iniciar las actividades?, y pueden responderle: “no es necesario, recordá que ya tenemos tu legajo, por lo tanto, podes comenzar cuando quieras”. Se trata de una institución con dispositivos ya configurados para el saber, lo cual también es parte de la verdad que produce la sociedad disciplinaria. Estamos todos vigilados.

Dicho saber, garantiza el control de la información básica, de los cuerpos en tanto su accionar direccionado hacia objetivos inocuos, garantiza también la subordinación permanente de los individuos (cuerpo-mente), y otros más. El cuerpo de las personas, se torna sustancial para el control de los mismos, y extender la disciplina de los individuos. La antropóloga Rita Segato, sostiene que el abuso sexual contra la mujer, constituye la forma más extrema de cosificación: “El ataque sexual y la explotación sexual de las mujeres son hoy actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más preciso con que la cosificación de la vida se expresa”. (2018:13)

Podríamos señalar como un tropo más, que el control de los cuerpos, la disciplinariedad, construye la docilidad extrema de una sociedad dada. Recordemos que el capitalismo hace del cuerpo de los trabajadores, un elemento a explotar para extraer la mayor rentabilidad posible. El obrero se transforma en mercancía para el capitalista, al mismo tiempo que produce las mercancías para el mercado. El capitalismo “martiriza su cuerpo y arruina su espíritu”. (…) Su trabajo no es voluntario, pues, sino impuesto; es trabajo forzado”. (1972:104).

En tal sentido, Foucault afirma que las instituciones disciplinarias, configuran dispositivos necesarios para el control de los individuos en el seno de esas instituciones, en tanto si fuera posible, un control del tiempo absoluto del tiempo de dichos individuos. Es el poder capilar, ó la microfísica del poder, que se ramifica a través de los espacios más remotos de la sociedad, y que el poder diseña para que los mismos individuos lleven consigo el poder y lo distribuyan, sin posibilidades de que alguien quede afuera.

Podemos señalar entonces, que las instituciones controlan tiempo y cuerpos de las personas. Se controla la vida misma: registro en planillas, datos personales ó demográficos, el pasado (de dónde viene), el futuro (que desea hacer), intencionalidades (¿porqué desea hacer eso?), su vida laboral, su salud total (síntomas), su vida familiar. Debe existir un orden que los individuos respeten, la ley. Quien no respeta las leyes, se aparta de lo normal, y pasa a formar parte de los anormales.

Por ello, las instituciones también poseen un sistema disciplinario, de castigos. Ante los reglamentos que no se cumplen, se sanciona, se expulsa, se estigmatiza, las medidas a tomar serán serias. Se modelan las conductas. En caso de peste, se aisla, se prohíbe, se traslada, se separa. Ello ocurrirá en cada institución encargada de lo atinente a la peste, y pueden ser diversas instituciones. Y no existirá el poder represor que llega cada día, a poner orden. No. Existe el micropoder, o la microfísica del poder, según Foucault, mediante el cual, los propios individuos se hacen cargo del orden disciplinario. La ley, la norma, constituye el micropoder.

 La peste, el poder

 Con referencia a la peste del siglo XVIII, Foucault, aludió a los reglamentos que debían regir para enfrentarla:

“He aquí, según un reglamento de fines del siglo XVIII, las medidas que había que adoptar cuando se declaraba la peste en una ciudad.

En primer lugar, una estricta división espacial: cierre, naturalmente de la ciudad, del terruño, prohibición de salir de la zona bajo pena de la vida, sacrificio de todos los animales errantes; división de la ciudad en secciones distintas en las que se establece el poder de un intendente. Cada calle queda bajo la autoridad de un síndico, que la vigila; si la abandonara, sería castigada con la muerte. El día designado, se ordena a cada cual que se encierre en su casa, con la prohibición de salir de ella, so pena de la vida. El síndico cierra en persona, por el exterior, la puerta de cada casa, y se lleva la llave, que entrega al intendente de sección; éste la conserva hasta el término de la cuarentena. Cada familia habrá hecho sus provisiones; pero por lo que respecta al vino y al pan, se habrá dispuesto entre la calle y el interior de las casas unos pequeños canales de madera, por los cuales se hace llegar a cada cual su ración, sin que haya comunicación entre los proveedores y los habitantes; en cuanto a la carne, el pescado y las hierbas, se utilizan poleas y cestas. Cuando es preciso en absoluto salir de las casas, se hace por turno, y evitando todo encuentro. No circulan por las calles más que los intendentes, los síndicos, los soldados de la guardia, y también entre las casas infectadas, de un cadáver a otro, los “cuervos”, que es indiferente abandonar a la muerte. Son éstos “gentes de poca monta, que transportan a los enfermos, entierran a los muertos, limpian y hacen muchos oficios viles y abyectos”. Espacio recortado, inmóvil, petrificado. Cada cual está pegado a su puesto. Y si se mueve, le va en ello la vida, contagio o castigo.” (1983a:199).

 

Para el control de estas reglas, señala Foucault, que “la inspección funciona sin cesar. La mirada está por doquier”. La vigilancia incesante, se apoya en un sistema de registro permanente. “El registro de lo patológico debe ser constante y centralizado. La relación de cada cual con su enfermedad y su muerte pasa por las instancias del poder, el registro a que éstas la someten y las decisiones que toman”. (1983a:200). La información es registrada en forma permanente, dado que la peste amerita el ejercicio del sistema, especialmente para curar y sanar ó excluir a los anormales.

La peste es una plaga que se expande, contagia, daña a los individuos. La división espacial, posibilitará la vigilancia, tan necesaria para detener la causa, el virus, bacteria u otros.

El poder registrará, escribirá, mantendrá el control de los infectados. Además, el poder es sinuoso, efectivo, invisible, panóptico. Nadie debe contagiarse, infectarse. Si ocurre, será apartado, excluido. Engrosará las filas de los anormales. El sistema sanitario debe ser pulcro, eficiente, debe hacer respetar las normas.

La peste es una amenaza al orden, es necesaria la disciplina. Foucault, señala que en el siglo XIX, la técnica hacia los anormales-excluidos, estaba en la división binaria: loco/no loco; normal/anormal; peligroso/inofensivo. Lo normal/anormal, se encuentra atravesado por el orden. Y el orden social imperante, debe ser productivo. Si no lo es, el poder no circula. Cada uno de los individuos, forma parte del micropoder, el cual posee densidad histórica, es lo genealógico de Foucault. Si el poder circula en nosotros, nunca dejará de funcionar. Foucault ha dejado sin velos, la totalidad de los pliegues del poder cotidiano.

  

Bibliografía

 

BENTHAM, Jeremy. (2005). El panóptico. Buenos Aires. Quadrata.

FOUCAULT, Michel. (1980). Microfísica del poder. Madrid, España. La Piqueta.

--------------------------. (1983a). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México. Siglo XXI editores.

--------------------------. (1983b). El discurso del poder. Buenos Aires. Folios Ediciones.

---------------------------. (2019). El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Buenos Aires. Siglo XXI editores.

MARX, Karl. (1972). Manuscritos de 1844. Economía, política y filosofía. Buenos Aires. Ediciones Estudio.

O´ DONNELL, Guillermo. (1984). Apuntes para una teoría del Estado, en Oszlak, O.; Teoría de la burocracia estatal. Buenos Aires. Paidós.

SEGATO, Rita. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad. Buenos Aires. Prometeo.

WEBER, Max. (1992). Economía y Sociedad. México. Fondo de Cultura Económica.

  

            *Sociólogo. Universidad Nacional de Formosa.

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