“La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre”.
Leopoldo Marechal
I
Podremos vivir este día,
un 17 silencioso y
dolido,
como si sufriésemos una
herida
y la Patria
estuviese a punto de
parir.
II
El fragor del capital
nos apesta
hiere sobre nuestros
cuerpos
su avaricia cuando
arrecia la historia,
las hijas de las
muchachas
de Ensenada haciendo
temblar
los frigoríficos,
tomando la calle
para descubrir una flor.
II
Un eco resonaba en el
país Tucumán,
en el país Patagonia,
Tafí Viejo,
Caspi Corral,
Basavilvaso o Posadas,
la canción se canta con
guitarra
y la síncopa es piedra
del Ande,
empedrado, cuero de
bombo o palma.
III
El coronel era el hombre
que aguarda.
Baqueano en el sur,
caminante del litoral y
el norte,
conocía las calladas
mesetas
de la resonancia.
IV
Evita se forjaba. Su
corazón, una hoja.
El viento abrupto de la
llanura y el río
la hacían abierta al
amor,
plena de rabia y sus
ojos
avistaban el misterio,
lo desollaban.
V
Trabajadores por
Avellaneda, Alsina, Barracas,
pájaros que descubrían
el camino y cantaban.
La historia decía: Plaza
de Mayo,
caballos, camiones,
colectivos,
tranvías que ardían en
rumores y quejas
como un bandoneón que
alistó la madrugada
en el subsuelo mismo
y en ese diecisiete,
era la voz de los
ranchos y las casas,
del sueño que había que
atrapar
en un rincón del alba.
VI
Es curioso que en ese
despertar
el pueblo fuera por la
historia
y no pidiera nada.
VII
En la plaza, tendida ya
la manta alunada de la
noche,
la multitud era una
voluntad,
pura unidad como un
plato de sopa
y todas y todos,
solidaria razón
de hornero en la brega
del barro,
exigían que se traiga a
su coronel
porque el pueblo lo
nombró
y no cabía otro sueño.
VII
Difícil resulta
comprender al pueblo
que no anticipa su
juego,
tan solo se trata de
jugar las cartas
de desandar el polvo
y cabalgar sin razón y
sin tiempo;
cuando quiera saber de
qué se trata
deténgase, pida un vino:
y beba un trago de
viento.
VIII
Hubo razones que fueron
razones
como las que se dicen en
el puro silencio.
¿Quién lo llamó, quién
lo trajo?
Todos nuestros caminos
conducen al pueblo.
IX
El sol que salió después
de los sucesos
fue diferente según cada
uno.
.
Una mujer fue entonces a
su rancho
recortó su foto en el
balcón,
la pegó en un fondo de
madera tierna
le puso una vela
y se propuso esperar
porque a la esperanza
siempre
se la siente en el
fuego.
X
Cuando lo revivimos en
el descorrer
ajeno de los años
olvidamos que aún hay un
secreto
porque hay raptos de la
historia
inapresable
que en una mujer arde en
regresos.
XII
Néstor y Cristina, digo,
como digo Perón y Evita,
digo compañeros,
y si los tiempos se
revuelven
como arenas de los
médanos del sur
cuando se detienen dejan
ver un reflejo.
La historia va a vuelve,
casquivana y fértil,
y por eso, yo sé que son
ellos.
XII
Néstor fue un diecisiete
alucinado,
un resplandor, un
recobrar
trajó la dignidad, el
trabajo
y en su rumbo
todos fuimos mejores
en su galopar sin
sosiego.
Estará esta vez en la
Plaza.
Habrá que tener coraje
para verlo.
XIV
Cristina emergió del
dolor,
de la diatriba, del
despojo,
de las palabras ingratas
de los torturadores
como cuando con Juana,
avivaban el fuego.
Cristina se ve en las
villas,
en barrios desolados es
esperanza
de los niños sin
cuadernos,
de los obreros y los
ancianos,
su voz es estridente, se
hace sentir
como un canto bueno.
XV
Regresó el general
de su odisea,
Cristina de la insidia
el despojo y el miedo;
estamos al regreso del
desierto
en las arenas donde el
sol y la sed
nos unen en la mirada de
los niños nuevos.
XVI
Hay un país de ultramar,
uno de tierra adentro
y el que amanece niño
del desastre
hace Patria de la
enfermedad,
la siembra porque a la
hora
la anuncia un arco iris
sobre el gris del cielo.
XVII
En la ronda de la Plaza
hay un árbol,
luz del amanecer desde
el subsuelo,
donde alguien que llega
desde lejos
avista en el fondo el
río
y al frente, a sus
hermanos,
se enreda entonces en un
abrazo
y las chispas encienden
el fogón
donde otra vez seremos
encuentro.
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