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LOS SONIDOS DE LA NIÑEZ SON PARTE DE LA UTOPÍA (Texto-Prólogo para el libro de Luis Medina Lazar “Prohibido cruzar la calle”), por JORGE DANIEL CHACOMA*

El libro que el lector sostiene en sus manos, Prohibido cruzar la calle, del poeta formoseño Luis Medina Lazar, constituye un nuevo escalón de calidad literaria en el derrotero del autor. Agradezco infinitamente a Luis, amigo, el honor de concederme expresar estas primeras palabras de su segundo libro.

             Para los lectores que se acercan con frecuencia a la literatura de autores de Formosa, tendrán presente, que Luis Medina Lazar, que nació en Formosa capital, y realizó sus estudios secundarios en el ex Colegio Nacional “Gobernador. J.J. Silva”, ya publicaba sus poesías en el Suplemento Cultural del diario La Mañana, de la ciudad de Formosa, siendo muy jovencito. Fui testigo de ese proceso, que fue de iniciación y de crecimiento. También formó parte de un grupo literario juvenil, Crisol de Almas, en cuyos momentos sus expresiones literarias, irrumpieron en el clima cultural de Formosa, con nuevas subjetividades, simbolismos, y literatura con sentido. Ha publicado también en revistas locales y diversos matutinos, así como en antologías literarias diversas, lo cual le brindó la experiencia, con un público diverso y amplio.

             Luis Medina Lazar, quien en 2003, se recibió de Profesor en Letras,  publicó en 2019, su primer libro de relatos El Salón de las Almas Nuevas, en donde –como señalamos en otra oportunidad-, contribuía “a la dicotomía ficción y realidad. Existe profundidad y cierta desmesura, en un marco de la vida cotidiana, que nos interna en las sorpresas, en las rupturas de ciertas reglas, especialmente de nuestras conciencias. La pluma de Luis Medina Lazar, permite que los pliegues del relato se trasformen en senderos de un laberinto, cuyas historias nos enriquecen con interrogantes.”

En Prohibido cruzar la calle, el profesor Luis Medina Lazar, recrea maravilla y brillantez –no es juego de palabras-, sino que el autor nos instala en la escena formoseña de una época, la década del ochenta, la de su juventud, la de nuestra propia historia, con tamaña fidelidad, con la veracidad que sólo un poeta puede exhibir. La ciudad, su gente, sus costumbres, se hallan presentes en una poesía que quizás nos rememore por momentos a la naturaleza de Juan L. Ortiz, ó a la crudeza escondida, que nos recuerda a Juan José Saer.

La poesía de Prohibido cruzar la calle, genera imágenes virtuosas, con las añoranzas que todos poseemos, y que Luis Medina Lazar, nos dibuja con precisas y elocuentes palabras. La poesía, en general, puede perturbarnos ó sosegarnos, casi como las pulsiones de Sigmund Freud. Y lo que hace el autor en este libro, es teñir nuestro momento de lectura, ese recorte de tiempo que tenemos los lectores, en un derrotero nostálgico, por un lado, pero poseedor de un alto umbral de imaginación y exhibición de significantes literarios, por otro.

Sus expresiones permiten interpretar, como en Amistad, su “atrapábamos miradas”, que denota inocencia, profundidad, e incluso utopía. Es lo que vendrá, no hay dudas de ello. Pero al mismo tiempo, también nos muestra lo cotidiano de la niñez, con el tocadiscos, el cine, “el perfume de la vecina”, ¿quien no? También, la “tristeza de las almas”, pero el candor de lo que vendrá, es un destino incierto, claramente, y que la palabra lírica, nos lleva a un elipsis de amor futuro, de una vida plena.

La tristeza de alguien que ya no está, se encuentra presente en Retrato. La figura recortada en un retrato, encierra esa sonrisa que puede proteger, porque hace falta en “este mundo bravío”. La figura, el recuerdo, provocan deseos de llorar, y “lloro, y me alivio”. Las ausencias que duelen, que no se olvidan, también forman parte de un poema que interpreta, pero que también se adentra en el cuerpo.

El niño, es la brutal presencia del tiempo, que por supuesto, produce secuelas. Desde la infancia, no sólo se construye el futuro adulto, también convive con el sueño, con el proyecto, pero que se encuentra al lado nuestro, lo deseamos real, verdadero, no importa que se torne invisible. Existen entonces, los recuerdos, las despedidas, y el tiempo se encargará de fundar crueldades, por ejemplo, cuando el niño que éramos muere. Luis Medina Lazar revela esa crueldad, cae la máscara de la niñez, y nos colocamos la de adulto. Eso es cruel, pero real y también provisorio.

Las nostalgias de una comunidad, no es sociología, son anécdotas de la niñez, que tejen la cultura propia. Ello está presente en Pueblo. El poeta, allí sugiere pero exhibe: la siesta, el calor, la agitación, el barrio polvoriento, y la contención hogareña, forman parte de los valores, que la modernidad irá borrando. Ese pueblo, esa comunidad, se torna tan importante, que el niño sueña con morir en su propio lugar.

Los sonidos de la niñez y de nuestra historia, forman parte también de la utopía, y de la vorágine intensa que nos envolverá. En Bullicios, la sonoridad es tan sustancial, especialmente aquella que nacía en los recreos de la escuela, y se proyectaban al hombre que hoy podemos ser.

La tradición del poeta, es la incomprensión de su palabra, de sus sueños, de su imaginario. En Poeta, el autor crea una nube de figuras, con presagios y purezas del alma, las que alimentan su canto y su genio, pese a los malos augurios.

También el deseo y la decisión están presentes. En este caso, en La respuesta. Toda la inmensidad, el mundo para el poeta, se presenta como posible: “escalar montañas”, y “encontrar tu mano”, constituyen los desafíos. Sólo se procesa la respuesta.

Evento apropiado para resucitar la esperanza, es Carnaval, pero existen el frío y los abrazos sin sentido. Hay llanto, soledad y hastío. ¿Qué espíritu puede ceder el carnaval, tan festivo pero enmascarado, a la vez?

El amor de una mujer, es el amor verdadero, el que no se olvida, el que sabrá de cielos, y de mar sin olvidos. Una mujer, un amor, es el camino. Sólo así, puede dar cuenta la vida, de la propia existencia. Sin amor, no existen cielos, recuerdos, playas, vigilias, arena feliz. Es incompletud.

Es cierto que la gente ignora las quejas y esperanzas de una persona, que parece fuera de este mundo; también ignora el pasado heroico de sus pies, manos y cerebro. El loco. Se ignora la tristeza de alguien que perdió numerosas instancias de vida, de sus sueños personales. Pero resulta que nos representó en combate. Se olvida e ignora a un héroe, quizás le gestionemos un subsidio.

El día y el tiempo de los Reyes Magos, deja secuelas que no se advierten cuando somos niños. El regalo. Surgen las diferencias…de regalos, del porqué así y porqué otro, de otra manera. Los panes, materialidad, se comparten entre todos, aunque el corazón de niño, suaviza la realidad, aunque crece con grieta.

Algunos –como quien esto escribe-, lo vimos en su fase final, pero como, no recordar El tren. Desde Formosa a Embarcación, Salta. El tren de pueblo, que traslada las más diversas ilusiones, cosas materiales, y muchísimos sueños. Los que tratan con el amor, con el trabajo, con la familia, con el pueblo, con la patria. Mientras tanto, nos deja tantísimos aromas e imágenes, imborrables para nuestro devenir.

Leemos Soy. Somos algo, somos todo, pero principalmente somos ontología, ser, subjetividad, historia. Es decir, un devenir alimentado de historia y de la impronta que hacemos crecer. Luis Medina Lazar es danza, porque también es muy buen bailarín de tango, pero en su alma, revolotea la música de “dos continentes bravos”, como bien señala, y la denotación figurativa de que el baile, la danza, los géneros, son también poesía.

En La mañana, el autor se encuentra frente al café servido en el comedor, pero la mañana que se siente próxima, el verdadero estado del día, se manifiesta en las flores blancas, en los árboles, en el rocío que se va, en el aire fresco, que además de representar el día, trae paz.

La alegría y la inocencia, para esperar con mucho ahínco, al cometa que pasará y debes verlo, porque si no, tendrás que esperar tres cuartos de siglo. Por supuesto, que vale la pena, debemos madrugar, porque a esa edad, la vida tiene obstáculos que podemos superar. Es El cometa.

Cuando hace varios años -los ha experimentado Luis Medina Lazar-, se planteaba una fiesta juvenil, de pubertad, se trataba efectivamente de un “asalto”, que alimentos a la canasta mediante, constituían la escena deseada y elaborada por los jóvenes, deseosos de bailar, de compartir, y especialmente de amar, es decir, rozar los labios del amado ó amada. Si, el beso picaflor, era La fiesta.

En Mi Provincia, el autor desafía la historia, con su propia herramienta literaria. La sensación de territorio, de amor al terruño, a su gente, también es la propia vivencia de los mangos cayendo del árbol, de la siesta pueblerina, tan genuina como los columpios que esperan cada jornada, a niños deseosos de extender el amor de la madre y de su Provincia.

El autor, en Década, instala todo su peso vivencial, en un tiempo vasto, que no regresará pero que se fija imborrable para quienes lo hemos vivido. El tiempo que experimenta Luis Medina Lazar, es tan rutilante que lo provinciano prevalece sobre la escena nacional, cargada de prohibiciones, desapariciones, y rupturas ideológicas, que son pequeñas frente a la calma de los corazones, del pantalón nevado ó de la minifalda azul. El poeta puede cautivar con sus palabras.

También la pregunta a Dios, en Julio de 1982. En qué cosas tan amadas, como la foto de los padres, ó el perrito Jacinto, los llevó el río, en aquella tormenta e inundación tan feroz. El autor, tan permeable a la realidad sensible, y a aquella que aparenta ser inanimada pero que envuelve el corazón del poeta.

Es justamente lo que sucede con las Preguntas, que inicia el interrogante del amor, continúa con el corazón quebrado, y el castigo a un alma noble, pero que todo puede modificarse, quizás poco ha sido el daño, porque “el amor es un juego circular”.

Sólo algunos de sus bellos poemas. El lenguaje lírico de Luis Medina Lazar, produce cierto encantamiento, no sólo por la palabra literaria y poética en sí misma, sino porque echa raíz en un espacio y tiempo, que sólo con la imagen estética de su palabra, es posible ver, y diría aún, escuchar. Quizás no observemos fonemas, pero sí, cierta combinación de palabras diáfanas, claras, que se apartan de la trinchera, y recalan en un corpus amoroso de su mundo vivencial, y de su lirismo atado al terruño.

La realidad cubierta de felicidad, es frágil. Sin embargo, la poesía del escritor y Profesor Luis Medina Lazar, penetra en la percepción del lector, con sólida idea e imagen de sensibilidad, memoria y belleza narrativa. Ello nos adentra e instala, en una plenitud de lirismo. Prohibido cruzar la calle, es –como señala Roland Barthes-, un “gusto por la división: parcelas, miniaturas, cercos, escritura…”, en tanto formato libro. En rigor, nuestro deseo sería su expansión y propagación, al punto tal, de transgredir cualquier formato, con el solo motivo de disfrutar de la belleza de un poemario, en forma ilimitada.

 *Sociólogo


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