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ROBERTO CARRI, SOCIÓLOGO, DESAPARECIDO POR LA DICTADURA, NACIÓ UN 8 DE JUNIO


Cumpliría hoy 80 años, Roberto Carri, sociólogo, que sólo vivió 36. Nació el 8 de junio de 1940, y se desempeñó además, como docente y periodista. Colaboró en las revistas Primera Plana, Extra, Marcha, de Montevideo, y en Antropología del Tercer Mundo. También fue corresponsal de la agencia Interpress Service. Su docencia la ejerció en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad de Mar del Plata, y en la del Salvador.

En la UBA, fue fundador y partícipe de las denominadas Cátedras Nacionales, que desde fines de los años 60´ y principios de los 70´, dio cuenta de un pensamiento nacional y popular, comprometido con las necesidades sociales, y exponían quizás por primera vez -desde la gratuidad de la enseñanza universitaria impulsada por Perón-, de conformar grupalmente a docentes que seguían esa línea popular, comprometida. Como el populismo de hoy, quizás, tan aborrecido por sectores oligárquicos vinculados al imperio. Significaba también la recuperación de la historia argentina popular, la cual fue dominio permanente de la intelectualidad oligárquica.

A mediados de los años 60´, integró el Centro de Cultura Nacional “Carlos Guido y Spano”, junto a los abogados R. Ortega Peña y E. L. Duhalde. Allí nació la editorial Sudestada, que publicaría su primer libro.

Justamente, su primer libro fue Sindicatos y poder en la Argentina (1967), con prólogo de Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde. Eran tiempos de su pertenencia al Peronismo de Base, un grupo más radicalizado que el peronismo oficial.

Su segundo libro Isidro Velázquez, formas prerrevolucionarias de la violencia (1968), abordó el caso de los desclasados, de los desviados sociales, con rebeldía de normas oprimidas de las oligarquías; especialmente en el ámbito rural. Fuera de la ley, dirían los burócratas representantes de las burguesías opresoras.

Sus siguientes libros, fueron Argentina y Liberación Nacional (1973), y luego Poder imperialista y liberación nacional: las luchas del peronismo contra la dependencia (1973). Carri fue un intelectual comprometido con la realidad.

En plena época de la última dictadura cívico-militar, el 24 de Febrero de 1977, Roberto Carri fue secuestrado de su vivienda en la localidad bonaerense de Hurlingham, junto a su esposa Ana María Caruso (34 años de edad, Profesora en Letras), y sus hijas Andrea de 12 años, Paula de 11, y Albertina de 3 años. Después del operativo, se permitió a familiares retirar a las niñas de la Comisaría de Villa Tessei.

Mientras tanto, el matrimonio fue alojado en el Centro clandestino de detención en Villa Insuperable, La Matanza, denominado Sheraton ó Embudo. A pocos días del secuestro, se permitió que Roberto y Ana María, se vieran con sus hijas en la Plaza de San Justo. Desde el mes de Julio de ese año, existió intercambio de correspondencia entre los secuestrados y la familia. Sin embargo, en diciembre de 1977, todo contacto se interrumpió, y desde entonces, Roberto Carri y su esposa Ana María Caruso, continúan desaparecidos.

Ana María Caruso, y, Roberto Carri

Las obras completas de Carri, fueron editadas en 2015, por la Biblioteca Nacional, con estudios preliminares de Alcira Argumedo y Horacio González. El primer tomo, incluye sus libros editados anteriormente -mencionados más arriba-, mientras que en el segundo tomo, se encuentran los “artículos dispersos y atesorados en su archivo personal, la transcripción de muchas de sus clases universitarias”.

Su hija Albertina, quien tenía 3 años al momento del secuestro de sus padres, filmó en el año 2003, Los Rubios, película en donde aborda el tema de los desaparecidos durante la dictadura cívico-militar. Y en 2017, filmó Cuatreros, en base al libro de su padre sobre Isidro Velázquez, indagando las formas de la violencia popular, gubernamental e individual.

Albertina Carri

Desde el año 2004, el Auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, ubicada actualmente en la calle Santiago del Estero 1029, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se denomina “Auditorio Roberto Eugenio Carri”. (ver más abajo).


Fragmento textual de Roberto Carri

En la época de las Cátedras Nacionales, Roberto Carri, escribió:

Es absolutamente necesario el conocimiento de la realidad nacional, pero esa necesidad no es un prerrequisito para la acción; por el contrario surge de la práctica misma, forma el patrimonio colectivo del pueblo, la conciencia nacional que producirá en la lucha el proyecto y los medios para la construcción de la sociedad nueva (…) La ideología colonial, que ha prendido en amplios sectores de la sociedad argentina a partir del monopolio oligárquico de la cultura, debe ser desterrada de los mismos; y no es superando ‘las falsas opciones’ que esto podrá lograrse, sino expresando, sin concesiones de ningún tipo y en todos los planos, la línea nacionalista y revolucionaria del pueblo”.

 

“Auditorio Roberto E. Carri”, de la Facultad de Ciencias Sociales de UBA. Breve historia.

La agrupación estudiantil y de graduados Nacional y Popular denominada  Unidad Estudiantil  (UES Sociales), propuso a las autoridades en el año 2004, por canales institucionales, rendir homenaje al sociólogo desaparecido Roberto Carri. Se encontraron con que institución es diferente de lo instituido, y que las organizaciones formales no son lo que parece. He aquí lo relatado por la UES Sociales, el pasado 1° de Junio, día del sociólogo:

En el año 2004, en mi condición de consejero directivo de la Facultad de Ciencias Sociales, presenté un proyecto que desde el inicio resultó ser más que interesante por las reacciones que surgieron. La iniciativa pretendía reconocer a una de las figuras más emblemáticas de la sociología en Argentina. El proyecto buscaba rebautizar el nombre del Instituto de investigación de la facultad, que lleva el nombre del sociólogo italiano Gino Germani por el del sociólogo argentino desaparecido en la última dictadura cívico-militar Roberto Carri.

Fue tal el alboroto generado, que varios referentes de la carrera de sociología se comunicaron conmigo para expresarme cordialmente su disconformidad por mi atrevimiento. En ese momento, era un joven militante en los primeros pasos de la vida institucional de la facultad. Repentinamente me encontraba lidiando con las estructuras más conservadoras de la academia.

Mi ingenuidad del momento no me permitía comprender con exactitud donde había incursionado. No pensaba que dentro de las paredes donde creía se vivía una atmósfera de pensamiento crítico, no se podría plantear un debate de estas características. No comprendía lo profundo de lo que significaba el tratar de reivindicar a un intelectual comprometido con su realidad. Pero menos aun comprendía, que lo más osado era - para algunos actores tradicionales - pretender en cierta forma reducir la figura de Gino Germani, cargado de un simbolismo excepcional en el status quo de la disciplina.

Comencé a entender con el tiempo cómo funcionan las estructuras de una institución que se piensa por su comunidad progresista pero que sostiene lógicas bastantes conservadoras. En ese momento también se vislumbraba quienes serían los herederos de esa tradición.

El proyecto iba a ser desestimado generándose un ambiente de ofuscamiento visiblemente cristalizado en algunos personajes del stablishment de la disciplina. Recuerdo esta experiencia como una locura de juventud. Sin embargo, a la semana siguiente volví a la carga. Esta vez con una iniciativa que sería difícil de negar y más después de lo ocurrido como antecedente. Presenté un nuevo proyecto donde propuse la designación del auditorio de la facultad como “Auditorio Roberto Carri”.

En ese tiempo nuestra facultad estaba dividida en dos sedes y por momentos en terceras sedes prestadas. Las dos sedes principales eran las de Marcelo T. de Alvear y la de Parque Centenario. La sede “Parque” tenía un ala que salía a la calle Franklin y la facultad contaba con un pequeño auditorio con una capacidad de 150 personas sentadas. Para el momento era una de las mejores salas sino la mejor de la facultad. Ante la frustración de las semanas anteriores y salvando las distancias esa designación sería un atenuante ante lo sucedido. Es así, que el proyecto planteaba además colocar una placa identificatoria. Esta vez, el proyecto fue aprobado, pero “vaya casualidad” nunca en los registros públicos de la facultad mencionaban el nombre del auditorio, sino a secas auditorio y obviamente la placa nunca se colocó.


UES de Facultad de Cs Sociales

Unos años después, se me acerca un compañero. Nos conocíamos de la militancia estudiantil y en ese momento estaba trabajando en el área de cultura de la facultad. Después de intercambiar algunas palabras me preguntó que había pasado con el nombre del auditorio. Lo puse en autos de la situación y me dice: “Cristian, desde cultura vamos a poner en todas las publicaciones de actividades que hagamos del auditorio el nombre institucional Roberto Carri”, y acordamos en avanzar en colocar la placa; ese compañero era Matías Palacios.

Nos dirigimos hacia el decano de ese momento, ex director del Instituto Gino Germani. Fui con otros compañeros a pedirle que la facultad coloque la placa. La respuesta fue la facultad no tiene plata; debo admitir que la respuesta no me sorprendió en lo más mínimo. Por lo que tomamos la iniciativa de hacer una “vaquita” entre compañeros y compañeras y compramos una humilde placa de alrededor de 12 x 19 cm grabada con el nombre de “Auditorio Roberto Carri”. Le comente a Matías y juntos hicimos una pequeña ceremonia de colocación de la placa, con gran satisfacción por haberlo logrado y seguimos caminando los pasillos de sociales.

En la mudanza de la sede de Parque Centenario al edificio definitivo de Constitución, y como un juego del destino el magnífico nuevo auditorio de la sede con más de 750 butacas se inaugura colocando un gran cartel identificatorio con el nombre de Roberto Carri, y se trasladó la pequeña placa que hoy viste un lateral de la puerta principal del majestuoso auditorio. Es más, si no prestas atención hasta pasa desapercibida ante semejante gigante, pero si te detenes a observar podes ver una plaqueta que en su momento costó $20.- pero que por su historia terminó teniendo un valor incalculable, por lo menos para los que fuimos protagonistas de ese momento.

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"Si la realización, producción, de la nueva sociedad no es una tarea filosófica o científica sino política, el conocimiento del mundo también es tarea política o no es verdadero conocimiento"

Roberto Carri, sociólogo argentino, militante por la justicia social, desaparecido por la última dictadura cívico militar.

 

En el Auditorio que lleva su nombre, se presentaron las Obras Completas de Roberto Carri

La periodista Silvina Friera, de Página12, publicó la crónica el sábado 7 de Mayo de 2016, acerca de lo sucedido en el Auditorio Roberto Carri, de la Facultad de Ciencias Sociales. Este fue su texto:

El rebelde está en sus libros, en sus clases, en sus artículos, desde una “sociología de trinchera” en la que se consumó su pasión crítica y su compromiso militante. La presentación de las Obras completas del sociólogo Roberto Carri (1940-1977) en dos tomos, editadas por la Biblioteca Nacional, es un gran acontecimiento porque vuelve a poner en circulación una galaxia textual necesaria para ampliar los debates entre nuevos lectores, investigadores y militantes. A los tres ensayos que publicó en vida –antes del secuestro y desaparición de él y de su mujer, Ana María Carusso–, Sindicatos y poder en la Argentina. Del peronismo a la crisis (1967), Isidro Velázquez. Formas pre revolucionarias de la violencia (1968) y Poder imperialista y liberación nacional. Las luchas del peronismo contra la dependencia (1973), se agregan artículos dispersos, la transcripción de muchas de sus clases universitarias y un conjunto de documentos políticos inéditos de Montoneros.

En el auditorio Roberto Carri de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se proyectó un fragmento de Operación fracaso, película de Albertina Carri inspirada en Isidro Velázquez, y presentaron los libros Alcira Argumedo, Daniel Link, Horacio González, Glenn Postolski y Sebastián Scolnik, moderados por Verónica Gago y Gustavo Nahmías.


Panel de presentación de obras completas de R. Carri., en el Auditorio que lleva su nombre (propuesto por UES)
 

Scolnik, coordinador del área de publicaciones de la Biblioteca Nacional (BN), advirtió que el libro fue posible bajo la conducción de González en una época de la Biblioteca “muy democrática porque encontraba distintas fuentes en las que abrevar su pensamiento y sus discusiones”. Scolnik precisó que el catálogo de la BN consiste en “un conjunto de libros financiados por fondos públicos, pero cuya concepción de editorial pública fue hecha sin someterse a los lenguajes estrechos del Estado y a las consideraciones y rigidices institucionales”. La idea de publicar las Obras completas fue promovida por la facultad de Ciencias Sociales de la UBA. “Cuando sentíamos que el tiempo político en el cual estas obras podían ser editadas se iba extinguiendo, hubo una especie de voluntarismo desmesurado que logró que se pudiese producir en un tiempo record”, comentó Scolnik y agregó que la edición de los textos de Carri “no se remite a una mera nostalgia ni a un acto de justicia, aunque ese acto era necesario, sino que nos sirve para poner en el presente algunas sensibilidades que hoy parecen obturadas para la discusión”.

Postolski destacó que esta publicación era “una vieja deuda” que saldó González. “El compromiso con lo social encuentra en estos días grandes dificultades que nos llevan a pensar cómo y desde qué forma de intervención del discurso social seguimos sosteniendo ciertas banderas de lo colectivo en un momento en que la universidad está atravesando una profunda problemática”, planteó el decano de la facultad. “Este auditorio está abierto porque un grupo de compañeros sostuvieron la apertura cuando el conjunto de los trabajadores no docentes está en paro, un paro que reivindicamos porque es el inicio de una lucha que tiene que ver con defender la dignidad del salario. Hoy lo público está en jaque porque quienes ocupan el gobierno del Estado tienen otros intereses”.

Argumedo celebró el homenaje “muy merecido” al autor de Isidro Velázquez. “La historia de Roberto, de las Cátedras Nacionales y de la resistencia peronista cobra sentido si uno la enmarca en la profunda transformación que nos tocó atravesar en nuestra juventud, que fue la llamada ‘Revolución del Tercer Mundo’”, dijo la socióloga y diputada nacional por Proyecto Sur. “El gran debate era si había un pensamiento autónomo de América Latina, basado en las raíces latinoamericanas, o si teníamos que incorporar el marxismo para ser revolucionarios; un debate que cruzó al peronismo combativo, sobre todo el de John William Cooke”, explicó Argumedo y confirmó que esta búsqueda tiene vigencia. “Estamos en una crisis civilizatoria. La concentración de la riqueza permite que 60 corporaciones tengan más recursos que 3500 millones de personas en el mundo, que son población sobrante. Para que esto funcione tienen que liquidarla y están aplicando la lógica de la liquidación porque en estos momentos la disputa por los últimos recursos estratégicos está dando lugar a cuatro guerras en Medio Oriente –Irak, Siria, Libia y Afganistán–, y a diez guerras en Africa. En América latina pretenden imponer nuevamente estos modelos de alta exclusión social”, alertó la socióloga y mencionó un detalle crucial escamoteado: en las lenguas precolombinas no existía la palabra pobre. Como si abrevara en la rebeldía de Carri, Argumedo fustigó con ironía la incapacidad de las ciencias sociales para interpelar los problemas acuciantes ante ciertas coyunturas. “En los 90, mientras las ciencias sociales se preguntaban si el rizoma venía con la multitud y se chocaban con la deconstrucción del sujeto, estaban saqueando al país. En la crisis del 2001, mientras los sectores populares estaban inventando formas de autoprotección como el inicio de los piqueteros, las ciencias sociales estaban colgadas del pincel pensando si había acción comunicativa o no. Hay que volver a pensar porque creo que estas condiciones son catastróficas. Hay que estar muy atentos, más allá de los tiempos oscuros que atravesamos, porque veo que vienen nuevos tiempos históricos”.


Alcira Argumedo

Link planteó que en Isidro Velázquez el sociólogo discute el valor de la violencia por fuera de los marcos de referencia de la época. “La explicación a la que parece aferrarse es la anarco-nihilista, para la que hay una indiscernibilidad absoluta entre revuelta y revolución. Por esa vía supera al modernismo cientificista y se entrega a una gramática revolucionaria de las cualidades: la simpatía de la masa es lo que subraya una y otra vez en la peripecia de Isidro Velázquez. El carácter anarco-nihilista de su explicación es lo que explica la urgencia, porque el tiempo de esa violencia milenarista, así predicada, responde a la lógica del tiempo mesiánico, y creo que lo que se lee en la obra de Carri es una comprensión profundísima de ese tiempo final”, reflexionó el escritor y subrayó que lee la obra de “un sociólogo enfurecido contra la sociología científica y el formalismo en las ciencias sociales, entendido como empirismo acrítico”. Link propuso recordar a Gabriel Tarde, fundador de la sociología de las cualidades, que perdió completamente contra Émile Durkheim en los momentos fundacionales de la sociología. “Tarde sostuvo, y creo que a Carri lo hubiera entusiasmado este camino, una concepción inversa de la que sostiene la sociología clásica: no explicar lo pequeño por lo grande y el detalle por el conjunto, sino las semejanzas de conjunto por la agrupación de pequeñas acciones elementales, lo grande por lo pequeño, lo englobado por lo detallado. Una sociología de las simpatías y de las urgencias, una teoría de las inminencias y de los pliegues, la ciencia de lo singular y de lo necesario”.

González dijo que Carri estaba “disconforme en cualquier lugar donde estuviera”. “El libro Isidro Velázquez es una vigorosa apología en contra de los que están dentro de la ley. En ese sentido, se entiende el fuerte ataque, aunque sin mencionarlo nunca, a Durkheim. Carri es el rebelde de la normalización de la sociología dentro de la sociología. Roberto olfateó de inmediato que ese lado durkheimiano de la sociología no era interesante”. El sociólogo, escritor y ex director de la BN afirmó que Carri era “un ser intranquilo que no cabía nunca en sí mismo” y señaló que todavía queda por analizar “las decisiones que se toman en nombre de los pensamientos que se tienen”. “Ese tomar las armas de Carri es un dilema sin explicar; es tan inexplicable que no es posible pensar que no vuelva a ocurrir, hasta incluso de la misma forma”.

 

Homenaje de otro sociólogo “nacional”

El destacado sociólogo Horacio González, escribió en el diario Página12, Suplemento Radar, del 8 de Mayo de 2016, una columna homenaje a Roberto Carri, con motivo de haberse presentado las obras completas, unos días antes. La reproducimos:

Título: “La revolución es un sueño eterno”.

¿Cómo rememorar?

Existe sobre Roberto Carri un gran documento, a la vez familiar y parte del cine argentino contemporáneo. Pues lo recuerda una de las hijas, Albertina, en su film Los rubios. Si pensamos en la obra escrita de Carri y en el film de su hija, creo que se podría decir también que pone en juego la disparidad de recursos que hay entre los utensilios propios del cine y los de la sociología histórico-política, que eran los propios de Roberto Carri. ¿Cuál tiene o debería tener más peso explicativo, mas soluciones conceptuales para el enigma de la memoria? Es decir, ese momento por el cual alguien puede apenas intuir en ese borroso pasado, cómo presentarlo nuevamente ante nosotros... ¿con los artificios de la imagen-tiempo o con los de la narración sociológica?

El de Carri era un pensamiento original con una gran potencialidad de rebelión, y esa rebelión en este caso intelectual, era propia de una experiencia argumentativa que capturaba en el aire los sonidos de un Fanon ó un Sweezy, y la hacía parte del momento de la emergencia y alcances de la Sociología, entonces floreciente y a la vez en crisis.

El libro de Carri que formara parte esencial de su programa de trabajo fue de una enorme contundencia, casi sobrecogedora. Es el Isidro Velázquez: formas prerrevolucionarias de la violencia que aún se mantiene en algunos programas de lectura universitarios. ¿Qué dice este libro? ¿Ha sido ya devorado por el tiempo? Carri era un gran escritor de la sociología universitaria. Sindicatos y Poder en la Argentina, es un libro con una tesis muy arriesgada y polémica en su momento. En este libro anterior a Isidro Velázquez ve con cierta simpatía el aparato político de los gremios más clásicos del peronismo, sobre todo los metalúrgicos, a los que les atribuye toda clase de deficiencias pero les entrega una suerte de condescendencia con respecto al lugar que ocupa en las fuerzas productivas. A pesar de burocráticas también tienen esa potencialidad maldita, revolucionaria, involuntaria pero objetiva. Este libro fue hijo de una visión más conservadora de las tesis del peronismo como productor de momentos insoportables para el régimen a pesar de sí mismos, es decir, los famosos hechos malditos.

En cambio, el Isidro Velázquez, es un gran manifiesto en nombre de algo que, no es hoy fácil decirlo, constituye una refinada apología de la violencia, planteada con armas conceptuales muy elaboradas, a la luz de un impulso fanoniano, dirigido incluso contra el aparato de conocimiento de la Facultad de Ciencias Sociales. En aquel momento en la facultad de Filosofía y Letras, puesto que ahí estaba la carrera de Sociología.

De modo que es un libro altamente revulsivo. Leído hoy uno puede verlo a la luz de otras experiencias de la memoria lectural argentina, pues la primera tentación del lector actual es leer como si se hubiesen escrito ayer y como si los viejos textos revolucionarios hablaran a los hombres del presente. El lector absolutamente académico pone en cambio toda clase de distancias y si uno no quiere ser solamente un lector académico, igual es necesario tener mínimas precauciones de no suponer que la lectura de un texto del año 1968 como es éste, debería superponerse con ansiedades semejantes del presente. La compleja mímesis de la lectura en tiempo y a destiempo debe tener la precaución de suponer que las cosas exigen un lector que sepa colocar en su propia argucia de lectura una distancia problemática y siempre en reelaboración respecto a la capacidad de percibir la sociedad argentina en la cual se produce ese libro.

¿Elegimos que no haya distancia o poner una cándida lejanía propia del historiador de las ideas? Siempre existe la lectura del lector académico que dice: hay que leer de otro modo, no estamos en las mismas condiciones y ella continuamente se tensará con el lector al que lo fascina sólo ese presente en el que está leyendo. Son las peripecias del recuerdo en los dominios de la lectura.

De ahí que me parece sumamente interesante que la hija menor, Albertina, haya tomado a su cargo y trasladado al cine; no a las ciencias sociales, al cine, dado que siempre hay un parentesco inevitable entre el cine y las ciencias sociales pero con una capacidad de reproducción, sin duda mucho mayor, del dilema del tiempo por parte del cine. La memoria del padre es invocada, pero a través de un problema general en relación a cómo recordar.

Y es el cine quien recuerda, convertido él mismo en órgano de la memoria, pues el tema de esa película se proyecta sobre una directora de cine representada por una actriz que quiere saber quién era ese tal Roberto Carri, autor de ciertos libros, militante político de la revolución en la Argentina. Podemos arriesgar que el cine es primordialmente un armónium de la memoria incierta, y para las ciencias sociales ese tema existe pero en su exterior. Esta memoria ha quedado entonces a cargo del cine, no porque haya una película sobre Carri, sino porque es una directora de cine que ha problematizando su propia situación. Y esta directora de cine es la que se hace cargo de preguntarse qué queda de la memoria, sobre todo cuando tiene una relación filial. Entonces, qué recordar y cómo recordar, y sobre todo cómo recordar lo indecible es quizás la cuestión que con más pertinencia nos lleve hacia Roberto Carri, quien durante cierto tiempo fue un director político de la facultad, de la carrera de Sociología. Su director político en la sombra.

Podríamos decir que su mensaje, su palabra, sus textos tuvieron una fuerte acogida en los estudiantes, en sus compañeros de trabajo, en las Cátedras, extrañas Cátedras de aquel momento, porque se llamaban Cátedras Nacionales. En fin, el nombre quizá no diga tanto como el hecho que eran parte de un programa de estudio, pero al mismo tiempo, en su situación frente al Estado que sostenía esa Universidad, eran totalmente insurgentes. Y así como esas cátedras tenían que poner notas y firmar libretas también había algo que las traspasaba en términos de títulos y certificaciones profesionales. De modo que constituían una situación muy paradójica, no semejante a nada de lo que podemos ver actualmente. Más bien en este momento, el movimiento que se destinó a transformar las cosas de una manera más radical en la facultad, intentó ocupar zonas específicas y casi físicas del lugar donde se producen las decisiones. Ocuparlas con el ser de lo político, poniendo la política al mando, como se decía al influjo de la hora.

¿Cómo recordarlo hoy a Carri, qué Ciencias Sociales se pueden hacer cargo de una obra que existe en la historia de la Sociología Argentina por derecho inalienable, incluyendo el derecho a no saber cuál debe ser el régimen de su lectura? Porque es una obra escrita de una manera fronteriza en relación con las Ciencias Sociales, pero que apela a la gran memoria ensayística del país: sin proponérselo, apela al Facundo, al Martín Fierro. En la primera edición de Isidro Velásquez, hay un muerto en la tapa. Isidro Velázquez muerto, bandolero rural del Chaco. Es una pena que Carri no haya tenido como tenemos hoy, un mayor contacto con el mundo del Facundo, del Martín Fierro. El drama que cuenta es exactamente el drama de alguien que entra en un dilema con la ley, es decir, es un drama de justicia contado en los ámbitos periféricos de una sociedad. En ese sentido, toda la escritura de Carri es una lectura persistente sobre el Facundo y su comienzo es casi como el del Martín Fierro. En esta historia de Isidro Velázquez, el bandolero social cuya historia ocurre a comienzos de los años’60 en el Chaco, y la de su compañero Gauna podríamos ver como Carri ubica esa relación entre el bandido delincuencial que sospecha espontáneamente que su delincuencia proviene de un orden social injusto, y Gauna, que tiene el perfil más estrictamente vinculado a un “fuera de la ley” más habitual.

Carri supone de una manera muy desafiante que esta situación anuncia muy acabadamente ciertos tipos de imaginación crítica de los insurgentes del momento. Imagina que gracias a este asesino, Gauna, que no respeta la vida de los demás, se revela una contraposición con la propensión natural de Isidro Velázquez de intuir de alguna manera oscura que su papel era un papel social. Pero veía cerrada su tendencia a pactar con la ciudad, a pactar con las policías ¡gracias a Gauna! Esta pareja, pues, tenía una valencia necesaria en lo político implícito que necesitaba de los dos polos, Velázquez y Gauna. La reflexión que hace Carri sobre la policía del Chaco es muy aguda, hoy no contamos con una reflexión sobre la policía bonaerense, por ejemplo, del mismo calibre que la que hace Carri respecto del policía bien pago, del policía mal pago, del policía con la panza llena, etc., de una policía rural naturalmente violenta en esa época, en el Chaco, y probablemente en cualquier época.

Entonces, este libro tiene un papel crucial en la historia de la Sociología. Es un fuerte llamado de atención sobre el estilo sociológico dominante en aquel momento y la problematización de la idea del bandido, de la delincuencia, del papel de la delincuencia. Un libro extraño e irritante, también cautivante pues es un libro que intenta ser un libro de sociología del colonialismo, de la colonización opresiva. Está Fanon por todos lados, pero no está la prosa de Fanon que es una prosa fenomenológica, sartreana. Está la prosa de Carri que se parece mucho más a Sarmiento a pesar de que aquí le hace hablar a un camionero del Chaco que dice: “y ese Sarmiento quién es... un asesino...”. Obviamente es un libro antisarmientino, al que le falta arreglar las cuentas con su secreta relación con el Facundo.

De modo que este libro es un libro que, leído hoy, exige precauciones de todo tipo, pero ¿cuál es esa precaución inicial?... ¿en qué presente ponemos este libro? Si no, es solamente una pieza museizada. En cuyo caso sería también una pieza relevantísima del pasado y presente social en la Argentina, pues es un libro absolutamente limítrofe. Pero obstruido al hoy. Se entiende: es un libro que tiene una apología del delincuente, así dicho. ¿Cómo sería leído hoy en esta sociedad argentina atravesada por formas muy diversas de encarar este mismo tema? Desafía al lector de aquel momento y desafía al lector contemporáneo. Carri era una persona que tenía un estilo de impulsividad espontánea y con el resorte del irónico arrepentimiento también a flor de piel. El impulsivo y su momento posterior de lamento por la irreflexión convivían en él. Eso contribuía a hacerlo un intelectual de una enorme sutileza. Sutil en su espontánea impulsividad y en su amago de retractamiento posterior. Pero había una crispación en él evidentemente, una gran intranquilidad espiritual, propia del que estaba lleno de ideas. Por lo tanto, estaba poseído por una insatisfacción permanente, una fibra intelectual impulsiva que no parecía convertirlo en la persona más adecuada para participar en los sistemas disciplinarios de los grupos más organizados de la época.

Pero ya Carri había tomado decisiones muy radicales respecto a la interpretación de la justicia, en relación al uso de esa justicia inmediata decidida por un grupo que se hace cargo de esa hipótesis general de justicia extendida a toda la sociedad, pero que de tan fallida, hay que reemplazar por las decisiones sumarias del conocimiento específico de una vanguardia. Sobre todo esto, sin duda, abundaban las discusiones de aquel momento. Estas discusiones hoy no se le escapa a nadie lo agudo y lo dramáticas que fueron y son. El fantasma de Isidro Velázquez y de la sociología tercermundista flotaban allí. De modo que Carri, de alguna manera había encontrado su lugar en un grupo portador de un mensaje en la historia, ese mensaje valía radicalizando en grado sumo su compromiso personal. Es un cruce sentimental que rasga una memoria común compartida, en el sentido de cómo decisiones personales, decisiones de grupo y opciones que se toman con la lucidez que permite un horizonte de época, son el provisorio material ígneo que cobra una vigencia que parece eterna y luego se ofrece a la crítica de épocas posteriores, porque toda época, en suma, es una forma de la temporalidad incierta que diluye la anterior. El libro sobre Isidro Velázquez ya contenía el reflejo de su vida y un potencial anuncio de la tragedia personal y colectiva.

Hay un libro iniciador de las Ciencias Sociales, La ciudad Indiana, de Juan Agustín García. El prólogo lo hace Miguel de Unamuno, hacia 1900. Unamuno dice que ve en las líneas de ese libro surgir los fantasmas cabalgando de Martín Fierro, de Santos Vega. Es un libro sobre la formación de la ciudad argentina desde el siglo XVII. La casa, la iglesia, el campo, el proletariado rural como dice Juan Agustín. Un libro delicadísimo inspirado en un libro francés, en La ciudad antigua de Coulanges. El libro de Carri sobre Isidro Velázquez se puede ver en espejo de lo que dice Unamuno en La ciudad indiana, pues se refleja allí tanto el propio destino trazado de Carri; como el hecho de que la pareja de Velázquez y Gauna hacen un poco de Fierro y de Cruz. Sombras que salen de las páginas de un libro, y por tanto, de una de las transfiguraciones de la historia nacional.

Hay que advertir que los capítulos centrales del libro de Carri contienen una precisa sociología del Chaco como hoy no hay, a la luz de la situación colonial, del sistema de entrelazamiento de los poderes locales subordinados. Y la idea central, una de las ideas centrales del libro, es que hay un proletariado total que es el alienado total pero que justamente por eso mismo está en condiciones al no haber sido asimilado a los sistemas de mercado. Hay una especie de sub-texto marcusiano. Carri está entre Marcuse y Fanon y casi se diría que es un libro sartreano si es que el lenguaje fuera el de Sartre.

Sartre y Simone de Beauvoir

Digámoslo mejor, es el lenguaje de las Ciencias Sociales que había inventado Carri. Pero entonces el proletariado urbano y el proletariado sindicalizado estaba más dispuesto hacia la integración. En esa época, el libro de Carri, a la luz también de Hobsbawn –al que no le reconoce la influencia que ha ejercido sobre él–, constituye la respuesta tardía al desarrollismo que se había tornado en la gran hipótesis de la integración de las clases trabajadoras. Y hay que recordar un poco a John William Cooke que era alguien que sancionaba y cuestionaba esa misma idea de integración, pero no a la manera de este proletariado total que era el despojado de todos los despojamientos, en tanto clase radical que no tiene nada que perder más que sus cadenas.

Este proletariado total, tal el nombre que le da Carri, es el que desataba la crítica hacia el mundo de la integración. En Cooke, que había muerto el mismo año en que sale este libro de Carri, hacer política implicaba desatar sujeciones de otra manera, con visos hacia la dialéctica de las armas, pero en Cooke con una reflexión mucho más cuidadosa desprovista de cualquier apología al bandolero rural o a personajes del romanticismo armado. Ya dijimos que Carri no busca el aval de Hobsbawm que hubiera sido fácil, pero en cambio opta por criticarlo al verlo “demasiado académico”. Así que estaba muy solo este libro. Carri e Isidro son dos memorias yacentes, entrelazadas y solitarias en nuestra memoria.

La idea de proletariado total lo lleva a redimir al delincuente total, el incivilizado total, y siendo así que la idea de lo total es fantástica, es la idea de que hay una totalidad que recupera la posibilidad refundacional de la sociedad a partir del despojamiento total. Por eso su interés en analizar a las policías, que eran ese mismo bandolero pero con uniforme policial. La cuestión es que hay un delincuente total también y ese delincuente total era más bien Gauna, más criminal que Velázquez, y en ese sentido, existe la idea, hoy impensable, de que la sociedad colonial estalla por su lugar más despojado de comodidades, de integraciones, de consumo, de ligazón con el mercado y resumimos muy mal lo que Carri escribe de una manera muy vibrante. Es una escritura a chicotazos y toda esa convulsión retórica lo lleva a plantear cierta simpatía hacia este tipo de delincuente; y lanza el problema en el prólogo. Un problema que suena desmesurado: se pregunta “si toda la delincuencia no sería realmente así”. Inusitada abridora de caminos.

Rodolfo Ortega Peña

A quienes tomaban las decisiones políticas de la época, no creo que les haya gustado este libro. Le gustaba a Ortega Peña y a Eduardo Luis Duhalde, que lo publicaron. Ellos eran un poco así, jacobinos como Carri, aunque con más acentuaciones nacional-populares. Eran personas a las que se le ocurrían cosas teatralmente jacobinas. Si hubieran podido remontarse de alguna manera en el tiempo y en el espacio les hubiera gustado ser Dantón, Marat, Hebert. Los grandes dirigentes de las alas más drásticas de la Revolución Francesa. Pero el centro de esa literatura no pudo prosperar. Porque, sin saberlo y sin poderlo desarrollar acabadamente, en su seno estaban el Facundo, el Martín Fierro, temas a los que referían no como inherentes a su mismo campo subjetivo de intereses, sino como elementos exógenos a reprobar o aceptar. No ver la interioridad conceptual de esos grandes escritos con el cuerpo de la sociología política que practicaban, fue un vacío que hubo que lamentar después, y que ya en ese momento podía lamentarse.

Ese nexo que nunca se terminó de amalgamar aunque desde siempre pertenecía a la mejor tradición del ensayo argentino. La sociología anticolonialista que se hacía en la época sospechaba apenas ese sesgo nunca enteramente desplegado, excepto la apología de Carri del disidente social, del perseguido. En Sindicatos y Poder en la Argentina, que transcurre en una sociedad compleja de clases, Carri concede a cierta fantasmagoría vandorista, pero apenas poco después, el Velázquez abandona esos espectros y aparta casi todo lo anteriormente escrito por él. Así, con Isidro Velázquez, rota ya esa objetividad sindicalismo centralizadora, precaria heredera de un somero marxismo, reformula el programa de la sociología criticando lo que llama “el formalismo de las ciencias sociales”, convirtiéndose en una especie de sartreano, por la vía fanoniana, donde ve una violencia regeneradora y re-instituyente del vitalismo de toda la sociedad.

Él mismo se lanza a reencarnar el tipo más exigente de militante armado. Fue el último Carri, en su postrera fenomenología del acto político. Releerlo hoy es releer un poco la historia de la carrera de sociología, las hipótesis y los enlaces con el movimiento obrero, con las clases trabajadoras, e inmediatamente luego, ir a buscar otra cosa en el Chaco, con paisajes rurales, con policías rurales, con un bandolero con un nombre muy contundente como era Isidro Velázquez, ropaje en el cual de alguna manera se había travestido Roberto Carri.

Las Obras Completas publicadas por la Biblioteca Nacional (cuya memoria editorial corre hoy el mismo peligro que toda memoria) contienen todos los escritos y clases de Carri, y además, un guión cinematográfico sobre Isidro Velázquez de su hija Albertina Carri. Tenemos entonces un magnífico puesto de observación del punto radiante de bifurcación entre las ciencias sociales y la específica temporalidad que, aun siendo los mismos temas, nos provoca el cine.”

 

Fuente:

https://www.hurlinghamaldia.com/roberto-carri-con-la-rebeldia-y-el-sentimiento-popular-como-ideologia/

http://www.labaldrich.com.ar/los-olvidados-de-la-historia/politicos-siglo-xx/roberto-carri/

Facebook.com – La UES sociales – 1 de junio 2020:

https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=3185737121448475&id=648292445192968&__tn__=K-R

http://www.robertobaschetti.com/biografia/c/121.html

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-38766-2016-05-07.html

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5848-2016-05-08.html


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