Pérez defaulteada
“Ha generado mucha preocupación en el clima de negocios que
ustedes pasaran de decir que eran ‘ideas locas’ que el Estado quisiera quedarse
con las empresas a, en solo días, ordenar la polémica y cuestionable
intervención de una empresa privada que estaba en manos de un juez su concurso
y con expropiación, una palabra que erizó la piel de todo el sector
empresario”, dijo la ceo corporativa y panelista.
Y siguió con tono imperativo carente de respeto: “¿Hay alguna
chance de que haya un estadío intermedio para no llegar a esa situación que
para muchos compromete las garantías del derecho a la propiedad privada
establecida por la Constitución?”. Aclaremos que para Pérez, casi el único
derecho que existe es la propiedad privada que priva. Sus palabras correspondían
a una presunta pregunta, porque iba precedida de un ensayo semejante a los que
pronunciarían Macri, González Fraga o Marcelo D’Alessio. Se trataba de una
pregunta con respuesta incluida porque la respuesta del profesor Fernández no
le interesaba en absoluto, estilo propio del periodismo macrista. Nada más.
Cuando Fernández comentó que “La pregunta funcionaría mucho
mejor si Cristina deja de lado los adjetivos”. Así, representando ideas de
González Fraga y los hermanos Caputo, respondió, arrogante y despreciativa: “La
periodista soy yo y usted es el Presidente, así que tengo derecho a expresarla
como me parezca”. Parecía un dirigente de la sociedad Rural ante un peón.
“Yo se lo quiero marcar al oyente, porque el solo hecho de
adjetivar como ‘polémica y cuestionable’… Que diga: ‘Yo creo que es así,
entonces. Yo eso lo entiendo, pero eso no es el común, eso es lo que usted
cree”, continuó el Presidente en el estilo de comunicación que le es propio, y
que incluye al otro.
Fernández: la Constitución y
las leyes
– Le puedo decir por qué le dije polémico y cuestionable… –
prorrumpió molesta por la presencia de ese sujeto delante suyo – Porque usted
lo cree (su desolación era evidente). No: porque la Constitución no le da
atribuciones al Poder Ejecutivo a intervenir una empresa privada de esa manera,
a través de un decreto, por ejemplo- insistió marcando que ella podría decir lo
que él pretendía exponer, no había necesidad del otro, solo lo exigía la imagen
televisiva.
– Está equivocada, así que lo que yo le recomiendo es que
además lea la Constitución. El Poder Ejecutivo puede expropiar bienes – explicó
el profesor de Derecho, Pérez estaba en llamas porque alguien se atrevía a
contradecirla.
– Me refería a la intervención, Presidente. Los
constitucionalistas lo afirmaron… – se cubrió apelando a vaya saber uno de
quién se trata.
El respondió de inmediato, el tono de ella era cada vez más
indiferente respecto a la presencia de quien fuere.
– Le recomiendo que además lea la Ley de expropiaciones
porque faculta que a la hora de expropiar uno pueda intervenir. Me ahorraría
muchas cosas si, por lo menos, leyera la Constitución y la Ley de
expropiaciones- dijo, pero ella no estaba dispuesta a que un texto sin valor
para las corporaciones, fuese a incomodar su estado de ánimo inamistoso.
Su coequiper decía poco, aprobaba en silencio. Había un
libreto planificado. Ella debía mostrarle a ese entrometido, que la propiedad
privada no iba a permitir que una estafa de 18 mil millones de pesos a manos de
una persona que operaba con los patrones, pusiera en duda quién manda. Esa fue
la principal función de Cristina Pérez, que intentó imponer que el default
pertenecía al gobierno de Alberto. El Presidente la dejaba en orsai una y otra
vez. Y en lugar de reconocer, le alteró la soberbia a Pérez que extrajo el
desprecio de su cartuchera.
Su expresión de músculos que se contraen en la cara, la
avejentaban y no dejaba dudas. Pocas veces en la historia de la televisión de
estos años, se vio a una panelista de fama, hablar con semejante grado de
desprecio a un mandatario. No aceptaba saber que no sabía. Pérez cree que los
hechos pueden ser sustituidos por adjetivos y el lenguaje así, es propiedad
privada.
En ese reportaje hubo mandatos corporativos encubiertos, no
periodistas. Pérez desconocía la ley, la Constitución, solo esgrimía su
cantinela del derecho a la propiedad privada, un atributo macrista de extendido
uso entre quienes creen en el poder absoluto al que no pueden cuestionar un
presidente o la ley. Las preguntas sobre el papel de Cristina, fueron nada más
que una repetición de tretas ya empleadas por otros panelistas deslucidos en el
dolor de ya no ser.
Con un medio entre manos, y la decisión de discriminar al
otro que tienen personajes como Pérez, hay que pensar que el ejercicio del poder
no es fácil ni imposible. Se trata de poner las cosas en su lugar y ejercer las
facultades que otorgan la Constitución y las leyes frente la dictadura de las
corporaciones y los vivos de las fuerzas. Allí no hay alternativa para el
Estado de Derecho.
Los llamados en la noche turbia, felicitaban a Pérez,
empleada del mes, una vez que acabó el show. Apenas si sobreactuó en la
exageración de la soberbia como una artista no periodista.Cabe recordar por eso
al crítico de rock Lester Bangs, quien pudo decirle a Pérez: “El pecado último
de cualquier artista es el desprecio hacia su audiencia”.
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