“Respeten a los
ancianos. El burlarlos no es hazaña…” (1)
En instancias tan difíciles para la humanidad toda,
sorprende uno de los efectos colaterales de la situación de Pandemia en que nos
encontramos. Puntualmente resulta el caso de las miles de víctimas registradas
en ámbito de los llamados “GERIATRICOS”, en diversas partes del mundo,
incluyendo a los casos registrados en la Argentina. Por y con el propósito de
un llamado a la reflexión es que inicie esta columna con la cita del
fragmento de Martin Fierro.
En las sociedades antiguas, alcanzar edades
avanzadas significaba un privilegio, una hazaña que no podía lograrse sin la
ayuda de los dioses, por tanto, la longevidad equivalía a una recompensa divina
dispensada a los justos. Los mayores (ancianos) eran una suerte de depositarios
del saber. Representaban la fuente del conocimiento de la comunidad. En resumen
representaban la sabiduría. No es de extrañar que los brujos y chamanes fuesen
hombres mayores. Ejercían también labores de sanación, de jueces y de
educadores. En aquellas sociedades, y ajeno a su edad, no era infrecuente que
denominaren "ancianos" a quienes ejercían labores importantes.
Desde la “Gerussia” al Geriátrico:
La gerusía era el nombre con el que se designaba al
senado en Esparta —también en Corinto—. Según Jenofonte, se la llamaba también
gerontía, y Aristóteles indicaba, además, las acepciones de gerojía o gerosía.
Sus miembros son llamados ordinariamente gerontes, pero en un texto oficial son
designados bajo el nombre de presbigeneis.
En la época histórica, la gerusía en Esparta era
una asamblea de treinta miembros, compuesta de veintiocho gerontes propiamente
dichos, y los dos reyes, asimilados a senadores por los derechos de su
asistencia a las sesiones y por los de sufragio...
En el siglo IV a.C., sólo unos miembros escogidos
de la aristocracia podían formar parte de la gerusía y ello da derecho a pensar
que fue igual en los siglos anteriores También la magistratura de los gerontes
aparece en Aristóteles como una oligarquía dentro de una oligarquía más
extendida. El consejo sólo era accesible a un pequeño número de individuos, es
decir a aquellos que tenían prestigio y que eran reconocidos como excelentes
por la comunidad. A ello se suma el que la cualidad vitalicia del cargo hacía
que las elecciones no fuesen muy frecuentes. No sólo había que pertenecer a ese
exclusivo y reducido club, según Bengtson (2), la organización del gobierno
espartano no es otra cosa que el inevitable resultado de un estado de sitio
secular—, había que haber alcanzado una edad determinada: los sesenta años
cumplidos.
Los egipcios veían a los ancianos como
“mágicos” y se lo respetaba por la sabiduría que atesoraban. Eran preservados
de los trabajos duros por sus familiares y/o amos, procurando que sobrellevaran
la vejez con dignidad
Los pobres, en todos los tiempos, sufren sin
distingo de edades. Para los ricos nace en el siglo VI otra alternativa.
Entre los ancianos acomodados surge la preocupación
de un retiro tranquilo y seguro. La inquietud creada por la Iglesia, de la
salvación eterna, el temor al Dies irae, el naciente individualismo
y, por consiguiente, este asunto personal con Dios, les permite pensar que la
tranquilidad eterna se gana. Y, en esa lógica, buena solución es cobijarse en
un monasterio. Así, también se evita el bochorno de la decadencia. Este retiro
voluntario de preparación para la vida eterna podemos ahora visualizarlo como
un proto asilo de ancianos. En los primeros tiempos, sólo fue para unos pocos
privilegiados, pero en el siglo VII y, sobre todo, en la época carolingia, esta
costumbre llega a ser reglamentada en los monasterios que con este sistema
obtienen un buen beneficio económico.”
A partir del siglo XIII, debido al desarrollo
material, se fortalecieron los Estados y se multiplicaron las guerras.
Los ancianos tuvieron una nueva oportunidad en el
mundo de los negocios. Su actividad dependía sólo de su capacidad física, no
siendo, en general, segregados por su condición etaria.
También en durante los siglos XII y XIII
aparecieron en Europa, las llamadas “Casas de reposo” y los hospitales
para ancianos, generalmente a cargo de órdenes religiosas.
Consecuencias inesperadas:
A mediado del Siglo XIV, se registra una situación
gravitante y que produce fuerte cambios en la sociedad medieval. La
catástrofe provino de Génova en 1348. La peste negra mató a un tercio de la
población de Europa en tres años. Semejante hecatombe originó consecuencias de
todo orden: políticas, económicas, demográficas, culturales. Las epidemias se
sucedieron intermitentemente durante un siglo, manteniendo un nivel de
inestabilidad social de todo tipo. Contraste violento entre la crueldad y una
religiosidad rígida y fanática. La hoguera "depuradora" se extiende
abrasadora.
Las pulgas, portadoras de la Yersinia
pestis, fueron caritativas con los viejos. La peste, a diferencia del
Coronavirus causante de la PANDEMIA que en la actualidad azota a la humanidad,
mató preferentemente a niños y jóvenes. Más tarde, en el siglo XV, sucedió lo
mismo con la viruela. Dicho de otra manera, se produjo un fuerte incremento de
ancianos entre 1350 y 1450. La desintegración parcial de la familia provocada
por la peste se tradujo en un reagrupamiento -familias extendidas- lo cual
permitió la supervivencia de los desposeídos.
Los ancianos, en ocasiones, se convirtieron en
patriarcas. Su mantenimiento les quedó frecuentemente asegurado. La vinculación
entre las generaciones se vio facilitada. Aunque de nuevo, durante el siglo XV,
se presentó el problema de la escasez de mujeres casaderas y la gran diferencia
de edad entre cónyuges y las respectivas secuelas sociales de aquello. En
resumen, la peste favoreció a los viejos que ganaron posición social, política
y económica.
Durante el siglo XV La sofocante
presencia de la religión durante la Edad Media hace crisis. Las gentes se
fueron entusiasmando con el descubrimiento de las bellezas escondidas del mundo
romano que yacía sepultado. El hallazgo de cualquier manuscrito excitaba la
imaginación y la admiración. Los humanistas ocuparon un lugar de respeto. Les
atraían los griegos antiguos, cultivadores de la belleza, juventud y
perfección. Se renovaba el horizonte cultural.
Este naciente espíritu individualista que florecía,
tras siglos de encierro en pequeñas ciudades amuralladas, ahogados de miedos,
violencias y misereres, rechazaron sin disimulo la vejez. Asimismo, todo
aquello que representaba fealdad, decrepitud y decadencia. Fueron, quizás, los
tiempos más agresivos contra los ancianos. Pero, más encono aun, contra las
ancianas. Refleja este sentir el más grande humanista de le época, Erasmo, que
en su Elogio a la locura nos dice: "Pero lo que verdaderamente
resulta más divertido es ver a ciertas viejas, tan decrépitas y enfermizas como
si se hubieran escapado de los infiernos, gritar a todas las horas "viva
la vida", estar todavía "en celo", como dicen los griegos,
seducir a precio de oro a un nuevo Faón; arreglar constantemente su rostro con
afeites; plantarse durante horas frente a un espejo; depilarse las partes
pudibundas; enseñar con complacencia sus senos blandos y marchitos; estimular
con temblorosa voz el amor lánguido, banquetear, mezclarse en la danza de los
jóvenes, escribir palabras tiernas y enviar regalitos a sus enamorados".(3)
El arquetipo humano del Renacimiento lo
personificaron los cortesanos y los humanistas. Ambos rechazaron a los viejos,
pues representaban todo aquello que quisieron suprimir.
Un continente diferente? Según la Profesora Acerbi
Cremades (4) El continente Africano merece una consideración especial
“…porque en su cosmogonía, la vejez es un momento privilegiado en el circulo
inacabable de la vida. En el mundo visible hay tres grandes periodos, el
de Aprendizaje (infancia y juventud), el de Producción (Adultos) y el de
Sabiduría (vejez). Ligada a la noción de fuerza vital, la edad avanzada
constituye una etapa de la existencia humana a la que todos aspiran. Debido a
la fe en la supervivencia, en la continuidad de la vida. Los ancianos ocupan una
posición privilegiada porque constituyen el vinculo entre los vivos y los
antepasados muertos…”
En el devenir de la historia, la era moderna
implico un cambio de paradigma y surgimiento de nueva formas de
organización social.
El pensamiento liberal y sus consecuencias
políticas revolucionarias que derivan en la formación de repúblicas, significó
no solamente un cambio de poder, sino también la aparición de un contingente
nuevo de ciudadanos: los burócratas. Hay que recordar que este término proviene
del francés, "bureau", que significa oficina, de lo cual se desprende
que aparece en la escena social un estamento de funcionarios que constituyen un
verdadero conglomerado y que algunos han denominado el sector terciario, a
diferencia del primario, de los campesinos y artesanos, y los secundarios,
referidos a los obreros surgidos de la revolución industrial.
“…Antes de las revoluciones liberales el
poder se asentaba en los reyes y sus familiares, como también, en el círculo
próximo de la nobleza. El Estado se identificaba con personas concretas. En
cambio, el Estado moderno es impersonal, reglamentado y el poder se hace
representativo, delegación del pueblo. Se entiende que, en este sistema, surja
la progresiva despersonalización y el creciente predominio de los funcionarios
de la nueva organización.
En la actualidad, un hito muy significativo en la
biografía de todo ciudadano laborante, dentro de la estructura económica del
Estado, es la jubilación. Palabra tomada del latín jubilare que
significaba "lanzar gritos de júbilo", significado que para la
mayoría de nuestros contemporáneos sonaría a sarcasmo. ..” (5)
En su origen nació como una recompensa a los
trabajadores de más de cincuenta años. Según Simone de Beauvoir ésta era la
recomendación que hacía Tom Paine en 1796(16) (6). Ya se conocen
pensiones en los Países Bajos a los funcionarios públicos en 1844. En Francia
los primeros en obtenerlos fueron los militares y funcionarios públicos; luego
los mineros y otras labores consideradas peligrosas.
Desde un punto de vista económico, se pasa de una gratificación
benevolente a un derecho adquirido para dar un estipendio unos pocos años
después de cierta edad, en la cual, probabilísticamente, hay una declinación de
rendimiento. Así se crean los sistemas de seguros sociales y todo un modo de
estudio de probabilidades de sobrevida. Con el aumento de las expectativas de
vida, se mantiene el procedimiento, aunque postergando la edad de jubilación,
en el bien entendido que si el viejo ya no es productor, a lo menos, es posible
mantenerlo en un cierto nivel de consumidor. Es decir un objeto más del sistema
de comercialización.
Y es en esa condición de objeto del sistema es en
el cual termina siendo víctima de una construcción social que
se obnubila en el consumismo y en adicciones que relegan de los valores
tradicionales.
Ya desde los tiempo de la revolución industrial
(4)”… en los países de Occidente, se despojo a los ancianos de su tarea
milenaria de consejeros prudentes y avezados. Fueron relegados a una suerte de
ciudadanía vagamente honoraria por el predominio de la ciencia y la técnica. El
reajuste de la situación social de las personas de edad, recién se produjo a
partir de la sexta década del Siglo XX, por factores fundamentales, como:
a) Reconocimiento de los Derechos Humanos, entre ellos los de la Ancianidad)
Aumento del número de jubilados electores. Y aquí recordemos las palabras
de Pericles. “El hecho de que no tenga interés en la política, no significa que
los políticos no tengan interés en ti (430 a.C.), c) Respeto por las
personas de edad o jubilados, que son capaces de realizar actividades
estimulantes. Además son libres si así lo deciden, de seguir entregando sus
conocimientos y experiencias en la comunidad que los rodeas. “Sin lugar a
dudas, que para el profano o pesimista, la tercera edad es invierno, para
el hombre sabio en cambio, es la estación generosa de la cosecha, del saber dar
y de la tranquilidad espiritual porque se vive en paz con lo
que es imposible cambiar.
Rol de la Iglesia: Quisiera compartir algunas
reflexiones sobre la doctrina de la Iglesia acerca de la ancianidad y que nos
pueden ayudar a reflexionar en algún momento de interioridad que tengamos cada
uno de nosotros. Como en el caso de la juventud, tampoco encuentra, hasta el
magisterio de Juan Pablo II, un tratamiento específico sobre la ancianidad,
excepto lo que se puede colegir al estudiar las reglas
monásticas. La más influyente, la de San Benito, considera el trato hacia los
ancianos equivalente al de los niños. Manuales La "Regla del
Maestro", (6) conjunto de reglas monásticas del siglo IX, asigna a los
ancianos a labores de cuidadores o pequeños trabajos manuales.
Es Juan Pablo II quien impulso la
necesidad de que, desde la Iglesia, se desarrolle “… una pastoral para la
tercera edad, que insista en:
- El papel creativo de las personas ancianas;
- La reconciliación, armonía y enriquecimiento
entre las distintas generaciones;
- El valor humano y religioso del dolor, de
la enfermedad y de la limitación física parcial;
- El valor de la vida humana, que no termina en
este mundo, sino que está siempre abierta a la resurrección y a la vida
permanente con Cristo resucitado. La Iglesia valora la ancianidad como un
tiempo de sabiduría y experiencia, de paz y agradecimiento, de amistad y
solidaridad, de aceptación, confianza y preparación para la muerte...”
LA VISIÓN
CONTEMPORÁNEA:
En el centro de la cuestión de los derechos de los
adultos mayores, como en el de las edades intermedias o de los niños y
adolescentes, está el respeto a la dignidad de la persona, la preservación de
su integridad moral y el no avasallamiento de la riqueza de su subjetividad.
Rectificar toda imagen negativa y estereotipada de la vejez es, pues, una tarea
cultural y educativa que debe estar en el centro de las políticas que aseguren
su calidad de vida. La visión de la vejez como fin de la vida útil del ser
humano y la reducción del carácter de su condición de sujeto de derechos a una
visión meramente asistencialista que tienda a garantizar sólo los derechos
materiales elementales, sin incorporar los planos ético y filosófico de la
dignidad humana como derechos esenciales, termina inevitablemente considerando
al adulto mayor como “objeto” y no como sujeto de esas políticas. Como recuerda
en sus considerandos la Declaración de Brasilia, en las recomendaciones del
Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento respecto de la orientación
prioritaria sobre las personas adultas mayores y el desarrollo, se establecen
como objetivos, entre otros, “el reconocimiento de la contribución social,
cultural, económica y política de las personas de edad; el fomento de la
participación de las personas de edad en los procesos de adopción de decisiones
a todos los niveles y la generación de oportunidades de empleo para todas las
personas de edad que deseen trabajar. Naciones Unidas ha recomendado a los
Estados miembros garantizar que se considere a las personas de edad como
miembros activos de sus sociedades, facilitar su participación en la adopción
de decisiones (…) y, lo que es más importante, en las medidas diseñadas para influir
específicamente en su bienestar”. El respeto a los valores de los adultos
mayores como personas venerables, transmisoras de experiencias y sabiduría, se
encuentra en las raíces de todas las civilizaciones. De allí, la figura de los
consejos de ancianos, presentes desde la organización tribal hasta el propio
diseño de la Revolución francesa de 1789.
Inspirados en esa tradición histórica, en julio de
2007, en ocasión del cumpleaños número 89 del líder sudafricano Nelson Mandela,
un grupo de destacados ex dirigentes internacionales y premios Nobel fundó la
asociación The Global Elders (Los Mayores Globales), una suerte de consejo de
ancianos que tiene por objeto ayudar a la resolución de conflictos mundiales.
Según el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, “los más ancianos son
quienes más pueden ayudar con su consejo en las situaciones difíciles”. Además
de Annan y Mandela, también pertenecen a esta asociación el arzobispo
sudafricano Desmond Tutu, el Premio Nobel bengalí Muhammad Yunus y el ex presidente
estadounidense Jimmy Carter. “Hemos reunido unos mil años de sabiduría
colectiva”, dijo Peter Gabriel, uno de los propulsores de la organización.
Hacemos referencia a esta asociación porque es una muestra de esa validación y
reconocimiento al “capital social” que implica la participación activa de los
hombres y mujeres mayores como transmisores de conocimientos y experiencias.
Personas adultas mayores y derechos humanos. La población de América Latina y el Caribe
envejece significativamente debido a la disminución de la tasa de natalidad y
el aumento de la expectativa de vida. Acerca de ello, el establishment internacional sostiene una teoría anti-ancianos. Por
ejemplo, el FMI, en un informe de 2012, daba cuenta de la “peligrosidad para
los Estados”, sostener las jubilaciones, pensiones, y subsidios, cada vez en
mayor escala. Por tanto, la Presidenta del FMI, Christine Lagarde, en una
afirmación histórica y viral, señaló que “los
ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos
que hacer algo y ya”. En realidad, la consecuencia “natural”, es que la población
de 60 años y más, crece de manera constante, y eso por supuesto que es positivo
para la humanidad. Esta tendencia sí que hace necesario, que los Estados
generen políticas públicas que atiendan a las personas adultas mayores, y que
lo hagan con un enfoque de integración e inclusión, que impacte positivamente,
en la calidad de vida de la población y en el desarrollo de los países.
EN
NUESTRO PAÍS:
En la Argentina, las políticas de Estado en materia
de vejez tienen antecedentes en la década de 1940, cuando se establecieron los
“derechos de la ancianidad”. Por iniciativa de la Fundación de Ayuda Social, el
26 de agosto de 1948, se proclamaron los derechos de la ancianidad, contenidos
en un decálogo en el que se garantizaba a las personas, en la última etapa de
su vida, el bienestar del que tienen derecho por haber dado su esfuerzo en bien
de la comunidad. Esta conquista, que señala una etapa trascendente en la
política social, 15 fue incluida en la Constitución Nacional por la asamblea
constituyente reformadora de aquella, el 11 de marzo de 1949. Ese documento
incorporaba los derechos a la asistencia, a los alimentos, al vestido, a la
salud física y mental, a la salud moral, a la recreación, al trabajo, a la
estabilidad y al respeto; lo cual pone en evidencia que la Argentina fue un
país pionero en instalar el tema de los derechos económicos, sociales y
culturales. La Argentina llevó al concierto de las Naciones Unidas la
preocupación por este tema, que fue incorporado en la agenda del tercer período
de sesiones de la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, el 18 de noviembre de 1948. Si bien a partir de esa presentación la
Argentina se posicionó como pionera en la promoción de la temática en el plano
internacional, en el contexto nacional, no hubo mayor seguimiento del tema ni
avances posteriores hacia una ley integral de protección que hiciera operativos
los derechos de los adultos mayores. No obstante, con la reforma constitucional
de 1994 se han dado algunos avances en materia legislativa y de reconocimiento
de derechos humanos de los grupos sociales en situación de vulnerabilidad. Por
un lado, a través del artículo 75, inciso 22, se estableció que los tratados y
concordatos tienen jerarquía superior a las leyes y se les otorgó jerarquía
constitucional a una serie de instrumentos jurídicos internacionales claves
sobre derechos humanos. Por otro lado, en el inciso 23 del mismo artículo se
establecieron, entre otras, las atribuciones del Congreso de legislar y
promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de
oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos
reconocidos por la Constitución y por los tratados internacionales vigentes
sobre derechos humanos, entre los que se destacan los derechos particulares de
los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad. Por un
lado, la ley 25.994, de Prestación Previsional Anticipada, hizo posible que los
varones de 60 años y las mujeres de 55 que contaran con los años de aportes que
marca la ley pudieran jubilarse, es decir, que lo hicieran antes de la edad que
establece la normativa (60 años para las mujeres y 65 para los varones). Asimismo,
el artículo 6 de esta ley estableció un período para efectivizar el programa de
inclusión jubilatoria, con el propósito de incorporar al sistema previsional a
las personas que cumplían con la edad de retiro aunque nunca hubieran aportado
o no contaran con los años de aporte que marca la ley. Este sistema fue ideado
para contrarrestar los efectos de casi dos décadas de niveles elevadísimos de
empleo irregular, precarización laboral y desocupación. Otra medida de
recomposición social y económica es el decreto de necesidad y urgencia 1602, de
2009, que estableció la Asignación Universal por Hijo para Protección Social.
Este aporte que se les otorga a las familias tiene un impacto positivo directo
en la calidad de vida de los niños y los adultos mayores, ya que en muchas
familias los abuelos han sido el sostén económico de sus hijos y nietos. Dado
que atienden a las necesidades de los adultos mayores y de los niños. En
consonancia con la evolución de la temática de adultos mayores en la comunidad
internacional y en el ámbito de las competencias que le son propias, en 2008,
el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la República
Argentina creó, mediante la resolución 2950/2008, la Oficina de Promoción y
Protección de los Derechos Humanos de las Personas Adultas Mayores, que
actualmente depende de la Secretaría de Derechos Humanos.
En Formosa: La Constitución Provincial, en su
Art. 71°, determina expresamente que “El Estado propiciara para las
personas de la tercera edad una protección integral que las revalorice como
protagonistas de esta sociedad...” En consonancia de tal premisa
mediante Ley Provincial 482, se
creó el Instituto de Pensiones Sociales, desde el cual se formulan,
desarrolla y ejecutan políticas activas de cobertura solidaria a los que
integran el segmento de la llamada “Tercera Edad”. Uno de ellos, es el PROSOL
es un Programa Solidario de Asistencia Directa a los beneficiarios de la Ley
482, a través de la misma se hace llegar al abuelo y al discapacitado
toda la cobertura socio-asistencial y sanitaria que poseen.
Esta cobertura está debidamente presupuestada y se
ha realizado con gran esfuerzo por el Gobierno Provincial y en interrelación
con los distintos Ministerios.
La atención integral al abuelo va de la atención
mínima e imprescindible como es la Cobertura alimentaria hasta la atención
integral de la salud como ser trasladar la atención médica con su correlato en
la entrega inmediata de los medicamentos a través de la farmacia del organismo
adherida al Seguro Provincial de Salud (Convenio Laformed-I.P.S).
Asimismo los pensionados del I.P.S podrán ser
atendidos por el equipo de profesionales oftalmólogos del Seguro Provincial de
Salud brindando la consulta y previendo la entrega de anteojos en el momento y
la medicación en los casos que sean requeridos. Si éste equipo determina la
necesidad de realizar cirugía de cataratas con LIO en el marco del Programa: “
Ver para Creer?
También tienen Cobertura y atención
odontológica requerida.
Este programa desarrolla actividades de atención y
refacción mínima e inmediata de la estructura edilicia de la Casa de la
Solidaridad
Toda esta actividad inclusive la recreativa se
desarrolla en forma conjunta con el empleado de la institución y el
abuelo, a fin de hacerlos sentir partícipe y dueño de su casa, inculcándole el
deber de cuidado de la misma como el derecho de disfrutar en ella de todos los
momentos que pueda compartir con sus pares.
La tarea se extiende a la zona de influencia de la
Casa de la Solidaridad afín de identificar la situación socio-económica y
sanitaria de todos los beneficiarios radicados en esa zona, determinando de
esta manera las situaciones de riesgo social (Abuelo abandonado o desnutrido,
en situación de calle o vagabundo, sin hogar o viviendo en extrema indigencia).
En otro aspecto, también desde
la Caja de Previsión Social de la Provincia, se contemplan coberturas a los
trabajadores estatales, mediante régimen previsional que permite el acceso a
una remuneración en concepto de jubilación o pensión (en caso de
viudez) a los que acrediten 30 años de servicios y hubiesen
cumplidos 65 años de edad, en el caso de los hombres, y 60 años de edad las
mujeres. (Art.23 Ley Prov. N° 1638.) Existen también otras normativas que
comprenden beneficios similares para el funcionariados y quienes ejercen cargos
de representación legislativas, fuerza de seguridad, judicial y docentes. Es
decir, existe una normativa de rango Constitucional y además un Gobierno que
gestiona otorgando prioridad a la atención de la persona adulta.
La travesía desde la
historia hasta el presente, refleja que la situación del adulto mayor, o
en la denominación o acepciones que se pueda asignar, siempre tuvo y, aun
lo tiene, variaciones condicionantes hasta de supervivencias “…Vivir en este mundo múltiple significa hacer
experiencia de la libertad entendida como oscilación continua entre pertenencia
y desasimiento"(7, p.19). En
tales términos, qué duda cabe que este siglo violento y en búsqueda permanente
no es un ámbito favorable a los ancianos. El diseño de las ciudades actuales de
espacios habitables reducidos, familias nucleares de nexos flojos, dejan en
desamparo a los viejos que viven en soledad. La realidad que desnuda la
Pandemia producida por el Coronavirus, con miles de muertes de adultos mayores,
prácticamente todo el mundo, en lugares denominados “Geriátricos”, reflejan
palmariamente que la generación actual, salvo contadas excepciones, más allá de
las normativas, legislaciones, declaraciones, etc., surgidas de los
Países y de organismos internacionales, religiosos o filantrópicos, tiene
una visión más emparentada con la desidia que con el ejercicio de la
responsabilidad y la solidaridad que se declaman.
La idea de transmitir este lado de la historia, tiene el propósito de que quizás
nos sirva de lección para vivir el presente en clave de responsabilidad y mayor
solidaridad. Y así tal vez, SÏ nos cuidemos entre tod@s para avizorar, al
decir de Ortega y Gasset “…un horizonte de futuro”. (8)
BIBLIOGRAFÍA:
1) Hernández, J. “El Martin
Fierro”. Ed. Cultural Librera Americana S.A. Bs.As. 2000.
2) Hermann
Bengtson- Historia de Grecia. (Links).
3) Eramos. Elogio a la
locura.Barcelona.Ediciones.29; 1983.
4) Acerbi Cremade, Norma.
“Y TAMBIEN LA VEJEZ TIENE SU HISTORIA”. Revista de Salud Publica. (XVII
-4 69-73 .2013 (Link).
5) Coramina J. Breve diccionario
etimológico de la lengua castellana. Madrid; Gredos; 1980 (Links)
6) Gafo J. La Iglesia Católica y
la tradición cristina ante la ancianidad. En: Ética y ancianidad. Madrid; Universidad
Pontificia Comillas; 1995. (Links).
7) Vattimo.G. El fin de la
modernidad: nihilismo hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa;
1990 (Links).
8) Ortega y Gasset. La rebelión de
las Masas.Ed. Espasa-Calpe S.A.Madrid (España).1984
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