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PANDEMIA: EL ESTIGMA ETARIO. Por Lic. FAUSTINO C. DUARTE*

                                “Respeten a los ancianos. El burlarlos no es hazaña…” (1)
En instancias tan difíciles para la humanidad toda, sorprende uno de los efectos colaterales de la situación de Pandemia en que nos encontramos. Puntualmente resulta el caso de las miles de víctimas registradas en ámbito de los llamados “GERIATRICOS”, en diversas partes del mundo, incluyendo a los casos registrados en la Argentina. Por y con el propósito de un llamado a la reflexión es que inicie esta columna con la cita del  fragmento de Martin Fierro.
En las sociedades antiguas, alcanzar edades avanzadas significaba un privilegio, una hazaña que no podía lograrse sin la ayuda de los dioses, por tanto, la longevidad equivalía a una recompensa divina dispensada a los justos. Los mayores (ancianos) eran una suerte de depositarios del saber. Representaban la fuente del conocimiento de la comunidad. En resumen representaban la sabiduría. No es de extrañar que los brujos y chamanes fuesen hombres mayores. Ejercían también labores de sanación, de jueces y de educadores. En aquellas sociedades, y ajeno a su edad, no era infrecuente que denominaren "ancianos" a quienes ejercían labores importantes.
Desde  la “Gerussia” al Geriátrico:
La gerusía era el nombre con el que se designaba al senado en Esparta —también en Corinto—. Según Jenofonte, se la llamaba también gerontía, y Aristóteles indicaba, además, las acepciones de gerojía o gerosía. Sus miembros son llamados ordinariamente gerontes, pero en un texto oficial son designados bajo el nombre de presbigeneis.
En la época histórica, la gerusía en Esparta era una asamblea de treinta miembros, compuesta de veintiocho gerontes propiamente dichos, y los dos reyes, asimilados a senadores por los derechos de su asistencia a las sesiones y por los de sufragio...
En el siglo IV a.C., sólo unos miembros escogidos de la aristocracia podían formar parte de la gerusía y ello da derecho a pensar que fue igual en los siglos anteriores También la magistratura de los gerontes aparece en Aristóteles como una oligarquía dentro de una oligarquía más extendida. El consejo sólo era accesible a un pequeño número de individuos, es decir a aquellos que tenían prestigio y que eran reconocidos como excelentes por la comunidad. A ello se suma el que la cualidad vitalicia del cargo hacía que las elecciones no fuesen muy frecuentes. No sólo había que pertenecer a ese exclusivo y reducido club, según Bengtson (2), la organización del gobierno espartano no es otra cosa que el inevitable resultado de un estado de sitio secular—, había que haber alcanzado una edad determinada: los sesenta años cumplidos.
Los egipcios veían  a los ancianos como “mágicos” y se lo respetaba por la sabiduría que atesoraban. Eran preservados de los trabajos duros por sus familiares y/o amos, procurando que sobrellevaran la vejez con  dignidad
Los pobres, en todos los tiempos, sufren sin distingo de edades. Para los ricos nace en el siglo VI otra alternativa.
Entre los ancianos acomodados surge la preocupación de un retiro tranquilo y seguro. La inquietud creada por la Iglesia, de la salvación eterna, el temor al Dies irae, el naciente individualismo y, por consiguiente, este asunto personal con Dios, les permite pensar que la tranquilidad eterna se gana. Y, en esa lógica, buena solución es cobijarse en un monasterio. Así, también se evita el bochorno de la decadencia. Este retiro voluntario de preparación para la vida eterna podemos ahora visualizarlo como un proto asilo de ancianos. En los primeros tiempos, sólo fue para unos pocos privilegiados, pero en el siglo VII y, sobre todo, en la época carolingia, esta costumbre llega a ser reglamentada en los monasterios que con este sistema obtienen un buen beneficio económico.”
 A partir del siglo XIII, debido al desarrollo material, se fortalecieron los Estados y se multiplicaron las guerras.
Los ancianos tuvieron una nueva oportunidad en el mundo de los negocios. Su actividad dependía sólo de su capacidad física, no siendo, en general, segregados por su condición etaria.
También en durante los siglos XII y XIII aparecieron en Europa, las llamadas “Casas de reposo”  y los hospitales para ancianos, generalmente a cargo de órdenes religiosas.
Consecuencias inesperadas:
A mediado del Siglo XIV, se registra una situación gravitante y  que produce fuerte cambios en la sociedad medieval. La catástrofe provino de Génova en 1348. La peste negra mató a un tercio de la población de Europa en tres años. Semejante hecatombe originó consecuencias de todo orden: políticas, económicas, demográficas, culturales. Las epidemias se sucedieron intermitentemente durante un siglo, manteniendo un nivel de inestabilidad social de todo tipo. Contraste violento entre la crueldad y una religiosidad rígida y fanática. La hoguera "depuradora" se extiende abrasadora.
Las pulgas, portadoras de la Yersinia pestis, fueron caritativas con los viejos. La peste, a diferencia del Coronavirus causante de la PANDEMIA que en la actualidad azota a la humanidad, mató preferentemente a niños y jóvenes. Más tarde, en el siglo XV, sucedió lo mismo con la viruela. Dicho de otra manera, se produjo un fuerte incremento de ancianos entre 1350 y 1450. La desintegración parcial de la familia provocada por la peste se tradujo en un reagrupamiento -familias extendidas- lo cual permitió la supervivencia de los desposeídos.
Los ancianos, en ocasiones, se convirtieron en patriarcas. Su mantenimiento les quedó frecuentemente asegurado. La vinculación entre las generaciones se vio facilitada. Aunque de nuevo, durante el siglo XV, se presentó el problema de la escasez de mujeres casaderas y la gran diferencia de edad entre cónyuges y las respectivas secuelas sociales de aquello. En resumen, la peste favoreció a los viejos que ganaron posición social, política y económica.
 Durante el siglo XV  La sofocante presencia de la religión durante la Edad Media hace crisis. Las gentes se fueron entusiasmando con el descubrimiento de las bellezas escondidas del mundo romano que yacía sepultado. El hallazgo de cualquier manuscrito excitaba la imaginación y la admiración. Los humanistas ocuparon un lugar de respeto. Les atraían los griegos antiguos, cultivadores de la belleza, juventud y perfección. Se renovaba el horizonte cultural.
Este naciente espíritu individualista que florecía, tras siglos de encierro en pequeñas ciudades amuralladas, ahogados de miedos, violencias y misereres, rechazaron sin disimulo la vejez. Asimismo, todo aquello que representaba fealdad, decrepitud y decadencia. Fueron, quizás, los tiempos más agresivos contra los ancianos. Pero, más encono aun, contra las ancianas. Refleja este sentir el más grande humanista de le época, Erasmo, que en su Elogio a la locura nos dice: "Pero lo que verdaderamente resulta más divertido es ver a ciertas viejas, tan decrépitas y enfermizas como si se hubieran escapado de los infiernos, gritar a todas las horas "viva la vida", estar todavía "en celo", como dicen los griegos, seducir a precio de oro a un nuevo Faón; arreglar constantemente su rostro con afeites; plantarse durante horas frente a un espejo; depilarse las partes pudibundas; enseñar con complacencia sus senos blandos y marchitos; estimular con temblorosa voz el amor lánguido, banquetear, mezclarse en la danza de los jóvenes, escribir palabras tiernas y enviar regalitos a sus enamorados".(3)
El arquetipo humano del Renacimiento lo personificaron los cortesanos y los humanistas. Ambos rechazaron a los viejos, pues representaban todo aquello que quisieron suprimir.
Un continente diferente? Según la Profesora Acerbi Cremades (4) El continente Africano merece una consideración especial  “…porque en su cosmogonía, la vejez es un momento privilegiado en el circulo inacabable  de la vida. En el mundo visible hay tres grandes periodos, el de Aprendizaje (infancia y juventud), el de Producción (Adultos) y el de Sabiduría (vejez). Ligada a la noción de fuerza vital, la edad avanzada constituye una etapa de la existencia humana a la que todos aspiran. Debido a la fe en la supervivencia, en la continuidad de la vida. Los ancianos ocupan una posición privilegiada porque constituyen el vinculo entre los vivos y los antepasados muertos…”
En el devenir de la historia, la  era moderna implico un cambio de paradigma y surgimiento  de nueva formas de organización social.
El pensamiento liberal y sus consecuencias políticas revolucionarias que derivan en la formación de repúblicas, significó no solamente un cambio de poder, sino también la aparición de un contingente nuevo de ciudadanos: los burócratas. Hay que recordar que este término proviene del francés, "bureau", que significa oficina, de lo cual se desprende que aparece en la escena social un estamento de funcionarios que constituyen un verdadero conglomerado y que algunos han denominado el sector terciario, a diferencia del primario, de los campesinos y artesanos, y los secundarios, referidos a los obreros surgidos de la revolución industrial.
 “…Antes de las revoluciones liberales el poder se asentaba en los reyes y sus familiares, como también, en el círculo próximo de la nobleza. El Estado se identificaba con personas concretas. En cambio, el Estado moderno es impersonal, reglamentado y el poder se hace representativo, delegación del pueblo. Se entiende que, en este sistema, surja la progresiva despersonalización y el creciente predominio de los funcionarios de la nueva organización.
En la actualidad, un hito muy significativo en la biografía de todo ciudadano laborante, dentro de la estructura económica del Estado, es la jubilación. Palabra tomada del latín jubilare que significaba "lanzar gritos de júbilo", significado que para la mayoría de nuestros contemporáneos sonaría a sarcasmo. ..” (5)
En su origen nació como una recompensa a los trabajadores de más de cincuenta años. Según Simone de Beauvoir ésta era la recomendación que hacía Tom Paine en 1796(16) (6). Ya se conocen pensiones en los Países Bajos a los funcionarios públicos en 1844. En Francia los primeros en obtenerlos fueron los militares y funcionarios públicos; luego los mineros y otras labores consideradas peligrosas.
Desde un punto de vista económico, se pasa de una gratificación benevolente a un derecho adquirido para dar un estipendio unos pocos años después de cierta edad, en la cual, probabilísticamente, hay una declinación de rendimiento. Así se crean los sistemas de seguros sociales y todo un modo de estudio de probabilidades de sobrevida. Con el aumento de las expectativas de vida, se mantiene el procedimiento, aunque postergando la edad de jubilación, en el bien entendido que si el viejo ya no es productor, a lo menos, es posible mantenerlo en un cierto nivel de consumidor. Es decir un objeto más del sistema de comercialización.
Y es en esa condición de objeto del sistema es en el  cual termina siendo víctima  de una construcción  social que se obnubila en el consumismo y en adicciones que relegan de los valores tradicionales.
Ya desde los tiempo de la revolución industrial (4)”… en los países de Occidente, se despojo a los ancianos de su tarea milenaria de consejeros prudentes y avezados. Fueron relegados a una suerte de ciudadanía vagamente honoraria por el predominio de la ciencia y la técnica. El reajuste de la situación social de las personas de edad, recién se produjo a partir de la sexta década del Siglo XX, por factores fundamentales,  como: a)  Reconocimiento de los Derechos Humanos, entre ellos los de la Ancianidad) Aumento del número de jubilados electores. Y aquí  recordemos las palabras de Pericles. “El hecho de que no tenga interés en la política, no significa que los políticos no tengan interés en ti (430 a.C.), c) Respeto  por las personas de edad o jubilados, que son capaces de realizar actividades estimulantes. Además son libres si así lo deciden, de seguir entregando sus conocimientos y experiencias en la comunidad que los rodeas. “Sin lugar a dudas, que para el profano o pesimista, la tercera  edad es invierno, para el hombre sabio en cambio, es la estación generosa de la cosecha, del saber dar y de la tranquilidad espiritual  porque se  vive en paz con lo que  es imposible cambiar.
Rol de la Iglesia: Quisiera compartir algunas reflexiones sobre la doctrina de la Iglesia acerca de la ancianidad y que nos pueden ayudar a reflexionar en algún momento de interioridad que tengamos cada uno de nosotros. Como en el caso de la juventud, tampoco encuentra, hasta el magisterio de Juan Pablo II, un tratamiento específico sobre la ancianidad, excepto  lo que se puede  colegir al estudiar las reglas monásticas. La más influyente, la de San Benito, considera el trato hacia los ancianos equivalente al de los niños. Manuales La "Regla del Maestro", (6) conjunto de reglas monásticas del siglo IX, asigna a los ancianos a labores de cuidadores o pequeños trabajos manuales.
Es  Juan Pablo II  quien impulso  la necesidad de que, desde la Iglesia, se desarrolle  “… una pastoral para la tercera edad, que insista en:
 - El papel creativo de las personas ancianas;
- La reconciliación, armonía y enriquecimiento entre las distintas generaciones;
 - El valor humano y religioso del dolor, de la enfermedad y de la limitación física parcial;
- El valor de la vida humana, que no termina en este mundo, sino que está siempre abierta a la resurrección y a la vida permanente con Cristo resucitado. La Iglesia valora la ancianidad como un tiempo de sabiduría y experiencia, de paz y agradecimiento, de amistad y solidaridad, de aceptación, confianza y preparación para la muerte...”

LA VISIÓN CONTEMPORÁNEA:
En el centro de la cuestión de los derechos de los adultos mayores, como en el de las edades intermedias o de los niños y adolescentes, está el respeto a la dignidad de la persona, la preservación de su integridad moral y el no avasallamiento de la riqueza de su subjetividad. Rectificar toda imagen negativa y estereotipada de la vejez es, pues, una tarea cultural y educativa que debe estar en el centro de las políticas que aseguren su calidad de vida. La visión de la vejez como fin de la vida útil del ser humano y la reducción del carácter de su condición de sujeto de derechos a una visión meramente asistencialista que tienda a garantizar sólo los derechos materiales elementales, sin incorporar los planos ético y filosófico de la dignidad humana como derechos esenciales, termina inevitablemente considerando al adulto mayor como “objeto” y no como sujeto de esas políticas. Como recuerda en sus considerandos la Declaración de Brasilia, en las recomendaciones del Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento respecto de la orientación prioritaria sobre las personas adultas mayores y el desarrollo, se establecen como objetivos, entre otros, “el reconocimiento de la contribución social, cultural, económica y política de las personas de edad; el fomento de la participación de las personas de edad en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles y la generación de oportunidades de empleo para todas las personas de edad que deseen trabajar. Naciones Unidas ha recomendado a los Estados miembros garantizar que se considere a las personas de edad como miembros activos de sus sociedades, facilitar su participación en la adopción de decisiones (…) y, lo que es más importante, en las medidas diseñadas para influir específicamente en su bienestar”. El respeto a los valores de los adultos mayores como personas venerables, transmisoras de experiencias y sabiduría, se encuentra en las raíces de todas las civilizaciones. De allí, la figura de los consejos de ancianos, presentes desde la organización tribal hasta el propio diseño de la Revolución francesa de 1789.
Inspirados en esa tradición histórica, en julio de 2007, en ocasión del cumpleaños número 89 del líder sudafricano Nelson Mandela, un grupo de destacados ex dirigentes internacionales y premios Nobel fundó la asociación The Global Elders (Los Mayores Globales), una suerte de consejo de ancianos que tiene por objeto ayudar a la resolución de conflictos mundiales. Según el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, “los más ancianos son quienes más pueden ayudar con su consejo en las situaciones difíciles”. Además de Annan y Mandela, también pertenecen a esta asociación el arzobispo sudafricano Desmond Tutu, el Premio Nobel bengalí Muhammad Yunus y el ex presidente estadounidense Jimmy Carter. “Hemos reunido unos mil años de sabiduría colectiva”, dijo Peter Gabriel, uno de los propulsores de la organización. Hacemos referencia a esta asociación porque es una muestra de esa validación y reconocimiento al “capital social” que implica la participación activa de los hombres y mujeres mayores como transmisores de conocimientos y experiencias. Personas adultas mayores y derechos humanos.  La población de América Latina y el Caribe envejece significativamente debido a la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la expectativa de vida. Acerca de ello, el establishment internacional sostiene una teoría anti-ancianos. Por ejemplo, el FMI, en un informe de 2012, daba cuenta de la “peligrosidad para los Estados”, sostener las jubilaciones, pensiones, y subsidios, cada vez en mayor escala. Por tanto, la Presidenta del FMI, Christine Lagarde, en una afirmación histórica y viral, señaló que “los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo y ya”. En realidad, la consecuencia “natural”, es que la población de 60 años y más, crece de manera constante, y eso por supuesto que es positivo para la humanidad. Esta tendencia sí que hace necesario, que los Estados generen políticas públicas que atiendan a las personas adultas mayores, y que lo hagan con un enfoque de integración e inclusión, que impacte positivamente, en la calidad de vida de la población y en el desarrollo de los países.
EN NUESTRO PAÍS:
En la Argentina, las políticas de Estado en materia de vejez tienen antecedentes en la década de 1940, cuando se establecieron los “derechos de la ancianidad”. Por iniciativa de la Fundación de Ayuda Social, el 26 de agosto de 1948, se proclamaron los derechos de la ancianidad, contenidos en un decálogo en el que se garantizaba a las personas, en la última etapa de su vida, el bienestar del que tienen derecho por haber dado su esfuerzo en bien de la comunidad. Esta conquista, que señala una etapa trascendente en la política social, 15 fue incluida en la Constitución Nacional por la asamblea constituyente reformadora de aquella, el 11 de marzo de 1949. Ese documento incorporaba los derechos a la asistencia, a los alimentos, al vestido, a la salud física y mental, a la salud moral, a la recreación, al trabajo, a la estabilidad y al respeto; lo cual pone en evidencia que la Argentina fue un país pionero en instalar el tema de los derechos económicos, sociales y culturales. La Argentina llevó al concierto de las Naciones Unidas la preocupación por este tema, que fue incorporado en la agenda del tercer período de sesiones de la Tercera Comisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 18 de noviembre de 1948. Si bien a partir de esa presentación la Argentina se posicionó como pionera en la promoción de la temática en el plano internacional, en el contexto nacional, no hubo mayor seguimiento del tema ni avances posteriores hacia una ley integral de protección que hiciera operativos los derechos de los adultos mayores. No obstante, con la reforma constitucional de 1994 se han dado algunos avances en materia legislativa y de reconocimiento de derechos humanos de los grupos sociales en situación de vulnerabilidad. Por un lado, a través del artículo 75, inciso 22, se estableció que los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes y se les otorgó jerarquía constitucional a una serie de instrumentos jurídicos internacionales claves sobre derechos humanos. Por otro lado, en el inciso 23 del mismo artículo se establecieron, entre otras, las atribuciones del Congreso de legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por la Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, entre los que se destacan los derechos particulares de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad. Por un lado, la ley 25.994, de Prestación Previsional Anticipada, hizo posible que los varones de 60 años y las mujeres de 55 que contaran con los años de aportes que marca la ley pudieran jubilarse, es decir, que lo hicieran antes de la edad que establece la normativa (60 años para las mujeres y 65 para los varones). Asimismo, el artículo 6 de esta ley estableció un período para efectivizar el programa de inclusión jubilatoria, con el propósito de incorporar al sistema previsional a las personas que cumplían con la edad de retiro aunque nunca hubieran aportado o no contaran con los años de aporte que marca la ley. Este sistema fue ideado para contrarrestar los efectos de casi dos décadas de niveles elevadísimos de empleo irregular, precarización laboral y desocupación. Otra medida de recomposición social y económica es el decreto de necesidad y urgencia 1602, de 2009, que estableció la Asignación Universal por Hijo para Protección Social. Este aporte que se les otorga a las familias tiene un impacto positivo directo en la calidad de vida de los niños y los adultos mayores, ya que en muchas familias los abuelos han sido el sostén económico de sus hijos y nietos. Dado que atienden a las necesidades de los adultos mayores y de los niños. En consonancia con la evolución de la temática de adultos mayores en la comunidad internacional y en el ámbito de las competencias que le son propias, en 2008, el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la República Argentina creó, mediante la resolución 2950/2008, la Oficina de Promoción y Protección de los Derechos Humanos de las Personas Adultas Mayores, que actualmente depende de la Secretaría de Derechos Humanos.
En  Formosa: La Constitución Provincial, en su Art. 71°,  determina expresamente que “El Estado propiciara para las personas de la tercera edad una protección integral que las revalorice como protagonistas de esta sociedad...” En consonancia  de tal premisa  mediante Ley Provincial  482, se creó  el Instituto de Pensiones Sociales,  desde el cual se formulan, desarrolla y ejecutan políticas activas de cobertura solidaria a los que integran el segmento de la llamada “Tercera Edad”. Uno de ellos, es el  PROSOL es un Programa Solidario de Asistencia Directa a los beneficiarios de la Ley 482, a través de la misma se hace  llegar al abuelo y al discapacitado toda la cobertura socio-asistencial y sanitaria que poseen.
Esta cobertura está debidamente presupuestada y se ha realizado con gran esfuerzo por el Gobierno Provincial y en interrelación con los distintos Ministerios.
La atención integral al abuelo va de la atención mínima e imprescindible como es la Cobertura alimentaria hasta la atención integral de la salud como ser trasladar la atención médica con su correlato en la entrega inmediata de los medicamentos a través de la farmacia del organismo adherida al Seguro Provincial de Salud (Convenio Laformed-I.P.S).
Asimismo los pensionados del I.P.S podrán ser atendidos por el equipo de profesionales oftalmólogos del Seguro Provincial de Salud brindando la consulta y previendo la entrega de anteojos en el momento y la medicación en los casos que sean requeridos. Si éste equipo determina la necesidad de realizar cirugía de cataratas con LIO en el marco del Programa: “ Ver para Creer?
También tienen  Cobertura y atención odontológica requerida.
Este programa desarrolla actividades de atención y refacción mínima e inmediata de la estructura edilicia de la Casa de la Solidaridad
Toda esta actividad inclusive la recreativa se desarrolla  en forma conjunta con el empleado de la institución y el abuelo, a fin de hacerlos sentir partícipe y dueño de su casa, inculcándole el deber de cuidado de la misma como el derecho de disfrutar en ella de todos los momentos que pueda compartir con sus pares.
La tarea se extiende a la zona de influencia de la Casa de la Solidaridad afín de identificar la situación socio-económica y sanitaria de todos los beneficiarios radicados en esa zona, determinando de esta manera las situaciones de riesgo social (Abuelo abandonado o desnutrido, en situación de calle o vagabundo, sin hogar o viviendo en extrema indigencia).
En otro aspecto, también desde la Caja de Previsión Social de la Provincia, se contemplan coberturas a los trabajadores estatales, mediante régimen previsional que permite el acceso a una remuneración  en concepto de jubilación o pensión (en caso de viudez)  a los que acrediten  30 años de servicios y hubiesen cumplidos 65 años de edad, en el caso de los hombres, y 60 años de edad las mujeres. (Art.23 Ley Prov. N° 1638.) Existen también otras normativas que comprenden beneficios similares para el funcionariados y quienes ejercen cargos de representación legislativas, fuerza de seguridad, judicial y docentes. Es decir, existe una normativa de rango Constitucional y además un Gobierno que gestiona otorgando prioridad a la atención de la persona adulta.
La travesía  desde la historia hasta el presente, refleja que la situación del  adulto mayor, o en la denominación o acepciones que se pueda asignar, siempre tuvo  y, aun lo tiene, variaciones condicionantes hasta de supervivencias “…Vivir en este mundo múltiple significa hacer experiencia de la libertad entendida como oscilación continua entre pertenencia y desasimiento"(7, p.19). En tales términos, qué duda cabe que este siglo violento y en búsqueda permanente no es un ámbito favorable a los ancianos. El diseño de las ciudades actuales de espacios habitables reducidos, familias nucleares de nexos flojos, dejan en desamparo a los viejos que viven en soledad. La realidad que desnuda la Pandemia producida por el Coronavirus, con miles de muertes de adultos mayores, prácticamente todo el mundo, en lugares denominados “Geriátricos”, reflejan palmariamente que la generación actual, salvo contadas excepciones, más allá de las normativas, legislaciones, declaraciones, etc.,  surgidas de los Países  y de organismos internacionales, religiosos o filantrópicos, tiene una visión más emparentada con la desidia que con el ejercicio de la responsabilidad y la solidaridad que se declaman.
La idea de transmitir este lado de la  historia, tiene el propósito de que quizás nos sirva de lección para vivir el presente en clave de responsabilidad y mayor solidaridad.  Y así tal vez, SÏ nos cuidemos entre tod@s para avizorar, al decir de Ortega y Gasset “…un horizonte de futuro”. (8)
BIBLIOGRAFÍA:
1) Hernández, J. “El Martin Fierro”. Ed. Cultural Librera Americana S.A. Bs.As. 2000.
2) Hermann Bengtson- Historia de Grecia. (Links).
3) Eramos. Elogio a la locura.Barcelona.Ediciones.29; 1983.
4) Acerbi Cremade, Norma.  “Y TAMBIEN LA VEJEZ TIENE SU HISTORIA”. Revista de Salud  Publica. (XVII -4 69-73 .2013 (Link).
5) Coramina J. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid; Gredos; 1980 (Links)
6) Gafo J. La Iglesia Católica y la tradición cristina ante la ancianidad. En: Ética y ancianidad. Madrid; Universidad Pontificia Comillas; 1995.  (Links).
7) Vattimo.G. El fin de la modernidad: nihilismo hermenéutica en la cultura posmoderna. Barcelona: Gedisa; 1990 (Links).
8) Ortega y Gasset. La rebelión de las Masas.Ed. Espasa-Calpe S.A.Madrid (España).1984

          *Licenciado en Historia.

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