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UN INFORME DE LA RESERVA FEDERAL DE EE.UU. REAFIRMA EL CAMINO ARGENTINO ANTE EL VIRUS, por ALEJANDRO C. TARRUELLA


El buen camino de Alberto
La Reserva Federal realizó un informe sobre el tema en el que los investigadores Sergio Correia, Stephan Luck (ambos de la Reserva Federal de EE. UU. y de la Reserva Federal de Nueva York) y Emil Verner (del Massachusetts Institute of Technology (MIT) hicieron algunas comparaciones con la epidemia que, en 1918, al finalizar la Primera Guerra Mundial, se hizo internacional.
La pandemia de influenza fue llamada, de modo inexplicable, “gripe española” porque España había sido neutral en la guerra y no tenía restricciones para difundir la información sobre la misma. Un absurdo pero se suele contar así. Historiadores españoles señalan que además influía la construcción británica de la “leyenda española” para afectar al antiguo imperio.
Los investigadores establecieron que aquellas ciudades que se adelantaron a tomar medidas como el distanciamiento social “crecieron más rápido cuando la pandemia pasó” y, a su vez, que el cierre de salas de artes teatrales e iglesias, “la prohibición de reuniones públicas y funerales; la puesta en cuarentena de los casos sospechosos y la restricción en los horarios de apertura de negocios, no solo redujeron la mortalidad: también mitigaron las consecuencias económicas adversas” producto de la gripe.
Expresaron los especialistas al concluir su trabajo, que “Las intervenciones no farmacológicas pueden tener réditos económicos, más allá de la reducción en la mortalidad”. Lo que significa que actuar sobre el proceso del virus, como lo hace la Argentina, ayuda a generar una reducción de los perjuicios acompañando a la ciencia.
El trabajo diferencia la gripe de 1918 y el coronavirus actual, en tanto el contexto económico de la época estaba regido por la conclusión de la Primera Guerra y fue mucho más grave en sus consecuencias que el coronavirus.
La gripe afectó en particular en esos años a las jóvenes generaciones de trabajadores, lo que dañó con severidad a la actividad económica. En la actualidad, estiman, la economía ha avanzado y con la tecnología de la información presenta un grado de interconexión que permite actuar y analizar los eventos, a los efectos de tratarlos.
Pandemias, economía y sociedad
La “gripe española” concluyó a fines de 1920 y alcanzó a la mitad del planeta. Infectó a la tercera parte de la población mundial, unos 500 millones de personas, mientras que en EE.UU. las cifras se establecieron en 675 mil. Murieron 50 millones de personas, la producción industrial del mundo tuvo una caída media de un 18% y la vida cotidiana de millones de personas entró en convulsión.
“Las pandemias deprimen la economía, las intervenciones de salud pública no”,
señalan los investigadores en un título y explican que es coherente “con la idea de que las pandemias deprimen la actividad económica a través de reducciones tanto de oferta como de demanda. E, importante, las caídas en el producto son persistentes: las áreas más afectadas permanecieron deprimidas en relación con las áreas menos expuestas hasta 1923”.
Reconocen que ese tipo de eventos perjudican y resienten la actividad económica. “Pero en una pandemia la actividad económica también se ve reducida sin ellas, dado que los hogares reducen el consumo y la oferta de trabajo para evitar ser contagiados. Por lo que estas medidas pueden solventar problemas de coordinación asociados con la lucha contra la transmisión de la enfermedad y mitigar la disrupción económica vinculada a la pandemia”, señalaron.
Al comparar los casos y establecer paralelos, concluyen observando que aquellos países que actuaron imponiendo el distanciamiento social a poco de conocerse los efectos de la pandemia, benefician a su sociedad al mitigar el flagelo, y toman los casos de Taiwán o Singapur, que atenuaron “el crecimiento de la infección: también parecen haber mitigado la peor disrupción económica causada por la pandemia”. Seguramente podrían haber sumado a estas impresiones el caso de China pero es bueno recordar el origen del informe.
Se sabe que la segunda parte de la epidemia de la primera postguerra se produjo en septiembre de 1918, en un campo de entrenamiento del Ejército de los EE. UU. en Camp Devens, Boston, y en edificios navales de esa ciudad. En octubre murieron más de 100 mil en EE. UU. y se registró una tercera parte a inicios de 1919. Esa ola tuvo efectos menores y la pandemia se fue cayendo hacia el verano de 1919 teniendo en cuenta que no habían sido descubiertos aún los virus. La ciencia determinó luego las características del virus que dejó secuelas en el mundo durante casi 40 años, y generó respuestas que cambiaron las consecuencias de los virus.
Algunos hechos dejaron ver la reacción social que produjo el evento. Durante la Conferencia de Paz de Versalles, celebrada en abril de 2019, el presidente norteamericano Woodrow Wilson se desmayó en público y se especuló entonces que estaba bajo los efectos de la influenza que afectaba aún a la ciudad de París. Lo cierto es que la crisis de la pandemia es histórica y es actual, y deja secuelas incluso en la acción política. En este caso, además, permite subrayar el camino que adoptó el presidente argentino, Alberto Fernández, en la solución de los efectos de la pandemia.


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