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PANDEMIA: ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA, por FAUSTINO C. DUARTE*


Sin dudas que transitar, afrontar y superar la crisis y efectos múltiples de la “PANDEMIA”, es un desafío para quien  actúa con plena convicción, sin siquiera considerar otra opción que no sea el de lograr un resultado victorioso, en un marco complejo de intereses entre cruzados y donde está en juego nada más  y nada menos que la  vida misma, al decir de un entrañable amigo “…esto es solo para valiente”.
En tiempos inauditos, inexperimentados, repentinamente  la humanidad toda se encontró en una situación  de fragilidad o precariedad  total,  vivir o sobrevivir en una realidad que pulveriza el ego y la prepotencia  y en lugar de  avizorar “un horizonte de futuro” (1), nos invade la incertidumbre y el temor. Estamos encerrados, muertos de miedo, vivos de miedo, sin más recurso que dejar de hacer lo que hacemos, de ser lo que somos y, esperar, y solo esperar que la desgracia no nos alcances.
Un gran avance: la sociedad global te permite tener miedo en varios sitios. Y el virus lo justifica: llevamos semanas y semanas dedicadas a tener miedo, a encerrarnos por causa del miedo, a dejar mucho de lo que hacemos, mucho de lo que somos por el miedo
En la obra “SINFÍN” (2), la línea argumental refiere que “… la condición para acceder a la vida después de la muerte es aceptar  el asilamiento eterno…”, nuestra realidad – más modesta- nos pide este asilamiento transitorio  como condición para seguir vivos  unos años mas; no obstante que está claro que este aislamiento nos convierte a todos  en una especie de rara de pre-enfermos, casi –enfermos, enfermos en potencial, aunque no tenemos nada malo o anómalo en el cuerpo pero debemos quedarnos encerrados, esperando, acechando con miedo el momento que quizás tosamos, nos sanitamos febriles, esas señales  que dirían, si aparecen, que todo se derrumba.
Y estamos invadidos por el susto y, según las informaciones que trascienden, viviremos condicionados por el susto por mucho tiempo: socialmente distanciados, encerrados, aunque en muchos casos telecomunicados, teletrabajando, telerreuniéndonos, telelitigando, telesesionando, en un contexto de temor. Hasta nos llegan a convencer que  el miedo es el propio ordenador y  que  debemos  tratar de pensar en un futuro miedoso. Y no pensamos sobre las consecuencias,  que vamos a tener  vidas muy distintas: la nueva “normalidad”   va a estar teñida de diferencias, de desigualdades. Algunos que tienen recursos económicos  no van a poder viajar, otros  los mas  menos pudientes no van a poder trabajar por mucho tiempo.  El sistema y el Estado viral no convenció  que  todo es terrible: que el aislamiento es imprescindible, que el peligro es el otro, cualquier otro, que el otro es el mismo infierno. Hablamos de solidaridad, pero  nos tememos unos  otros como a la peste misma. Ahora cualquier persona es la amenaza. No es necesario ser un terrorista para sembrar terror, alcanza con ser un ser humano, un picaporte o una caja de pizza. En definitiva el miedo  está instalado como un reflejo  fuerte.
El miedo siempre estuvo presente en nuestras vidas, en nuestras sociedades. Pero nunca como en estos días. Calles, escuelas clausuradas, trabajos cerrados: encerrados, nos concentramos en temer. Vivimos bajo el influjo de la paranoia de Estado.
El Estado —los estados, cada estado— nos dice que debemos tener miedo y lo tenemos. Por supuesto, nuestro miedo es lógico: la amenaza es real. Pero estos días sirven también para enseñarnos a obedecer los imperativos que ese miedo produce. No hay nada que los Estados usen más para controlar a sus súbditos que el miedo. Y el miedo los justifica: explica que, entre otras cosas, les permitamos ejercer su violencia sobre nosotros por nuestro propio bien, porque ellos saben lo que necesitamos.
El mecanismo es clásico: tenemos miedo de algo — siempre tenemos miedo de algo: de quedarnos sin comida, de que nos mate el enemigo, de envejecer, de los vecinos— y entonces el Estado nos protege y alguna religión nos protege.
Para eso tenemos que creer: creer que hay un buen  presidente o líder que sabe lo que hace y nos guiará  con éxitos, que hay un Dios que nos quiere y nos cuida. Ello porque, bien lo definió Kant “…El ser humano es el único animal que necesita un líder para vivir”.
Mucho de lo que pase de ahora en más dependerá de que sepamos  encontrar la forma de superarlo, olvidar el miedo, deshacernos del miedo y sus efectos.
Desde la historia hay señales claras que luego de las Pandemia registradas se produjeron fuertes cambios. En el caso de Atenas (430 A.C), afectó la salud de Pericles y  terminó con lo que los historiadores denominaron  “El siglo de Pericles”, mas de 30 años de gobierno, en la Edad Media, la peste negra,   genero el quiebre del sistema medieval, danto paso al Renacimiento, la denominada gripe española con más de 50 millones de muerte, produjo profundos cambios en la estructura social  y económica de España.
La lógica económica en tiempos de pandemia, ahora y entonces, sencillamente difiere de la lógica económica en tiempos normales. “Una pandemia es económicamente tan destructiva por sí misma que las medidas restrictivas, si están bien diseñadas, ayudan a que el golpe sea menor”.
Todas las precauciones son pocas: el mundo y la economía han cambiado, y mucho, desde entonces. Pero la epidemia de gripe de principios del siglo pasado, según estiman los investigadores Sergio Correia, Stephan Luck y Emil Verner, también deja algunas lecciones válidas para afrontar el choque económico del coronavirus. Entre ellas “… que las ciudades que se adelantaron en la toma de medidas de distanciamiento social y fueron más agresivas en su aplicación “no solo no tuvieron un desempeño peor, sino que crecieron más rápido cuando la pandemia pasó”. Y que “las intervenciones no farmacológicas [entre ellas, el cierre de colegios, teatros e iglesias; la prohibición de reuniones públicas y funerales; la puesta en cuarentena de los casos sospechosos y la restricción de apertura de negocios] no solo redujeron la mortalidad: también mitigaron las consecuencias económicas adversas de la pandemia”, cierran los investigadores, los dos primeros de la Reserva Federal de EE UU y de la Reserva Federal de Nueva York y el tercero, del Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Una mirada local: si tenemos en cuenta las conclusiones citadas más arriba, podemos coincidir que en la Argentina el Presidente Alberto  Fernández, y en  Formosa, en particular el Gobierno conducido por Gildo Insfran tomaron las decisiones adecuadas y  se gestiona en forma correcta para preservar la salud de tod@s los  Argentinos y en el caso de nuestra provincia,  de los formoseñ@s, lo que posibilita afrontar en mejores condiciones las contingencias derivadas de la  Pandemia, lo que permite que a la fecha  Formosa sea siendo una de los dos (2) provincias del País, sin registrar casos positivos de CORONAVIRUS. Resulta menester señalar que entre  las decisiones adoptadas, existen  hechos positivos que van más allá de las que comprenden lo farmacológico y que no registra parangón en la historia de nuestra provincia, dejando al descubierto actitudes  mezquinas y deshumanizadas de sectores del empresariados  local, quienes  en su afán lucrativos hasta ponían en riesgo la salud de los habitantes de nuestra provincia. Más de 15 mil kilogramos de mercaderías y hasta específicos medicinales, con clausuras de decenas de locales, demuestran en forma palmaria que el Estado Provincial  desarrolla acciones que apuntan a brindar una cobertura integral  eficaz. Ello, es justo señalarlo resultara saludable que  sea una constante hacia el futuro  y  que la responsabilidad y la ética sea un valor que caracterice al empresariado local.
Finalmente y en la misma línea de cuidarnos entre todos, comparto las reflexiones del Santo Padre Francisco, cuando refiriéndose a la Pandemia  expreso: “...Si actuamos como un solo pueblo incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real”, alienta, al recordar en todo momento que "Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente".
Francisco concluye su meditación llamando a todos a no tener miedo y a dejarse transformar por la crisis actual. "No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de tod@s. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos".
Notas
1)     Ortega y Gasset.” La  Rebelión de las Masas”.
2)     Carreño, Martin.  “SINFÍN”.
                   *Licenciado en Historia.

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