Como
ya lo decía una frase muy popular “una
imagen vale más que 1000 palabras”. Podemos apreciar en un simple dibujo,
la realidad, la desigualdad que golpea muy fuertemente a nuestros queridos niños,
niñas y adolescentes. En la imagen, un niño representando a todos los
estudiantes, que cuentan con todos los recursos para seguir aprendiendo a
través de la educación on-line,
bien peinado, sentado en su escritorio, junto a sus cuadernos y libros,
prestando atentamente atención, a la explicación de su maestra seguramente, a
través de un video explicativo ó la aplicación
tan popular de videoconferencia en nuestros tiempos, Zoom.
Por
otro lado, un niño de la misma edad, quizás su compañerito de clase,
representando a los sectores marginados, excluidos, con su ropa deteriorada, el
barbijo representando el presente que estamos viviendo, pero a él, la pandemia
que más le golpea, es la desigualdad e indiferencia, descuidado e indefenso,
pero mirando a través de la ventana, la clase de su querida seño, anotando todo
lo que puede.
Dos
realidades tan diferentes, tan dolorosas, con solo observar. Pero estos alumnos
aquí representados, tienen algo en común: las mismas ganas de seguir
aprendiendo, en este caso matemáticas, operaciones básicas e indispensables
como la suma ó la resta. Las mismas ganas de seguir avanzando, para que cuando
se regrese a clases, todos cuenten con los conocimientos para seguir y seguir
aprendiendo, y sobre todo el derecho a la educación.
Para reflexionar...
¿Pero
todos cuentan con los mismos recursos?, ¿todos tienen padres, algún hermano ó
tíos que puedan ayudarlos a realizar las tareas?, la respuesta es evidente: NO.
Debo
reconocer que en mi condición de futura Profesora y actual coordinadora de un
Oratorio Salesiano, que me ha permitido en estos años, conocer cientos de
niños, niñas, adolescentes con realidades muy dolorosas, pero poder ayudarlos
desde la pedagogía salesiana, a ser un poquito mejores, a ser felices, a
sentirse importantes, y que alguien confía plenamente en ellos, que no son
invisibles, y que tienen un refugio, un lugar en donde alguien está para ellos.
Me tocó de una manera muy distinta, muy de cerca.
Pero
no tan lejos para nuestros docentes, porque como bien saben, educar no sólo es
enseñar Matemáticas, Lengua, Historia, va más allá de eso, y es el trabajo que
muchos docentes realizaban día tras día
antes de esta pandemia, educarlos en valores, acompañarlos, hacer de psicólogos
muchas veces, cumplir diversos roles, y no con un sólo niño ó niña, sino con 20,
30 alumnos.
A
veces un aula, un docente es un refugio, hoy ese refugio ya no lo tienen, a
veces un aula es el único lugar, en donde todos los alumnos, tienen un mínimo
de igualdad ante el acceso al
conocimiento, hoy no, ya que no todos cuentan con los mismos recursos.
¿Es
posible en estos tiempos de Pandemia, una educación para todos? ¿Qué sucede con
los alumnos que no poseen dos recursos importantísimos en el proceso enseñanza /
aprendizaje?
En
primer lugar, el recurso material, es decir, libros, computadoras, celulares,
red de Wifi, que les imposibilita que puedan acceder a los materiales de
estudio, mucho menos poder realizar una videoconferencia. Y por otro lado, el
recurso más importante, el socio-afectivo; nos encontramos actualmente con
niños desbordados de tantas tareas, pero que no cuentan con alguien que los
ayude, que los guíe.
Ante
esta situación también replantearse: ¿cuál es rol del docente hoy? ¿Cómo tiene en
cuenta estas situaciones, a la hora de planificar su clase, vía on-line?
Para
tratar de responder estos interrogantes, les comparto la situación actual de un
joven de educación secundaria, que me comentaba lo siguiente, su realidad, pero
a su vez representa la realidad de miles de estudiantes:
“no sé qué hacer, no me gusta estar encerrado,
no hago mis tareas, me cuesta entender, no tengo wifi en mi casa, no tengo internet, no sé en donde envían ó como enviar mis tareas, no puedo aprender
solo, no entiendo”.
Este
ejemplo de una situación real, deja al descubierto tres cuestiones que se
repiten y son constantes en educación en tiempos de pandemia:
La
primera, la desesperación y la angustia que genera en los estudiantes, el no
saber qué hacer con lo que implica estar encerrado en cuarentena, y no poder
realizar las rutinas, que antes realizaban con normalidad. Que a su vez, entra
en juego la segunda cuestión, ya que su propia realidad lo limita, lo excluye,
al no contar con los recursos necesarios, para poder seguir aprendiendo y
realizando sus tareas.
La
tercera cuestión, “no puedo aprender
solo, me cuesta”, lamentablemente, muchos de los alumnos, no tienen a
alguien que les brinde un apoyo escolar, que los ayude y explique pacientemente, como quizás lo haría
un docente en el aula. Muchos de ellos, no tienen ni un tipo de acompañamiento,
y si lo tienen, quizás sus padres o familiares, no tienen el nivel de escolarización o paciencia, para
poder ayudar a sus hijos a realizar sus tareas. Cabe mencionar también, que
esto genera un conflicto con los mismos padres. Ya que los docentes exigen
trabajos vía online, los padres se enojan con los profesores por no tener esos
medios, y los chicos se sienten mal.
Ante
esto, se encuentran desamparados, solos ante una emergencia sanitaria mundial
angustiante, y su realidad como estudiante.
Ahora
bien, ¿cuál es el rol del docente ante esta problemática, ante dos situaciones tan
particulares? la primera: al estar en medio de una pandemia que hace imposible
las clases presenciales. Que lleva a replantear sus prácticas, trasladar la
escuela a los hogares, y tratar de adaptarse de un día para el otro, a
aplicaciones, tecnología que te puedan
ayudar para seguir enseñando a distancia.
De
repente las escuelas se cerraron, las aulas quedaron vacías, la educación
tradicional ya no fue suficiente, y los cambios que se aceleraron rápidamente,
pusieron en evidencia la necesidad de una nueva modalidad de educación, y la
falta de preparación del sistema educativo para ello.
Y
la segunda situación, aún más difícil: ¿Cómo llegar a aquellos chicos sin
recursos, sin wifi, sin acompañamiento escolar? Los docentes, deben buscar
muchos medios, para llevar a cabo sus actividades, deben ver las realidades de
sus alumnos, si observan que uno de ellos en semanas, no envía sus trabajos,
implica buscar otros medios, para poder llegar a ellos.
Ante
esto, ecordaba a algunos docentes
formoseños, que tuvieron que adaptarse a la era tecnológica impensado para
muchos de ellos, a aquellas maestras jardineras
que a través del programa Educar
en casa, emitido por un canal de televisión, cantan, bailan, cuentan
cuentos, y se disfrazan, para llamar la atención de sus alumnos, para que ellos
las sientan cerca. Y así, docentes de todos los niveles educativos, enseñando
las distintas áreas. También docentes que recorren cientos de kilómetros, para
entregar materiales de lectura a sus alumnos, docentes dando clases a través de
la radio, ó mi hermana docente formoseña en Santa Cruz, haciéndoles videos a
sus alumnos de 2do grado, explicándoles, y contando -como si estuviera con
ellos-, la familia del 100. Docentes que se preocupan y buscan la manera, para
que aquellos chicos que no poseen los recursos, puedan afrontar esta situación,
y seguir avanzando en sus estudios.
La
educación es un derecho universal, la educación es y tiene que ser para todos,
sin importar el nivel socioeconómico, posición social de los estudiantes, más
en éstos tiempos. En la educación, tiene que haber más solidaridad, más empatía
con los más vulnerables, porque ellos son los que más nos necesitan, y por qué
la educación es el único recurso que tienen para salir adelante.
Ahora
bien, ¿Es posible una educación para todos? En estos tiempos, todo parece no
alcanzar, por más esfuerzos que realiza el sistema educativo, algunos quedan
excluidos de la llamada educación virtual. Pero soy una soñadora, soy salesiana,
futura docente, y defiendo la educación pública, para todos y todas, sobre todo
para los sectores más vulnerables. Creo que quizá es posible mejorar un poco esta
situación, con esfuerzo de la sociedad en su conjunto.
En
cada caos, se esconde una oportunidad, quizá ésta es la oportunidad para ser
más solidarios, tener más empatía con la situación del otro, y ayudarlos en lo
que uno desde su lugar puede. No hace falta ser maestro, profesor de un área,
desde la profesión que tengas, y con el más cercano. También es tiempo de
valorar a nuestros docentes, tampoco pueden solos, necesitan del acompañamiento
de las familias, si antes era difícil educar, hoy en día lo es aún más, implica
un desafío.
Entre
todos podemos ayudar, para que aún en tiempos de pandemia, también exista una
educación para todos y todas.
*Estudiante del Profesorado de
Historia. Facultad de Humanidades. UNaF.
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