Ser
cuerdo es saber disimular la locura?
Quién sabe?
Yo vieja barra de bar con oídos de beton y pies literalmente fijos al suelo quiero contarles algo sobre Jürgen.
Hombre, uno de todos los días.
Perseverante en sus cotidianas, siempre la
misma hora, siempre la misma bebida.
Antes
del mediodía, un café con leche; pasado el meridiano una coca cola ó un
expreso; últimamente, en esta época que hay que pensar a la salud; un jugo de
naranjas, fresco y recién exprimido.
Siempre los mismos colores en su ropa, jeans acompañado de vez
en cuando por un saco y siempre azul….solo marino…monótono marino.
Alto, tan alto que un niño diría es un gigante.
Rubio como casi todos los hombres rubios de 50 años, no tanto
como el oro pero con destellos desgastados como un sol jubilado…
Sus dedos teñidos de ocre-tabaco, no todos, sólo aquellos que
mantienen, juegan, ruedan y disfrutan del vicio.
Con voz alta que da miedo y palabras amables que endulzan el
encuentro, casi siempre inestable en su actitud corporal pero previsible en
todos sus gestos. Con ojos que nunca fijan pero lo miran todo.
Cruelmente sincero, tan castigador de la realidad cuando responde
a la pregunta…“¿como estas?”, que hace reir a carcajadas, porque a veces la
verdad despellejada divierte. Sobre todo cuando no es la tuya. Recuerdo el día
que respondiste diciendo: -mal! y después del ¿porqué mal?, soltaste como si
nada – “porque estuve en el Hospital a causa de un forúnculo en el culo y voy a
tener que ir la semana que viene para controlar que todo esté bien”-.
Tanta
verdad dicha a voz alta y desfachatada en un ambiente tan exclusivo, hizo reir
a todas las personas sentadas en las mesas vecinas, y cuando saliste con tu
café con leche en la mano para fumarte un pucho, hace tiempo que prohibieron
fumar en los locales, uno de los clientes de aquellas mesas divertidas dijo al
personal…:-“el café de ese hombre póngalo por favor a mi cuenta”-, sin poder
dejar de sonreir, todos supieron que era lo más justo.
Cuánto me hubiera gustado reir.
Lleno de empeños y proyectos inexistentes, con historias de años
perdidos en manicomios, presente lleno de estabilidad gracias a la química, y
atrás de todo eso, escondida una inteligencia deseable, admirable, inexplicable,
privilegiada, inútil.
Cuando el negocio está cerrado, como ahora en época de peste, te
veo pasar y buscar con la mirada, algún “vivo” que te sirva tus bebidas
habituales y mientras lo haga te pregunte Jürgen ¿cómo va?, así podrás
responder a catarata… mucho stress, sabes trabajo no me falta, mi podcast esta casi hecho me hacen falta unos programas que los pedí online, pero todavía no llegan y mis
colegas en Rusia, todavía no me mandan la guita y para colmo se me volvió a
romper el celular, pero lo de la jubilación está en marcha con mis problemas
mentales me tocaría, no es mucho lo que me dan pero lo importante es que entre
guita…siempre tan honesto que a pesar de repetir hace tres años a diario la
misma historia jamás cambia, jamás progresa, jamás empeora.
De vez en cuando, suelta un piropo a la chica que le atiende
….-”hmmmm te pusiste hoy chic, no será para mí? “-, y cuando lo decís, no es
jamás una falta de respeto, hasta esto es motivo de sonrisas.
Y ahí estas, dispuesto a ayudar, ofreciendo sus contactos
quiméricos, “si necesitas plata avisame que yo conozco gente en internet que te
dan un crédito, los intereses están al 1 o 1,5 por-ciento, decime y yo lo hago“,
escucho decírselo a nuestra jefa que tendrá que cerrar por el virus y por la
responsabilidad ética y humana de parar el contagio. Y eso a Jürgen, le duele porque
se siente solo y le dolería mucho mas, que no se pueda volver a abrir por los
agujeros económicos que a lo mejor serán irreparables después de la peste.
Y yo…. pienso, gracias…. por el privilegio de tanta locura
transformada en razón, de querer seguir sintiendo tus codos apoyados en mi
espalda de beton y escucharte decir
…lo de siempre, por favor!.
*Desde Krefeld, Alemania.