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ESPAÑA E ITALIA SE PLANTAN FRENTE A MERKEL, por ALEJANDRO C. TARRUELLA


España ardió en la cumbre europea
Luego habló, sin euforia, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que después guardó silencio. La ajustadora serial, Christine Lagarde, presidente del Banco Central Europeo, y el ministro portugués, Mário Centeno, titular del Eurogrupo, detallaron la crisis que se les viene encima.
Lagarde, la amiga de Macri y Dujovne, alarmó: “Afrontamos una recesión que puede oscilar entre el 2% y el 10% de caída del PIB”, recuerdan los diarios europeos, y remarcó que el gasto fiscal vigente que no se mueve, va hasta dos puntos del PIB. El ser y la nada. Dijo sin afirmar que podría alcanzar, concesión de los poderosos mediante, hasta el 4%, a cargo de quien lo haga y sin medios europeos. Centeno, según las fuentes, también se sumó a la descripción de un panorama bastante apocalíptico.
Pedro Sánchez, primer ministro español, y su par de Italia, Giuseppe Conte“despreciaron el borrador de la declaración y ambos dijeron que ese texto no valía para nada”, recogió “El País” de Madrid de fuentes diplomáticas. A Michel le dio por el humor al referirse al párrafo 14 que España e Italia no querían firmar y calificó el incidente de “pequeño problema”.
Sánchez y Merkel no acordaron al tratar la propuesta española que pide que los presidentes de la Comisión, Consejo, Parlamento, Banco Central y Eurogrupo, dejen impreso en un informe, las eventuales fórmulas para financiar la crisis del coronavirus. “¡Nein!”, se escuchó sin imagen. Todos sabían que se trataba de Ángela Merkel.
Allí Sánchez estuvo astuto: “Ángela, ¿cómo es posible que no confíes en un informe elaborado por nuestras instituciones?”
Cuando se manda a “manu militari” no hay lugar al disenso. Por eso, la teutona dijo que Sánchez: “… propondrá cosas que no puedo asumir”. Al parecer, Merkel temía que cinco presidentes, una francesa, un portugués, un belga y un italiano entre ellos, podrían salir con un proyecto mutualista proponiendo “coronabonos”, por ejemplo, que su gobierno no quiere ni en broma.
Por esas horas, se creía que existían puntos en común. Cuando todo terminó, quedó claro que España e Italia están enfrentados desde el drama que viven sus pueblos. Sánchez y Conte regresarían con las manos vacías pero ganando algún poroto en la consideración de sus connacionales.
Sánchez se plantó
El acuerdo no podía pasar de ser un desacuerdo pactado. Pedro Sánchez se plantó ante el poder alemán de la Eurozona, aliado con el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte. Sánchez y Conte rechazaban la propuesta ajustadora de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo.
Se recordó cuando Mario Monti, por Italia, y Mariano Rajoy, se endurecieron ante Merkel en la cumbre europea de 2012. Ahora resistían a Merkel y al holandés, Mark Rutte. Bruselas ardía. Este episodio es importante porque va mostrando el trasfondo de la crisis del coronavirus, que va resquebrajando el Olimpo del neoliberalismo globalizador en retirada, pero a los tiros.
Michel tuvo que pedir un receso para reunirse con los suyos y buscar una estrategia para el acuerdo. Una forma sutil de seguir sosteniendo a países como España e Italia, con la soga al cuello. Ese es el sistema. En las pantallas se vio que Michel fue por Sánchez: “¿Tenemos un acuerdo, Pedro?”, el hispano retrucó: “No, Charles. Así es inaceptable. No puedo aceptar un lenguaje vago y hablar de varias semanas cuando mi país tiene la emergencia sanitaria que tiene. Hemos pedido seguro de desempleo común y no me lo estáis dando. El mandato al Eurogrupo tiene que ser claro.”
Se observó entonces que Merkel (poder real en Bruselas) le rechazó un seguro de desempleo. La crisis será para los desposeídos.
El hispano amenazaba con no firmar la declaración común. Rutte, de la mano del rey Guillermo Alejandro y la reina Máxima, no quería entregar un duro. El italiano Conte rechazaba hacer referencia al sistema europeo de rescate que iban a firmar. Conte avizoraba un final de abismos y fantasmas como el que sufrió en 2010 Grecia, cuando se la sometió por la deuda y recibió viejos armamentos chatarra a precio de oro. El trasfondo del petróleo del Egeo es lo que subsiste.
Conte decía que la apretada de los ajustadores pretende culpabilizar a los países y a los pueblos por la crisis. Nadie es culpable, argumentaba, y todos son heridos por los hechos, sostenía. Sánchez fue en su ayuda, compartía sus palabras y sus sentimientos. Rutte desenfundó: si Italia retiraba la mención al mecanismo de rescate, el MEDE, “nosotros eliminamos todo el párrafo”.
Merkel avaló la dureza del holandés. Y le asestó un golpe en la cabeza: “Si lo que estás esperando son los coronabonos, no van a llegar nunca. Mi parlamente no lo aceptaría”.
Y le insinuó que generaba expectativas que no alcanzaría con mensajes de división. Así para el poder euroajeno, pedir fondos para los más afectados significa apostar a un quiebre. Merkel estaba herida por una carta de nueve países que habían solicitados los eurobonos.
Este diálogo parece diseñar el nuevo mapa de Europa. Alemania y Holanda van arriba y España e Italia corren riesgos de iniciar un camino cuesta abajo en el dibujo de Bruselas. Por eso, Sánchez se trenzó en una discusión con Merkel. Sánchez fue lúcido. Le señalo que si no había un mandato claro, los iban a dejar sin fondos. “¿No comprendes la emergencia que estamos viviendo?”, clamó. El gesto de Merkel fue: no. Aunque no se escuchara en el lenguaje de las pantallas, todos sabían que fue esa.
Se escuchó de inmediato la voz de Emanuel Macron: “Pedro tiene razón. Estoy con él en que no podemos pasar nuestra responsabilidad política al Eurogrupo. Esto es un tema político, no podemos dejarlo en manos de los ministros de Finanzas, que reproducen las posiciones de cada uno”. Era un Macron extraño.
Dentro de dos semanas volverán a reunirse a través de las pantallas en un programa de rompe y raje. Vale la pena terminar con un recuerdo presente:
“El interés propio, egoísta, suponía una mala moral; ahora sabemos que también era una mala economía”, dijo al asumir un nuevo mandato en 1937, Franklin Delano Roosevelt.
A Merkel y los eurocodiciosos, no les va en gana recordarlo.

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