España ardió en la
cumbre europea
Luego habló, sin euforia, Ursula von der Leyen, presidenta de la
Comisión Europea, que después guardó silencio. La ajustadora serial, Christine
Lagarde, presidente del Banco Central Europeo, y el ministro portugués, Mário
Centeno, titular del Eurogrupo, detallaron la crisis que se les viene encima.
Lagarde, la amiga de
Macri y Dujovne, alarmó: “Afrontamos una recesión que puede oscilar entre el 2%
y el 10% de caída del PIB”, recuerdan los diarios europeos, y remarcó que el gasto fiscal
vigente que no se mueve, va hasta dos puntos del PIB. El ser y la nada. Dijo
sin afirmar que podría alcanzar, concesión de los poderosos mediante, hasta el
4%, a cargo de quien lo haga y sin medios europeos. Centeno, según las fuentes,
también se sumó a la descripción de un panorama bastante apocalíptico.
Pedro Sánchez, primer ministro
español, y su par de Italia, Giuseppe Conte, “despreciaron
el borrador de la declaración y ambos dijeron que ese texto no valía para nada”,
recogió “El País” de Madrid de fuentes diplomáticas. A Michel le dio por el
humor al referirse al párrafo 14 que España e Italia no querían firmar y
calificó el incidente de “pequeño problema”.
Sánchez y Merkel no
acordaron al tratar la propuesta española que pide que los presidentes de la
Comisión, Consejo, Parlamento, Banco Central y Eurogrupo, dejen impreso en un
informe, las eventuales fórmulas para financiar la crisis del coronavirus.
“¡Nein!”, se escuchó sin imagen. Todos sabían que se trataba de Ángela Merkel.
Allí Sánchez estuvo astuto: “Ángela, ¿cómo es posible que no
confíes en un informe elaborado por nuestras instituciones?”
Cuando se manda a “manu
militari” no hay lugar al disenso. Por eso, la teutona dijo que Sánchez: “…
propondrá cosas que no puedo asumir”. Al parecer, Merkel temía que cinco
presidentes, una francesa, un portugués, un belga y un italiano entre ellos,
podrían salir con un proyecto mutualista proponiendo “coronabonos”, por
ejemplo, que su gobierno no quiere ni en broma.
Por esas horas, se creía que existían puntos en común. Cuando
todo terminó, quedó claro que España e Italia están enfrentados
desde el drama que viven sus pueblos. Sánchez y Conte
regresarían con las manos vacías pero ganando algún poroto en la consideración
de sus connacionales.
Sánchez se plantó
El acuerdo no podía pasar de ser un desacuerdo pactado. Pedro
Sánchez se plantó ante el poder alemán de la Eurozona, aliado con el primer
ministro de Italia, Giuseppe Conte. Sánchez y Conte rechazaban la propuesta
ajustadora de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo.
Se recordó cuando Mario Monti, por Italia, y Mariano Rajoy, se
endurecieron ante Merkel en la cumbre europea de 2012. Ahora resistían a Merkel
y al holandés, Mark Rutte. Bruselas ardía. Este episodio es importante porque
va mostrando el trasfondo de la crisis del coronavirus, que va
resquebrajando el Olimpo del neoliberalismo globalizador en retirada, pero a
los tiros.
Michel tuvo que pedir un receso para reunirse con los suyos y
buscar una estrategia para el acuerdo. Una forma sutil de seguir sosteniendo a
países como España e Italia, con la soga al cuello. Ese es el sistema. En las
pantallas se vio que Michel fue por Sánchez: “¿Tenemos un acuerdo, Pedro?”, el
hispano retrucó: “No, Charles. Así es inaceptable. No puedo
aceptar un lenguaje vago y hablar de varias semanas cuando mi país tiene la
emergencia sanitaria que tiene. Hemos pedido seguro de desempleo común y no me
lo estáis dando. El mandato al Eurogrupo tiene que ser claro.”
Se observó entonces que
Merkel (poder real en Bruselas) le rechazó un seguro de desempleo. La crisis
será para los desposeídos.
El hispano amenazaba con
no firmar la declaración común. Rutte, de la mano del rey Guillermo Alejandro y
la reina Máxima, no quería entregar un duro. El italiano Conte rechazaba hacer
referencia al sistema europeo de rescate que iban a firmar. Conte avizoraba un
final de abismos y fantasmas como el que sufrió en 2010 Grecia, cuando se la
sometió por la deuda y recibió viejos armamentos chatarra a precio de oro. El
trasfondo del petróleo del Egeo es lo que subsiste.
Conte decía que la apretada de los ajustadores pretende
culpabilizar a los países y a los pueblos por la crisis. Nadie es culpable,
argumentaba, y todos son heridos por los hechos, sostenía. Sánchez fue en su
ayuda, compartía sus palabras y sus sentimientos. Rutte desenfundó: si Italia
retiraba la mención al mecanismo de rescate, el MEDE, “nosotros eliminamos todo
el párrafo”.
Merkel avaló la dureza
del holandés. Y le asestó un golpe en la cabeza: “Si lo que estás esperando son
los coronabonos, no van a llegar nunca. Mi parlamente no lo aceptaría”.
Y le insinuó que
generaba expectativas que no alcanzaría con mensajes de división. Así para el
poder euroajeno, pedir fondos para los más afectados significa apostar a un
quiebre. Merkel estaba herida por una carta de nueve países que habían
solicitados los eurobonos.
Este diálogo parece
diseñar el nuevo mapa de Europa. Alemania y Holanda van arriba y España e Italia corren riesgos
de iniciar un camino cuesta abajo en el dibujo de Bruselas. Por eso, Sánchez se
trenzó en una discusión con Merkel. Sánchez fue lúcido. Le señalo que si no
había un mandato claro, los iban a dejar sin fondos. “¿No
comprendes la emergencia que estamos viviendo?”, clamó. El
gesto de Merkel fue: no. Aunque no se escuchara en el lenguaje de las
pantallas, todos sabían que fue esa.
Se escuchó de inmediato
la voz de Emanuel Macron: “Pedro tiene razón. Estoy con él en que no
podemos pasar nuestra responsabilidad política al Eurogrupo. Esto es un tema
político, no podemos dejarlo en manos de los ministros de Finanzas, que
reproducen las posiciones de cada uno”. Era un Macron extraño.
Dentro de dos semanas volverán a reunirse a través de las
pantallas en un programa de rompe y raje. Vale la pena terminar con un recuerdo
presente:
“El interés propio, egoísta, suponía una mala moral; ahora
sabemos que también era una mala economía”, dijo al asumir un nuevo mandato en
1937, Franklin Delano Roosevelt.
A Merkel y los
eurocodiciosos, no les va en gana recordarlo.