El 16 de
marzo de 1892, nació en Perú el poeta César Vallejo. Fue uno de los poetas de
mayor consideración en la poesía mundial del siglo XX. Sus primeros libros de
poesía, publicados en Perú, fueron Los
heraldos negros (1918), y Trilce
(1922). Al año siguiente, 1923, además de publicar sus primeros relatos, bajo
el nombre Escalas, viajó a Europa,
básicamente París, en donde vivió hasta su muerte. Nunca regresó a Perú. Sus
ingresos se generaban en sus trabajos de periodismo, docencia y traducción.
En Francia,
publicó principalmente prosa, como la novela El tungsteno, (Madrid, 1931), ó las crónica Rusia en 1931 (Madrid, 1931). En forma póstuma, se publicaron dos
poemarios: Poemas humanos, y, España, aparta de mí este cáliz, ambos
publicados en 1939, mediante el esfuerzo de su viuda Georgette Vallejo. Poemas
humanos, es considerado uno de los poemarios m{as brillantes del siglo XX. La
poesía de clima social, humanista e incluso ideológica, aparece como dominante,
en esa última parte de su vida.
Falleció, César
Vallejo, el 15 de Abril de 1938, es decir, a los 46 años de edad.
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la
vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!