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PANDEMIA Y LAZOS SOCIALES EN CRISIS, por JORGE DANIEL CHACOMA*


 La situación epidemiológica en Formosa, desde el mes de marzo pasado, se modificó sustancialmente. Aumentaron los casos de contagios y fallecimientos causados por Covid-19. En el primer trimestre del año, ocurrieron algunos hechos políticos y mediáticos. Las consecuencias sociales de los mismos, fueron muy visibles: grupos de personas, que en forma orgánica e inorgánica, transgredieron cualquier normativa sanitaria formulada por el gobierno local: marchas de protesta contra edificios y autoridades provinciales; reuniones de todo orden con el mismo propósito de protesta; ingreso y egreso a localidades con alto grado de contagiosidad; decisiones empresarias (el capital) de abrir sus locales, generando nulo distanciamiento, y otras acciones más. Todo ello, favoreció los contagios. Existían sí, reclamos necesarios de trabajadores no registrados, vendedores ambulantes (producción mercantil simple, parcialmente), trabajadores no especializados (trabajo simple), comercios en general (capital en la esfera de la circulación), por la pérdida económica desde el año anterior, como ocurre en el país y el mundo.

            La idea de transgredir las normativas, y su materialización, suscitó evidentes secuelas para el resto de la comunidad, además, del enfrentamiento en la composición política de las ideas, con grupos que sí respetan tales normativas. Nos encontramos de este modo, con una crisis visible de los lazos sociales que unen a la comunidad. No afectar los lazos sociales existentes, no significa aceptar pasivamente la realidad en un estado de contemplación, sino distinguir las formas profundas que asume la transgresión en tanto, afecta la vida (literal) del resto de la población. ¿A qué nos referimos con la noción de  lazos sociales? El objeto de este escrito, es responder a ello. Veamos.

 Lazos sociales frente al  caos

               El propósito de los individuos, grupos y sectores de una sociedad, es que se desarrollen sus fuerzas productivas, sus utopías y su lugar en el mundo, a partir de un cierto orden social que impida el caos, y favorezca aquellos horizontes de realizaciones. Cuando individuos ó agrupamientos de personas -sea en forma de pandillas ó grupos irregulares-, ó mucho más cuando no poseen objetivos precisos, realizan acciones nocivas para el resto de las personas, pierden de vista el vínculo con sus semejantes, con el prójimo. Cuando personas en el rol de camioneros desvían su hoja de ruta sanitaria, ó soldados de las Fuerzas Armadas cruzan a nado el río para eludir controles sanitarios, ó empresarios evaden impuestos, están contribuyendo a  resquebrar los lazos sociales.

¿En qué consisten los lazos sociales? Como concepto sociológico, se vinculan a las normas, reglas e instituciones, que son las que permiten vivir en sociedad. Lazo social se opone al caos, a la anarquía social, al concepto de anomia, es decir, cuando las instancias colectivas no pueden resolver conflictos; frente a las conciencias individuales egoístas, surge la anomia.

Un modelo extremo de lazos sociales en crisis, lo constituyen los escenarios de confrontación de las tribus africanas, como en Sudan ó Ruanda (https://www.unicef.es/blog/ruanda-20-anos-despues-del-genocidio#), en donde el orden político-social, pasa por el uso de las ametralladoras y las muertes que causa, como forma de dirimir los conflictos ó demandas de cualquier tipo. El orden social es inexistente. Al margen de ello, recordemos que el saqueo de los recursos naturales africanos, por parte de los países colonialistas, constituye una causa sustancial de la anomia y la tragedia del continente.

 Durkheim y los lazos sociales

Durkheim, sociólogo francés, pensó sobre lazos sociales, en un grado de solidaridad. Ésta podía ser mecánica u orgánica. En el caso de la solidaridad mecánica -que tiene lugar en sociedades tradicionales, pre-capitalistas ó pequeños pueblos, como por ejemplo las localidades del interior formoseño-, se produce por semejanza, dado que los individuos de esa comunidad difieren muy poco entre sí, y comparten los valores, la cultura, los sentimientos sedimentados en el lugar.

La solidaridad orgánica, por su parte, se basa en la diferenciación de las personas, las cuales se producen a partir de la división social del trabajo. Tiene lugar en ciudades de mayor tamaño. Existe cierto consenso, dado que la diferenciación de los individuos, permite que los conflictos pudieran generarse, pueden ser resueltos a partir de una autoridad exterior. Ello facilitará la convivencia. Es el caso de las ciudades de mayor escala ó industrializadas. Durkheim utiliza el vocablo orgánico, por analogía con los órganos del ser vivo, es decir, cada uno de los órganos cumple con su propia función, y no se asemejan a los demás. Todos son indispensables para la vida, como por ejemplo, el cuerpo humano.

               Durkheim consideró válido, el desarrollo de la sociedad a partir de la división social del trabajo, de la solidaridad orgánica, la transformación urbana y la diferenciación de las actividades. Los lazos sociales en tales sociedades, como por ejemplo en las ciudades con alta densidad demográfica, resultan indirectos, dado que la división social del trabajo, impulsa la mediatización de los grupos sociales, de las instituciones, diferentes entre sí, para lograr cierta cohesión e integración social. Es decir, a diferencia de la solidaridad mecánica, en la gran ciudad, existen numerosas instancias de mediación o pertenencia: grupos de jóvenes, de ancianos, sindicatos, grupos políticos, religiosos, artísticos, y muchos más, que permiten aquella integración y/o cohesión social.

               Por otro lado, Durkheim complementó la noción de lazo social, en el análisis de la autoridad moral, que permitiría la producción y reproducción del orden social. Definió la moral como “un sistema de reglas de acción que predeterminan nuestra conducta. Ellas dicen cómo hay que obrar en los casos dados; y obrar bien es obedecer bien”. (1997). No resulta contradictorio en la obra de Durkheim, la aparición de la cuestión moral como sustento de su idea de lo social. Es decir, lo solidario, lo colectivo, se vincula a lo moral: “las reglas morales enuncian las condiciones fundamentales de la solidaridad social” (1995:393).

               El desarrollo de la sociedad, de la comunidad, se encuentra –de este modo-, en una impronta orientada a la aceptación de regularizar los comportamientos, las acciones de los individuos especialmente respecto del otro. La moral para Durkheim no es moralina, sino que conforma un sistema de normas, de valores, de actitudes desde el bien, que construyen un orden social dado, a partir de los vínculos sociales. Quizás como una continuidad imaginaria de la ética kantiana, que sostiene la ética del deber.

               La moral, sus reglas, se encuentran presentes en la sociedad, en el colectivo, en su imaginario, en sus ideales. Según Durkheim, es la propia sociedad, la que está investida de autoridad suficiente, para hacer obedecer sus normas al resto de los individuos. Las bondades del agrupamiento, del ideal social, corresponden a los actos morales, los cuales deben encaminarse hacia el bien, a su búsqueda, a la lucha denodada por lograrlo. La autoridad que inviste la sociedad, es un ente superior, es la conciencia colectiva que los individuos abrazan. Entonces sujetarnos a la disciplina moral, a la autoridad moral colectiva, es obedecer (en el sentido de hacerlas suyas) las reglas. No ocurre en el caso que estamos mencionando, dado entre otros motivos, por el derrotero sinuoso y frágil de las conciencias.

 Crisis real de nuestros lazos sociales

               En determinadas instancias, se produce la aparición de individuos y/o grupos, ya se trate por ejemplo, de grupos políticos enceguecidos; jóvenes víctimas de mensajes culturales erráticos de los últimos treinta años en Argentina; de empresarios y aspirantes, entre otros, que ven la trama social sólo como fuente de ganancias: ellos, se comportan por fuera del orden normativo, con subjetividades expresadas en forma disruptiva, lesionando el orden social existente y trabajosamente construido.

               Resulta posible identificar algunos de los factores complementarios, que contribuyen a las causas para no obedecer las reglas morales/ideal colectivo que lesionan los lazos sociales: a) el concepto de anomia, impulsa a los individuos a acciones que superan sus propias voluntades; b) quienes transgreden reglas acordadas por la sociedad, son considerados marginales o desviados, como afirma Howard Becker (1971:13); c) las reglas pueden estar conformadas como leyes, acuerdos informales, ó tradición. Cualquiera de estos factores, formarán parte de las fuerzas que se impulsan para el deterioro del cuerpo moral de la sociedad. Sin embargo, no es suficiente, dado que el propio cuerpo social, contiene su propia dinámica política, social y económica, que favorece la disrupción que mencionamos.

               Las estructuras sociales de nuestro país, al igual que en la mayoría de las provincias, se muestran similares a las estructuras de América Latina y sus modelos de acumulación de capital. Ellas han generado actores muy visibles: burguesías muy enriquecidas y proletariados muy empobrecidos; personas/pueblos integrados a las comunidades en que residen, y, excluidos de la sociedad, por diferentes razones. Léase, economía, consumo, trabajo, racismo, género, áreas de residencia.

               Al mismo tiempo, digamos que se trata de actores muy poderosos, por un lado, y, actores sumamente débiles, por otro. Estimamos que esta brecha -casi insalvable por estos años-, se encuentra muy alimentada por el camino sinuoso y acelerado, que se ha producido en las conciencias de los individuos y los pueblos, en términos genéricos, concibiendo un escenario de lucha progresista (en defensa de los sectores débiles y vulnerables), sumamente debilitada, merced a la batalla cultural, en donde el neoliberalismo (en defensa de los sectores enriquecidos), cuenta con el aval de los medios de comunicación poderosos, de los mensajes del arte y la publicidad, y buena parte de las currículas de los sistemas educativos, en donde existe un clara ausencia de reivindicaciones de los pueblos e individuos dominados a ultranza por el gran capital.

               En el caso de Latinoamérica en general, y de Argentina, en particular, aludimos a sociedades, a sus entramados sociales de diferente trascendencia, según el proceso histórico que se ha experimentado. Barba Solano (2011:76), sostiene que “los tipos de cohesión social, además de cambiar a lo largo de la historia, pueden variar en distintos tipos de sociedades, pueden ser más o menos efectivos y pueden ser o no democráticos”. La sociedad formoseña sostiene lazos sociales muy diferentes de cualquier otra provincia del sur del país.

               En los últimos años, predominó en Argentina, la sociedad sostenida sobre la base de criterios neoliberales, los cuales exhiben a los derechos individuales como ariete de acción política (exacerbados a veces, como por ejemplo, en el ataque de sectores antipopulares contra el gobierno de Formosa, por su política sanitaria), y el predominio del mercado, como escenario fundamental para las políticas económicas, con beneficios monopolizados por grandes empresas transnacionales y socios locales, además de empresas nacionales con perspectiva de valor internacional, no nacional. El rol del mercado, de este modo, es central para este modelo neoliberal; mientras que el rol asignado al Estado resultaría de tono residual, marginal, conservando por parte del Estado, la asistencia a pobres e indigentes, que además, los produce el propio capitalismo de mercado.

 La crisis de lazos sociales, llegó

               Todo ello, abrió cauce a la sinuosidad en el derrotero de las conciencias. Es decir, cierto predominio de lo errático del pensamiento liberal y neoliberal, que incluye todo tipo de mensajes: discursos políticos; arengas sociales; publicidad privada imprecisa, sin contornos; periodismo que confunde y miente a sabiendas; películas, videos y series, que pregonan los discursos absurdos y discordantes con las utopías, especialmente las populares; periodismo deportivo, que realiza un uso exacerbado de las metáforas del crimen (“matar o morir”, “lo fusiló”, y tantos más); los estratos sociales aspiracionales, que cuando suben de escala, desprecian al de abajo; la pequeña burguesía de la que hablaba Marx, que suele confrontar ideas con quien en rigor, los defiende; y, varias fuentes más de mensajes de borroso contorno para la configuración de la ciudadanía con ética. Recordemos que la ética aferrada al deber, es la ética deontológica de Kant, quien sostenía en su obra de gran escala, la idea del imperativo categórico, de ineludible cumplimiento para el comportamiento moral y ético.

               Las conciencias, entonces, han desembocado en un estado de enorme vulnerabilidad. Lo errático de la historia del pensamiento reciente, de sus fuentes, y de sus grupos receptores, vienen advirtiendo sobre la extraña situación de personas, que obran en contra de sus propios intereses como comunidad, lesionando los lazos sociales existentes.

               La patología no se encuentra sólo en los cuerpos con covid-19, sino sustancialmente en sectores muy identificados: a) encargados de difundir mensajes que por su naturaleza, generan malestar y sentimientos negativos en la población, e incluso información falsa; b) sectores políticos, que para oponerse a acciones oficiales, generan mensajes cargados de intolerancia, hostilidad, y de ruptura de las normativas, además de destruir símbolos políticos de partidos diferentes (ver en este blog-revista Estatuas vivientes, de Faustino Duarte); y, c) sectores de la justicia que en forma inexplicable, dictan normas de libre circulación, en momentos en que la región y el mundo, se cierran con mayores restricciones.

               Ante ello, habrá que repensar a mediano plazo, el rol de actores sociales ejes de la sociedad, como los medios de comunicación (excesiva concentración, difundiendo así una sola voz), los poderes judiciales, que por estos días, se encuentran en descomposición, y las formas de hacer política, que asumen el odio y la destemplanza, como un rigor, que juega en contra de todos, incluso de sí mismos.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

Bibliografía

 BARBA SOLANO. (2011). Revisión teórica del concepto de cohesión social: hacia una perspectiva normativa para América Latina. Buenos Aires. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

BECKER, Howard. (1971). Los extraños. Sociología de la desviación. Buenos Aires. Tiempo contemporáneo.

DURKHEIM, Emile. (1995). La división del Trabajo social. España. Akal.

-------------------------. (1997). La educación moral. Buenos Aires. Losada.

-------------------------. (1998). El suicidio. España. Akal.

 *Sociólogo. Universidad Nacional de Formosa.

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