OMAR MORENO PALACIOS FUE UN GRANDE DE LA CANCIÓN NACIONAL DEL SUR DE ESTAS PAMPAS, por ALEJANDRO C. TARRUELLA*
Rocío apenas pudo deslizarse en su computadora para escribir
conmocionada: “No puedo elegir bien las palabras en este momento. Hablo,
escribo y todavía no lo creo”, Contó que el hecho se produjo en inmediaciones
de la medianoche, acaso bajo la luz de un lucero. Y hubo despedida en la
casa de Pancho, como lo llamaban sus amigos, en su casa de Temperley, donde los
cantores le rindieron tributo. Ella relató que Moreno Palacios “no quería nada.
Ni despidos, ni llantos, ni que lo estén mirando, solo quería estar escuchando
milongas”.
Omar era tempranero, y a los 8 años debutó como alumno de
Mario Pardo en el teatro Manuel J. Cobo, en la ciudad de Lezama, al lado de
Chascomús. Tenía 12 años y se presentó como guitarrista en la ciudad de
Ayacucho. La cantora pampeana Lucrecia Rodrigo, que canta el reportorio de Omar
reseño que “La Pampa hoy está un poquito más solitaria, Omar Moreno Palacios
fue una guía, gracias a su inmensa obra, es una semilla todo el tiempo
germinando, para nosotros, quienes venimos trabajando la tierra y abriendo
surco, aprendiendo, de Omar, una persona fundamental, vertical y necesaria para
el canto surero, para las cantoras y cantores del canto de la llanura que
amamos la palabra”.
Es un grande de la canción popular de la provincia de Buenos
Aires y algo más, que no se difunde en la Caba de Rodríguez Larreta y el
progresismo, que suele referenciar de manera preponderante en valores
británicos o norteamericanos. Era un innovador sobre la misma tradición, si
tenemos por tradición a aquellos que se queda porque se irá en otra tradición como
si fuera en realidad, una suerte de traición consentida.
Moreno Palacios es de los mayores referentes de la canción
del sur de la provincia de Buenos Aires junto a Abel Fleury, Alberto
Merlo, Francisco Chamorro, el mismo Atahualpa Yupanqui, Osvaldo Andino Álvarez,
José Larralde y Argentino Luna. Juan Martín Scalerandi, guitarrista que lo
acompañó durante muchos años, expresó que Moreno Palacios era “el artista
más importante que ha existido para todos los habitantes de esta llanura
bonaerense, por su profundidad artística, su gran conocimiento de nuestra
tierra y de nuestras tradiciones”. Y agregó: “Además por ser el artista que ha
llevado más lejos las expresiones artísticas bonaerenses rompiendo con todos
los moldes, pero sin soltarse de la tradición más profunda”.
Fue
conocido a nivel internacional por su gato “Sencillito y de alpargatas”,
grabado por solistas y grupos vocales, celebrada en Europa y convertida un
ícono del sur bonaerense. Vivió en sus años de adolescencia y primera juventud
en tierras orientales, ya que sus abuelos eran oriundos. Allí alternó con
Néstor Feria, conoció la obra de Amalia de la Vega, autora mujer de la milonga
“Mate amargo”, creación notable vigente aún a pesar de la prohibición que de
hecho rige sobre la canción popular de origen local, Osiris Rodríguez Castillo.
Trabajó de muy joven en la radio uruguaya donde en radio Carve, alternó con
programas de Sabina Olmos, Charlo y el poeta Héctor Gagliardi. Conoció entonces
al joven locutor que devendría en cantor estilo surero, Alfredo Zitarroza, al
actuar en radio El Espectador de Montevideo. Allí conoció al hombre de radio y
escritor Wimpi, de quien interpretaría luego sus notables cuentos sencillos que
llevaría al disco.
En los años `60 siguiendo el camino de la Patria, volvió a la
pampa húmeda y actuó en todo tipo de escenarios en los días de su consagración.
Lo hizo con Jaime Dávalos, Alberto Merlo, Los Chalchaleros, Los Hermanos
Ábalos, Los Fronterizos, Raúl Barboza y Julia Elena Dávalos, por nombrar a
algunos. Luego haría en televisión “Estancia Las Batarazas” y en 2004 el Fondo
Nacional de las Artes lo reconocería por su aporte a la cultura.
Sus canciones lucían porque era un surero con aire propio. Su
creación siempre traía la yapa de la innovación en los arreglos, el modo de
crear la música, y la misma poética que abordaba con originalidad. El mismo
estilo de interpretar la guitarra era innovador y queda eclipsado porque los
estilos sureros, siempre dejan la sensación que vienen de un tiempo ido. Omar
Moreno Palacios tenía la cualidad de tomar el tiempo en espiral, como los
indios, y hacer de lo ido, presente vibrante, recuperado donde la voz del
músico y el poeta, dejaba rastros de polvo de estrellas para definir que
“aquello es esto porque es siempre en el corazón del pueblo”. Scalerandi lo
expresó con precisión al decir que “Además por ser el artista que ha llevado
más lejos las expresiones artísticas bonaerenses rompiendo con todos los
moldes, pero sin soltarse de la tradición más profunda. Heredero de un linaje,
como el de Mario Pardo, abierto estéticamente, conocedor de nuestra tierra y un
gran amigo”.
El reconocido intérprete de guitarra y cantor José Ceña lo
definió diciendo que “Fue uno de los más destacados exponentes de la cultura
surera y de la música popular Argentina; compuso cifras, estilos, milongas,
gatos, huellas, mazurcas, polcas, rancheras, valses que son parte del
patrimonio musical de todos los argentinos”. Recordó también que “Fue un
guitarrista virtuoso con una calidad interpretativa donde la sensibilidad
tallaba con profunda emoción, sin excesos ni expresiones fingidas. Siempre
llevó con orgullo y sinceridad la forma del vestir de sus paisanos porque él
era uno más de ellos”. El ejemplo de ello es “Galopes y relinchos”, un triunfo,
dedicada a su hermana, maestra en el partido de Pila, en donde la innovación en
los arreglos es notable cuando hace sonar el galope corto de los caballos y
homenajea a los educadores rurales. En su cifra “Provincia de Buenos Aires”,
Omar logra encajar el título, difícil, escarpado, para hacer una notable
creación sin tiempo que desnuda el espíritu del paisano local y aportaba temas
como “La capilla de los negros”, surgido del aporte afro surero a la cultura o
“Nunca le dije nada”. Era anárquico, leal e incisivo. Ceña lo describe como un
criador de caballos que fue además, “un arriero de la canción que para el
asombro de muchos y en aparente contradicción con su imagen fue un verdadero
transgresor desde sus creaciones imprimiendo a su obra musical una riqueza
armónica y rítmica adonde fueron a abrevar otros notables como Raúl Carnota,
Carlos Moscardini o Juan Martín Scalerandi, tal vez éste último, el más fiel de
sus discípulos en la guitarra”. Tenía rasgos de baqueano que siempre conocía el
terreno en el que se movía, y describía la presencia de un río, un monte y olía
presencias no previstas.
Grabó con Jorge Marziali, Alfredo Ábalos y fue consumando una
obra de enorme valor aunque tenga en la Caba, una restricción cultural
inexplicable. En 2017, inició un ciclo en Radio Nacional mientras continuaba
sus actuaciones. No era un tipo fácil como no lo era su creación, resistida por
la visión británico progresista que se impone a fuerza de negar valor a lo
propio. Pero Omar está ahí animado como cuando cantó “Cornetín”, con poema de
Homero Manzi y Cátulo Castillo y música de Pedro Maffia, y dejó impresa una
versión imperdible para la historia.
Moreno Palacios tuvo además una ardua labor como difusor de
ese estilo a través de diversos programas radiales, como el caso del legendario
ciclo «La Posta», que pasó por varias emisoras hasta que en 2017 recaló en
Radio Nacional. Una enfermedad lo hizo a un lado de sus andanzas de arriero y
él se fue yendo para quedarse, y así como era bien pudo decirnos una vez más
“pude ser tu Santos Vega y nunca le dije nada”, acaso porque había dicho casi
todo. Claro que con guitarra y canto.
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