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DIEGOSOL ENTRE SOMBRAS (Poema), por ALEJANDRO C. TARRUELLA*

 

I

Mi hermana, Marcela, me azuzó: ¿cuándo vas a mandarme el poema de Diego?

En los últimos días de noviembre su poema se escribía en la calle.

Lo sugerí en el viento interior de una mañana agitada en las hojas de los árboles.

 

II

Diego somos todos un poco

por eso le tocó tanto vivir

y desguazarse en cada uno

a cada susurro, a cada murmullo

cuando interpretaba el dolor

la risa, la ciega infamia,

el sordo resplandor miserable

de los apropiadores

que ayer se llevaron un niño

y hoy a una madre,

luego haría la felicidad

de quien lleva una copa

y sostiene la pelota

entre la cabeza y el hombro.

 

Lo amamos pero le exigimos demasiado, lo percibimos pura alegría sin saber

que toda alegría de barro oculta heridas que precisan de un vendaje tierno,

una atención donde el artista tenga un segundo para volver sobre su camino

de estar a solas consigo mismo para hacer pie ante nuestro amor torrencial.

 

III

Nunca nos negaste nada, Diegosol,

en noviembre decidiste hacer

una presentación ante todo el mundo

para que todos arropáramos ese desliz

de dolor irrespirable y nos volviera

al cuerpo de pronto la alegría

porque al irte a ser una estrella

y el tobillo quebrado se vuelve

una fiesta de evocación que resiste

la amargura de los usureros

en un trago de barro en Bella Vista

o una pizza al paso en Fiorito.

 

IV

La pobreza jamás te abandona

es una escuela áspera

que deja ver el sol entre restos

de papel de diario

de un hombre tirado en un colchón

en una vereda de la Avenida de Mayo.

 

La pobreza, ayer fue hambre,

hoy es tu respuesta solidaria,

insoportable para la avaricia

por eso un tipo de cara flaca,

la barba malcrecida, camiseta

argentina, el 10 a la espalda,

se la toma en un vino triste

y se ríe como un bobo

porque no alcanza a apresar

lo enorme de tu generosidad

hecha de abrazos y gambetas

y solo en su sanchochado

de sentimientos lo sabe

y se lo guarda en una lágrima

como si fuese su última moneda.

 

V

Diego le dio un giro imprevisto a la adversa razón que conocía, cebollita

de piel oscura en una soledad de Fiorito, hecha de sueños de barrilete y hojas

de árboles que miran siempre y no preguntan quién sos para darte color

mientras la pelota gira como un mapa que rueda sobre sus propias aguas

para hallar un lugar donde pararse; ya lo ves, ahora transparente en la pared

donde algunos creen que las velas del pueblo lo proyectan mirando adelante

como si el arco lo esperara y un inglés se mostrara dispuesto a caer a sus pies

desde donde se le escucha decir: “Estamos hechos del mismo material del que se tejen los sueños”. Y los sueños hoy están contigo y con nosotros,

digo en silencio, porque nos has hecho un poco para que todos

seamos un poco Diego sol en la soledad de la vereda.

 

            Barracas, 30 de noviembre de 2020

 

            *Poeta, periodista, historiador.

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