I
Mi hermana,
Marcela, me azuzó: ¿cuándo vas a mandarme el poema de Diego?
En los últimos días
de noviembre su poema se escribía en la calle.
Lo sugerí en el
viento interior de una mañana agitada en las hojas de los árboles.
II
Diego somos todos
un poco
por eso le tocó
tanto vivir
y desguazarse en
cada uno
a cada susurro, a
cada murmullo
cuando interpretaba
el dolor
la risa, la ciega
infamia,
el sordo resplandor
miserable
de los apropiadores
que ayer se
llevaron un niño
y hoy a una madre,
luego haría la
felicidad
de quien lleva una
copa
y sostiene la
pelota
entre la cabeza y
el hombro.
Lo amamos pero le
exigimos demasiado, lo percibimos pura alegría sin saber
que toda alegría de
barro oculta heridas que precisan de un vendaje tierno,
una atención donde
el artista tenga un segundo para volver sobre su camino
de estar a solas
consigo mismo para hacer pie ante nuestro amor torrencial.
III
Nunca nos negaste
nada, Diegosol,
en noviembre
decidiste hacer
una presentación
ante todo el mundo
para que todos
arropáramos ese desliz
de dolor
irrespirable y nos volviera
al cuerpo de pronto
la alegría
porque al irte a
ser una estrella
y el tobillo
quebrado se vuelve
una fiesta de
evocación que resiste
la amargura de los
usureros
en un trago de
barro en Bella Vista
o una pizza al paso
en Fiorito.
IV
La pobreza jamás te
abandona
es una escuela
áspera
que deja ver el sol
entre restos
de papel de diario
de un hombre tirado
en un colchón
en una vereda de la
Avenida de Mayo.
La pobreza, ayer
fue hambre,
hoy es tu respuesta
solidaria,
insoportable para
la avaricia
por eso un tipo de
cara flaca,
la barba
malcrecida, camiseta
argentina, el 10 a
la espalda,
se la toma en un
vino triste
y se ríe como un
bobo
porque no alcanza a
apresar
lo enorme de tu
generosidad
hecha de abrazos y
gambetas
y solo en su
sanchochado
de sentimientos lo
sabe
y se lo guarda en
una lágrima
como si fuese su
última moneda.
V
Diego le dio un
giro imprevisto a la adversa razón que conocía, cebollita
de piel oscura en
una soledad de Fiorito, hecha de sueños de barrilete y hojas
de árboles que
miran siempre y no preguntan quién sos para darte color
mientras la pelota
gira como un mapa que rueda sobre sus propias aguas
para hallar un
lugar donde pararse; ya lo ves, ahora transparente en la pared
donde algunos creen
que las velas del pueblo lo proyectan mirando adelante
como si el arco lo
esperara y un inglés se mostrara dispuesto a caer a sus pies
desde donde se le
escucha decir: “Estamos hechos del mismo material del que se tejen los sueños”.
Y los sueños hoy están contigo y con nosotros,
digo en silencio,
porque nos has hecho un poco para que todos
seamos un poco
Diego sol en la soledad de la vereda.
Barracas, 30 de
noviembre de 2020
*Poeta,
periodista, historiador.
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