UN NUEVO CONCEPTO DE FALSA INFORMACIÓN: “DESINFODEMIA” CORPORATIVA DE MERCADO, por ALEJANDRO C. TARRUELLA*
Los italianos
lo hicieron. En un intento de limitar el resurgimiento del coronavirus, Italia
prohibió bailar en clubes nocturnos y salones de baile al aire libre. En Milán,
Bologna, Verona (donde el nivel de vida es tan alto que los jóvenes “bien”
salen a pasear en torno de la Arena y estrenan un modelito) o Roma, creían que
eso era un imposible. ¿Qué pasaría si al tilingaje macrista le sucediera algo
semejante? No es algo que pasaría desapercibido en Recoleta o Palermo Chico.
De Italia a la Argentina
El gobierno
de Rodríguez Larreta planea todo lo contrario. Más contagios, más salidas a la
calle. Otros gobiernos como el de Morales en Jujuy, hicieron el “viva la pepa”
y ahora pagan las consecuencias. En Italia fueron “a los bifes” y cesaron los
bailes. “The New York Times” le dio importancia al tema y lo difundió en la
información que envía a toda América. Los medios corporativos locales hicieron
silencio mientras falsean información. Hay un término nuevo para esa operación:
“desinfodemia”.
Al igual que en otros países europeos, en Italia hay una
propagación de los casos del corona mientras que los “pequebu” y los de más
arriba, en cuyo espejo se miran, iban a los clubes nocturnos y se sacaban los
barbijos. La necesidad ante un problema, era tomada como una restricción a sus
narcisismos de clase al que llaman libertad cuando libertad es responsabilidad.
Los gobiernos exigían barbijos en la pista, manos desinfectadas y registro de
nombres en el ingreso, que se completaba cuando tomaban la temperatura de
narcisas y narcisos. Si alguien se quitaba el barbijo, se detenían la música y
el baile. Poco a poco, el tilingaje rompió las reglas y el gobierno actuó. Algo
parecido a lo que sucede desde la CABA privilegiada de grandes presupuestos.
La reacción del pueblo es otra. A San Cayetano, donde van los
más pobres, despojados, faltos de trabajo, salud y educación, concurren todos
los 7 de agosto más de un millón y medio de personas. Recoleta no podría juntar
tantas personas porque no las tiene. Si se observa lo sucedido en Congreso,
donde menos de trescientas personas llenas de rencor intentaban gritar ante una
cámara, queda en claro que son escasos.
Para que este año el pueblo no vaya a saludar, agradecer o
pedir a su santo, hubo que dar un aviso, nada más. No hubo publicidad, afiches
de Rodríguez Larreta, pero el pueblo, que se cuida y cumple con lo previsto, no
fue. El modelo que dejó en la inclemencia el fugado de las Costa Azul y Suiza,
y prendió naturalmente en sectores de la Capital, es lo contrario a la
respuesta silenciosa del pueblo en San Cayetano.
Acostumbrados al escándalo o al “brote psicótico”, como lo
resumió Duhalde, cuando un tema pone en cuestión los arrebatos de los
privilegiados, los medios apelan a la censura. Trabajan en permanente
marginación cultural de las mayorías populares para hacer su burbuja y repetirla.
No está afuera de eso “la supremacía blanca macrista”.
¿Cuántas veces se escucha en las marchas gritar “negro” para definir a una
persona a la que desprecian? Se sienten en la Argentina del centenario o en
1930, a los que aluden con frecuencia. No llegaron aun a la Convención
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
Racial, rubricada en Asamblea General de la ONU el 21 de diciembre de 1965, y
que rige desde el 4 de enero de 1969. Los rencorosos de Mauricio siguen en 1930.
En Argentina
las minorías pregonan la noticia falsa como prioridad. Ahí se aplica la
advertencia del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Gutiérrez,
quien advierte que “nuestro enemigo es también el creciente aumento de la
desinformación”. Y la Unesco señala en estos días que el volumen y la velocidad
de la circulación de noticias, hace validar como ciertas a noticias falsas que
dan lugar a lo que denominan “desinfodemia”. El concepto incluye información
tóxica, falsa y errónea con lo que se aseguran confusión y discordia. Que es lo
que aplica el macrismo entre nosotros.
Se ha establecido, para llegar a esa conclusión, que en 112
millones de posteos públicos en 64 idiomas en diferentes redes corporativas de
uso social sobre la pandemia, la Fundación Bruno Kessler detectó 40 por ciento
de mensajes de fuentes poco fiables. La Fundación Observatorio de Infodemia
Covid 19, señala en un estudio que casi un 42 % de más de 179 millones de tuits
sobre el tema, fueron producidos por bots que lanzan información desde bases no
fiables. No personas. El 40 % son dudosos. Y el Instituto Reuters sostiene en
un estudio, que un tercio de usuarios de redes sociales reconocen haber leído
información falsa sobre la pandemia. Y se establece que la xenofobia, el
racismo y el discurso de odio son claves de la “desinfodemia”. Lo que usan los
seguidores del fugado de la Costa Azul, ahora en la FIFA.
En ese contexto, Unesco ha observado que mega empresas de
redes sociales corporativas y mensajería, convierten sus plataformas en focos
de “desinfodemia”. “Sus modelos económicos, diseñados para capturar y mantener
la atención del usuario y para recopilar datos destinados a la publicidad
dirigida, los han hecho susceptibles a la desinformación, incluso en sus
anuncios publicitarios”, sostiene la entidad.
Ahí está el corazón del asunto. Esas mega corporaciones, usan
el recurso publicitario como una avanzada ideológica para someter a millones de
usuarios y es ahí donde debe actuar el Estado frente a la “desinfodemia” de los
que fugaron las riquezas del país.
*Periodista, escritor, historiador
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