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EXIGENCIAS DE LA EDUCACIÓN (A propósito del texto de Johana Avalos), por MARÍA JOSÉ ROJAS*


Me gustó mucho el texto de Johana M. Avalos, en CULTURA Y REGIÓN, el análisis, muy completo, de buena y atrapante redacción, y bastante amplio en los aspectos que abarca sobre el mismo tema educación. De ahí, yo desprendería varias líneas a analizar.
En primer lugar, el sistema educativo actual, sujetos y objetos, la cuestión de la asistencia social a esta franja o grupo, estudiantes; el desarrollo de tipos y modelos educativos, la educación en contexto de pandemia, la incidencia de la tecnología en la educación, y el comportamiento social en relación a estas problemáticas.
Con respecto al sistema educativo, considero que hay un desfase entre el actual sistema, considerando como tal a la organización, planificación proyección y puesta en funcionamiento de actividades educativas, y el sujeto ó destinatario. Es innegable la existencia de políticas que apuntan a esa adaptación, pero considero que la evolución de la forma de aprender supera a la evolución de la forma de enseñar, y casi siempre ésta se vuelve obsoleta ya antes de ponerse en ponerse en práctica.
Con esto, no se apunta solo a remarcar las falencias de un grupo ó franja de docentes, ya que muchas veces la edad o formación no son condicionantes para estar más o mejor actualizados, pero sí, a un mundo de teorías sobre la práctica que no son aplicables a muchos de los contextos que en este caso nos toca vivir.
El docente así formado, pierde de vista en muchos casos, al estudiante en calidad de persona, que aprende de diversas maneras, muchas más que todas aquellas teorías adquiridas en forma de recetas. Y al no conocer o concebir al objeto, como un sujeto particular, y en caso de un grupo, un grupo con sus peculiaridades, los objetivos planteados, pueden estar muy distanciados de lo que realmente se requiere para conseguir ese aprendizaje. En otras palabras, no toman conciencia de la viabilidad de su proyección o tipo de enseñanza, para obtener los resultados requeridos por el mismo sistema. Debemos abandonar la idea de un estudiante tipo, con características estandarizadas, porque cada sujeto, de forma individual, nos planteará un nuevo reto.
Eso da lugar a otra cuestión, el sistema educativo atraviesa otro problema a la hora de planificar: ¿que es la evaluación?. Toda innovación o avance, será truncado si se insiste evaluar con los cánones de modelos teóricos inaplicables, o de apelar a una valoración numérica o de contenidos por encima de los procesos y capacidades que hacen al aprendizaje real de los estudiantes. Por eso es importante, que el docente pueda conocer su sujeto, para determinar su objeto, y luego aproximarse a comprender que se pretende evaluar, para allí poder obtener resultados reales de dicha actividad.
Con respecto a la asistencia social, no se puede separar en nuestro caso, un análisis de la situación socioeconómica por la que atraviesan los sujetos. No debería ser el deber del docente, atender esa cuestión, pero las circunstancias sociales obligan a que éste sea uno de los principales soportes de los alumnos. En una sociedad con una situación económica paupérrima, la escuela pública cumple la doble función de alimentar y educar, en ese orden, y es en ese momento en el que el docente deberá desarrollar otros aspectos de su profesión, que si bien no pasan por lo educativo, inciden de manera directa.
Pero no sólo esa situación es la que obliga al docente a trascender la cuestión educativa. Desde el momento, en que un docente logra ver a un alumno como una persona, como a sí mismo, con sus fortalezas, desventajas, potencialidades, es cuando puede realmente acercarse a su objetivo y poder lograr brindar significado, a lo que transmita. Personalmente, he tenido la necesidad de hacerlo con chicos  que cuentan con los recursos necesarios, que su problema no era justamente no haber desayunado, sino que necesitaban que el otro, o sea yo en este caso, reconociera el valor en ellos, entendieran sus circunstancias, los ACEPTARA y no juzgara, acompañara, guiara sin imposiciones pero con respeto, y principalmente creyera en ellos. Y es en ese momento en que el docente deja atrás los libros sobre educación escritos dentro de cuatro paredes, en base a sujetos imaginarios homogéneos e idénticos en capacidades cognitivas. El docente ahí comienza a desarrollarse como tal, a conocer su propia potencialidad, su capacidad de adaptación, es el momento en el que la memoria emotiva entra en juego y se proyecta en el estudiante, y lo más importante, donde puede reconocer sus limitaciones. Y lo considero como el primer paso para que el docente pueda volver a repensar las metodologías de enseñanza, su operatividad, hasta donde estas pueden ser copiadas y puestas en práctica sin volver a convertirse en material obsoleto.
Y en medio de esta situación nace una pandemia mundial que nos obliga no solo a quemar neuronas, pensando de  casi forma utópica, desarrollar un sistema de enseñanza efectivo. En este contexto, lo primero que debería salir de foco, es el contenido a enseñarse. Si me plantearan ¿para qué enseñamos?, mii respuesta seria: para la vida, entonces, en relación a este contexto, no hay nada más alejado que un cúmulo de contenidos, que el consciente colectivo hoy tiene poco lugar. Entonces ¿qué debemos enseñar? ¿Si las líneas educativas me obligan a desarrollar ciertas cuestiones? ¿Puedo hacer uso de mi libertad de cátedra, para poder adaptar lo que quiero que aprendan? ¿Cuán “libre” realmente es esa libertad? Entonces nuevamente el replanteo es vital, necesitamos estudiantes no solo física sino psicológicamente aptos para desarrollar cualquier tipo de actividad educativa, por lo tanto el docente debe apuntar, según considero, a la empatía. Acercarme y conocer la situación del otro, y así poder encarar otra estrategia. Y en esto la tecnología juega un papel importante, en primer lugar, porque debería  utópicamente, estar al alcance de todos. Sabemos que no es así, y son cuestiones que el docente no podrá solucionar.  Tampoco serán de utilidad si todas esas herramientas cuasi mágicas, que "reemplaza la actividad docente", como algunos mal intencionados han destacado, no son utilizadas para crear aprendizaje significativo.
Soy partidaria en que no puedo exigir lo que no tuve la oportunidad de enseñar, por lo tanto, para utilizar estas herramientas el docente debe saber usarlas de forma correcta, y enseñar a los alumnos a hacerlo, sino se convierten justamente en lo contrario, una manera más de truncar cualquier actividad educativa. Y la sociedad, debería reconocer en el avance de la tecnología y los medios de comunicación virtual, una nueva oportunidad de acercarnos a la justicia social.
El día en que la sociedad sustituya la crítica que realiza hacia quienes menos posibilidades tienen, en relación a poseer algún artefacto o forma de tecnología que le permita conectarse al mundo y a internet, convertida actualmente en la mayor fuente difusora de conocimientos, será el momento, en que esos estudiantes, sin estigmas, puedan recobrar su estatus de personas, libres de aprender, con las mismas posibilidades y oportunidades que los demás.
         *Magister en Historia. Docente en Universidad Nacional de Formosa.


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