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CANDOR, ÉTICA Y ESPESOR LITERARIO, por JDC



Libro “El Salón de las Almas Nuevas”, de Luis Medina Lazar
CANDOR, ÉTICA Y ESPESOR LITERARIO
                    Por JDC
 “Volé hacia mi propio cuerpo, que estaba por nacer”
Luis Medina Lazar
Luis Medina Lazar, publicó recientemente su primer libro de relatos, denominado “El Salón de las Almas Nuevas”, en donde expone el talento que venía exhibiendo al público lector formoseño, desde los años 90´. Luis Medina Lazar (en adelante LML), siendo muy jovencito, difundió parte de su obra poética –incipiente, por entonces-, en el Suplemento Cultural del diario La Mañana, de la ciudad de Formosa.
Por aquellos años, se trató de una aparición disruptiva, al igual que otros/as jóvenes –como Vanina Rojas, Natalia Cuevas, Rodrigo Rojas, Flavia Latina, ó Sergio Mariani, entre otros-, que en dicha época, aparecieron con expresiones literarias de notable singularidad, con discursos significativos, simbólicos, subjetivos, que en forma individual y colectiva, daban cuenta de los valores de una nueva generación de escritores de Formosa. Hoy, además de escribir, y publicar, estos jóvenes, son graduados universitarios, profesores de letras, y otras disciplinas, y desarrollan carreras docentes y de producción literaria muy valiosa.
En el “El Salón de las Almas Nuevas”, LML contribuye a la dicotomía ficción y realidad. Existe profundidad y cierta desmesura, en un marco de la vida cotidiana, que nos interna en las sorpresas, en las rupturas de ciertas reglas, especialmente de nuestras conciencias. La pluma de LML, permite que los pliegues del relato se trasformen en senderos de un laberinto, cuyas historias nos enriquecen con interrogantes. Podrán obviarse las respuestas a los mismos, porque nos conducirían a un cuerpo flaco, esquelético, sin carnadura, y por supuesto, sin literatura. Entonces los laberintos de las incógnitas que nos plantea LML, nos sienta mejor, ya fuere en el hospital, en la escuela, en el teatro vacío. Las escenas, los escenarios, se constituyen en testigos de orden performativo (acción-acto), de los deseos humanos. Los textos de LML, infieren concordancias plenas de los mismos. Por cierto, es para celebrar, porque podemos advertir esta simbiosis que nos depara sorpresas, como por ejemplo, el quirófano inundado.
            Los efectos sorprendentes, es unos de elementos agradables que nos deja LML en nuestra imaginación, porque nos permite dibujar como en un ensueño, las escenas deseadas, tratando de opacar aquellas que nos disgusta. Y son numerosas en la vida real. Y dicho en tono de verdad, por supuesto. Aunque la verdad en sí misma, puede ser hartamente cuestionada, como lo hizo por ejemplo F. Nietzsche, en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873), planteando el caos, y afirmando en forma alegórica que en algún momento, animales inteligentes inventaron el conocimiento. Y así realizado, sólo el ser humano, creía poseer el conocimiento de la naturaleza que lo rodea, cuando en rigor, lo hacía para explicar en forma independiente de todo el resto de la naturaleza. Ésta no está sujeta al conocimiento humano, pero el humano sí cree poseer la verdad. En suma, la verdad no es absoluta, de ninguna forma. Podría sentir Nietzsche, que el conocimiento de la realidad, sólo está configurado a las formas del ser humano, pero la realidad es otra cosa. Obviamente, la ciencia actual y sus avances, se orientan en sentido diverso. Pero LML, nos va orientando hacia la verdad relativa, como en Escalofríos, en donde Lorena es protagonista de una leyenda como de verdades colectivas.
Los relatos, la creación
En Ladridos, se trata de una realidad de desigualdad genética, pero absolutamente verosímil. Tolerancia del más poderoso, libre, importancia sustantiva de las mascotas para numerosísimas personas. Verdaderamente, aparece como una metáfora acerca de la desigualdad: el gran porte -y triste también-, de un ser, respecto de otros.
Retrato en sepia, aborda un tiempo transcurrido, de aquellos copos de nieves, y el bullicio infantil, como manifiesta LML, hasta llegar a la tecnología de hoy, las cuales son manipuladas por los niños, como verdaderos expertos. La play, refiere el autor, dando cuenta de un camino que se inicia en la vuelta en la calesita, y finaliza en la informática de nuestros niños. En el imaginario del escritor, también se presenta la estética de ambos momentos, de un proceso que duró treinta años, que se expresa muy bien en el relato. Aquel mundo de brillantina, de los pequeños jinetes de caballos y elefantes, sorteando autitos de color naranja. El autor, podría remitirnos a la proustiana memoria involuntaria, desde la cual aquel escritor francés refirió En busca del tiempo perdido (1913), con formas propias de hacer presente su propia infancia. LML nos permite recobrar aquellas lágrimas que escondían los padres ante la felicidad de sus pequeños en calesita. Se trata de un relato, que nos hereda la sensación de la relectura, quizás no tanto por las palabras, por el lenguaje diáfano que se encuentra presente, sino por el clima de dicha y placidez, que logra el autor, vía el bullicio de niños y niñas, entre risas y brillantinas.
Un hombre ostenta cierto poder, que acaba de perder. Es el eje narrativo de El dictador. El hombre es abandonado por su “cuadro administrativo” de la crueldad, resultado de lo que imaginamos. Un cuadro administrativo –tal como lo planteaba el sociólogo M. Weber-, que rodea a los líderes, legítimos o no. En todo caso, la legitimidad, la brinda el propio carisma del poderoso. La traición, lo lleva a recibir dos disparos en territorio enemigo. Dictador, en su mundo simbólico, se tramita con síntomas: oro, dólares, fusiles, hombres (y mujeres?) abandonando a su líder (¿cruel?). La isla Costa Dulce, nos refiere LML, constituye el escenario de tensión. Recargada, claro. Existe abandono, traición, absortes quizás, de alguien que incesantemente habrá sido hostil, injusto, causante de dolores. Ahora se encuentra solo. No es la soledad del poder, sino de la pérdida del mismo.
“Me recibí de pobre”, afirma el protagonista de El Comercial Mitre, una historia de desigualdades en la realidad educativa. La comunidad del Colegio Comercial Mitre, gestiona el viaje de egresados. Como cualquier alumno contemporáneo, debe convivir con las posibilidades diferentes y en muchas ocasiones, de abismal magnitud. El compañero/a, puede gastar en libros, en útiles. Otros, no. Las vestimentas, las mejores marcas. Un costoso fin de semana, aluden a la identidad cultural, a quien toma conciencia de su “diploma” de pobre. La Profesora Andretta, de Matemáticas, ya lo sabe, lo utiliza de cadete, como él mismo reconoce. Finalmente, viajará a Bariloche con sus compañeros, con los costos financiados por el padre de Horacio, que abonará las 24 cuotas, que le pertenecen a él. Las identidades culturales, también son identidades de clase, de clase social, de pertenencia a comunidades diferentes, a historias familiares disyuntivas: él y Horacio, son diferentes en su origen. Se asiste al Colegio para formalizar e igualar la educación, cultura, saberes e incluso habilidades. Pero algunos “son más iguales que otros”, dijo George Orwell, en su obra Rebelión en la granja (1945). Horacio y la mayoría de los alumnos podrán viajar a Bariloche, pero el protagonista, no. Tenemos por delante el aprendizaje, pero mientras tanto, “yo, debo traerle agua caliente a la profesora Andretta”, y Horacio y sus amigos pueden estar fumando y divirtiéndose en otro espacio del Comercial Mitre. Debiera existir alegría para quien finalmente viajará a Bariloche, pero en rigor, un frío su recorrió el cuerpo. La buena decisión del padre de Horacio, la menos feliz de la profe Andretta, la posible gestión libertaria de otros profesores y profesoras, harán que diferencias aparte, el protagonista, y también Horacio y el resto de los alumnos y alumnas, se aferren a un camino de libertad y creatividad. Deben lidiar con ello. Las desigualdades sociales se afirman en el planeta.
El relato El Salón de las Almas Nuevas, da título al libro. Se trata de una apropiada integridad autobiográfica, en este relato en el cual, la ficción  puede deambular por ciertas realidades, y producir sorpresas imborrables. El gran Dios, a veinte minutos de un nacimiento, otorga un alma de Artista a un cuerpo que nacerá bienaventurado, “desprovista de cinismos y falsedades” (pp. 26), y con capacidad para “difundir las oraciones del corazón”, e incluso no siendo vulnerable al mal. Entonces, se producirá el 29 de marzo de 1976, el nacimiento de un alma que estaba perpleja, y que lo hacía desde un cuerpo de mujer de apenas diecisiete años. No es difícil pensar, que antes de las decisiones, habrán existido deliberaciones, vertiginosas, casi con urgencias, porque apenas en días previos, había ocurrido un golpe de Estado militar en el país, que se transformarán en genocidas. Excelente entonces, las presurosas designaciones de cuerpos, en donde se alojarán “hasta el resto de sus días” (pp. 25).
En La mandíbula, relato en donde aquella mujer, que despertó antes del amanecer, nos recordó a Mujeres asesinas, de Marisa Grinstein, quienes como esta esposa de Romildo, se rebelaban a la historia, al dolor del patriarcado, a las “estructuras históricas del orden masculino”, como refería el francés Pierre Bourdieu, en La dominación masculina. La expresión de ello, como tantas veces, como esa noche anterior, había tenido lugar, en los golpes en el rostro de su mujer, en el cuerpo que apenas podía movilizar, en el cuidar aún así, el sueño de sus niños. Antes del femicidio, esta mujer joven, golpeada, madre de niños que aún dormían, toma coraje e irrumpe en su propio devenir, evitando futuros golpes, recordando la juventud perdida, y aquel profesorado en el cual no pudo graduarse. Como tantas mujeres, soportan en el cuerpo la dominación masculina, producida por las emociones y los puños de los hombres explotados y alienados, en su trabajo, en su mundo masculino que asocian al poder sobre lo femenino. El mundo se transforma. Lo hace en varios sentidos. Y ello transforma, tanto a hombres como a mujeres. Los niños varones han aprendido a jugar con armas de juguete ó guantes de box, entre otros juguetes de superioridad humana sobre el otro. Y ello, degrada la propia condición de aprendizaje, y también deforma al hombre adulto, en generador de acciones abyectas hacia la mujer, aunque fuere “la persona que más ama”. La compañera de Romildo, lo sabe. Tiene la experiencia y las pruebas. En su mandíbula. La monstruosidad de aquel, evidenciada en una noche más, de rutina, de tanta violencia, ha empujado a esta madre de niños, seguramente pequeños, a transformarse en cuerpo insoportable ya de tanta abyección, y animalidad.
En Una mañana cualquiera, se produce otro femicidio, aunque ya no entre conocidos (matrimonios, parejas, ex-parejas, novios, ex-novios, familiares), que son las formas mas habituales, sino con un desconocido en quien Karla, confió, y que finalmente LML, revela la realidad presente: sospechar del desconocido, aunque las estadísticas nos adviertan que resultan más peligrosas las personas de trato cotidiano.
Asistimos a una historia de amor, desencuentro y perdón, en La justa medida. En pocas ocasiones, se descubren, confirman y revelan, las verdaderas razones del perdón y no-perdón en las relaciones amorosas en una pareja, en general, en un matrimonio, en particular. Acaso la sociedad patriarcal, direcciona al hombre a tener el objeto de deseo sexual, solo a metros, cada día, y mucho más, si sobre la espalda de ese hombre asoma el poder, de cualquier tipo, pero si es económico y/o político, con mayor razón. Pero esta vez, ante la infidelidad recurrente, María decidió tomarse un recreo. Favorable, placentero. “Cansada de llorar, se secó las lágrimas y decidió (…) recordar su juventud afiebrada…” (pp. 32). El conyugue de María, con cierta paciencia, intranquila quizás, consiguió lo anhelado. El recreo de María, probablemente le trajo el erotismo masculino necesario, para poder continuar con su vida matrimonial.
El recreo en plenitud de la pareja, resultó definitivo en el caso Fadhila, en La maldición, quien a pesar de ser amada, optó por conocer otras versiones del amor perfecto, aunque se trate de su propia decadencia, quien le aconseje tomar otros rumbos. Fulguración de los caminos azarosos del amor.
En Maquillaje, la historia del breve final del locutor/periodista Amadeo Sanz, nos introduce en el mundo de la comunicación, del poder, de la rutina, y de la sensación de descarte, que todos tenemos en cada área de acción y trabajo en la sociedad capitalista en que vivimos. Sin embargo, el sociólogo polaco Z. Bauman en Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias (2008), se refería al concepto de superfluidad, que significa “ser innecesario, carente de uso (…) Los otros no te necesitan, pueden arreglárselas igual de bien, si no mejor, sin ti”. Amadeo Sanz no lo supo en vida, pero el orden rentable de su Canal de TV, sí. Si existen adicciones, te necesitan mucho menos, aún.
En El médico, ingresamos en una historia que nos alerta de un hombre, un profesional, inmerso en la inmensidad de la desidia de otros, y otras personas con poder. Aunque se trata de un relato atemporal, pareciera propio de los tiempos neoliberales que ocurren en numerosos países, al menos de Latinoamérica, en donde los presupuestos para diferentes áreas, como salud, electricidad, y otros, son escasísimos. Pero la vocación resulta disruptiva en estos tiempos oprobiosos, porque no interesa lo que suceda alrededor, sólo tenemos que cumplir con nuestra misión. Salvar vidas, es una de ellas, aunque nos encontremos bajo agua.
En Guardia nocturna, Esteban, médico cirujano, recibe en la guardia, el cuerpo de un hombre fallecido. Quizás se parezca a una rutina para su rol. Pero un hecho repentino, una novedad post mortem en el cuerpo del occiso, modifica la escena, transforma ese momento. Su propia interioridad se acelera, ignorando las consecuencias. El hecho es inocultable. El médico, se confirma a sí mismo, que está frente a un hombre fallecido, lo reconoce como ex novio, de Ana Paula, su actual prometida. Esteban se siente apesadumbrado, la escena es “casi Dantesca” para él. (pp. 47). Haber asumido semejante competidor, lo angustia en forma extrema. ¿Cuál sensación estaría predominando en su espíritu, mente y cuerpo? Quizás la envidia, ó la ira. No tenemos certeza. También pudiera ser su propio orgullo, ó los celos. Mientras tanto los trabajadores del nosocomio, se sacaban fotos junto al cadáver. Reían, y elaboraban “situaciones comparativas”. Sin embargo, LML nos preserva del sufrimiento. Su hondura, cual baqueano de los virtudes, nos muestra el sendero hacia el entusiasmo por la vida. Ana Paula, lo convencerá de las verdades, del honor, y del propio amor.
En El artista, LML, nos conmueve con una historia de confianza y fe, para competir con los sueños y fantasías, que nos lleva de la mano hacia el objetivo final. Carlos, es sincero en su actuación, pero también finge actuar, finge ser escuchado, y también ser aplaudido. En rigor, sólo se trata de un espacio temporal: “saluda a su público futuro”. Recita sus propios textos, sus creaciones, que seguramente habrá transitado por caminos diversos: tenacidad, crispación, sosiego, y concreción, entre otros pasos que habitualmente recorre el artista. Y en su recitado, en su actuación, Carlos probablemente se abstrae. Sueña con el héroe trascendente, colmado de aplausos, con la experiencia ficcional, transformada en vítores. Sin embargo, la sala del teatro se encuentra vacía. Su mujer interrumpe la abstracción. Carlos, que fantaseó con el teatro colmado, quizás ahora, experimente la realidad como una tragedia. Y la tragedia suele corroer, y también revertir, como lo señala en su obra Tragedia moderna (1958), el galés Raymond Williams,: “La sensación de tragedia, que había entrado en el torrente sanguíneo, ingresa ahora en todo el sistema nervioso, donde, desde luego, se puede entonces hasta jugar con ella, a menudo de una manera deslumbradamente intrincada”. Carlos, de regreso a la realidad, afirma saludar los “aplausos de la posteridad”. (pp. 61).
Ética, protagonistas, esperanzas
            Los personajes que ha creado LML, exhiben una moral inocua, ó en todo caso positiva, del deber. El filósofo alemán I. Kant –hito en la historia de la ética-, planteaba en Fundamentación de la metafísica de las costumbres, su concepto de imperativo categórico, que en las acciones que a diario realizamos, en forma incondicional, sostienen dos formulaciones: a) que dichas acciones que realizamos, contengan valor universal, como por ejemplo, no matar; y, b) no tomar al Otro, o al prójimo, como un medio, sino como un fin.
Por otro lado, recordemos aquí, que la moral, constituye un acto de la conducta humana, mientras la ética reflexiona acerca del mismo. En la vida real, los actos que afectan al Otro, en forma negativa, si son conscientes y voluntarios, se tornan inmorales. La creación de LML, da cuenta de un patrón que desplaza de la escena a personas inmorales, turbias, criminales, y canallas. En el propio relato, en donde se encuentra presente el dictador –del cuento homónimo-, se maneja con ingenuidad a pesar de su condición. No se nos muestra en el rol cruel e impiadoso, sino como la persona engañada por los suyos, por su gente. Traición de sus cuadros administrativos, en quienes el Dictador confiaba. Debate moral aparte, acerca de la justicia o no, por esa acción.
            Asimismo, ante un acto de  deslealtad, como en La justa medida, las profundas desavenencias de los protagonistas, podrán confluir en resultados inesperados, reparadores. Resulta difícil pero real y posible, reparar la ruptura del contrato moral conyugal. La fuerte ironía de Maquillaje, que con brevedad pero con intensidad, LML deja al descubierto el vínculo entre rentabilidad de capitalistas, y abandono y sometimiento de sus empleados. No existe en la escena, ni Responsabilidad Social Empresaria en el discurso empresario. Por cierto que no es una excepción en la realidad. La ética recortada en TV, la observamos a diario, cuando una charla, conversación ó comentario, se extiende en demasía. El rating (clasificación), se encuentra reinando, como con la muerte de Amadeo Sanz
            Ocurren ironías, “fallas” en la lealtad y derrotero amoroso, en La maldición, que dan cuenta de una moral común, y muy extendida. En Ave de presa, tiene lugar de expresión, el candor del niño Miranda, en que recibe una buena noticia. También existen artistas decepcionados, como por ejemplo, en El mejor, y en El artista, pero con la plenitud de sus deseos, y la convicción de sus destrezas y habilidades.
            En El Salón de las Almas Nuevas, no existen conciencias con malicia, y mucho menos con deseos de criminalidad. En el mundo real, existe determinismo, según el cual, todo tiene una causa. Ello nos permite pensar que las malicias, el mal, da cuenta de causas que se encuentran más allá del individuo, es decir, en forma supraindividual. La violencia, las guerras, la crueldad, a veces sin límites, la criminalidad violenta. Todo es parte de determinismos. Pero no todos los seres humanos, viven en el imaginario violento que impone la realidad, especialmente la TV y el cine. Nos encontramos también con realidades y simbolismos, que nos ayudan a almacenar esperanzas y soluciones. El mundo literario de LML, nos arroja seres humanos cálidos, reales, sorprendidos, que también asombran a sus interlocutores. Ello nos alerta, no sólo sobre el estilo del autor, sino también sobre la vigencia de que no todo está perdido. Y LML, nos ayuda.
Lenguaje y argumentación
El escritor y teórico literario francés Gerard Genette, fallecido el pasado año 2018, afirmó en su texto Fronteras del relato (1970), que éste, es “la representación de un acontecimiento o de una serie de acontecimientos, reales o ficticios, por medio del lenguaje, y más particularmente del lenguaje escrito”. Con Genette, también podemos afirmar que esta definición, encierra el propio cuerpo del relato en la “representación de acontecimientos”, poniendo de manifiesto el o los ejes del mismo, pero invisibilizando las causas, problemas, ó dificultades del texto. Justamente, LML no se explaya en descubrir y revelar las condiciones de existencia, de las historias diversas, es decir, el denominado contexto. No es necesario. Su narrativa, plantea evidencias –la representación de acontecimientos, de Genette-, pero amarra las mismas, a los “propulsores”: un quirófano inundado, un teatro vacío, la calesita tradicional, las escuelas no citadinas, femicidios, traiciones. Todos ellos, acreditan los lazos sociales, las dificultades, conmocionantes o controvertidos, pero dejando fluir la relación causa-efecto.
Otro tema es el lenguaje. Quien esto escribe, se deslumbró a fines de los años 60, adolescente, con la lectura de los escritores del boom latinoamericano. Por cierto, incluyendo a escritores como García Márquez, Roa Bastos ó Vargas Llosa, entre otros. Sin embargo, el asombro se produjo, muy especialmente, con los textos de Alejo Carpentier, quien en sus obras monumentales (Consagración de la primavera, El siglo de las luces, El acoso, y más tarde, El arpa y la sombra, entre otros), las erigía no sólo por la propia historia narrada, sino por el lenguaje, verdadera argamasa de la literatura.
Por supuesto, que se han escrito sobre el tema, océanos de tinta acerca de tan sustancial aporte a la cultura en general. Algunos académicos de las letras, como por ejemplo Graciela Maturo, afirman que la “literatura se constituye, pues, en un reservorio de la lengua…” (2014), y por ende, se manifiesta con todo su vigor, ya sea con objetivos y/o motivaciones de orden histórico, ético, popular, ó simplemente, de desarrollo de la idea simbólica, performativa, de la voluntad y utopías como en el realismo mágico.
La obra literaria en toda su dimensión (narración y lenguaje), constituye un cuerpo comunicativo. La literatura argentina actual, sus escritores –César Aira, Claudia Piñero, Guillermo Saccomano, Eduardo Sacheri, entre otros-, fluye mediante un lenguaje sencillo y descriptivo, poniendo énfasis en las propias historias narradas, que brindan el peso sustancial para el logro literario. Es decir, centrar el impacto y disrupción del relato, en la propia historia, no constituye un disvalor, ni mucho menos, sino que nos plantea con fuerte impacto, el rigor de la conmoción y huellas, que puede lograr la literatura. De este modo, no es posible leer la narrativa del relato El salón de las almas nuevas, de LML, y quedar inalterable en nuestras emociones, sensaciones, y estallidos de la conciencia que lee.
            Por otro lado, el libro de LML que aquí comentamos, posee la enorme virtud de no describir lo evidente, lo obvio, casi como lo pregona el dogma científico positivista, que insta a otorgarle valor sólo a aquello que los cinco sentidos humanos, pueden percibir. Por supuesto, que ello sería imposible para la literatura de ficción. Podríamos al respecto, acerca del empirismo como negación de realidades sustanciales; ó del racionalismos y sus ideas innatas, pero solo mencionaremos a Platón, y sus dos mundos: por un lado, el mundo sensible, en el cual sólo se valorará la evidencia, lo visible, prescindiendo del valor de los sentimientos y los conceptos; y por otro lado, el mundo inteligible ó ideas, que rescata las esencias (“Lo esencial es invisible a los ojos”, de El Principito (1943), de Saint-Exúpery), lo cualitativo, lo verdadero. Algo puede no tocarse, pero si es la Razón, perderemos lo mejor de la vida.
LML, nos muestra, tanto la verdad inteligible platónica, como el mundo sensible. Existen sorpresas, sufrimiento, candor, cierto furor disimulado, como por ejemplo, en quienes operan en el quirófano sin electricidad, y también subjetividades críticas, porque la interacción humana, supone un sentido estricto de los imaginarios, de los deseos, de las utopías. El individuo, los grupos, los trabajadores, los seres vivos de LML que nos acompañan (perros, gatos), dan cuenta de los caminos sinuosos que tenemos por delante en forma permanente. Es la vida, es lo que nos muestra, y proyecta Luis Medina Lazar, Profesor de Letras, una promesa ya cumplida de la literatura de Formosa.
Formosa, diciembre de 2019.

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